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Financiamientos rescate

Julio Faesler Carlisle.- Hay dos faltas en las inspiradas estrategias actuales del gobierno. Las dos tienen remedio. La primera, es de una comunicación clara con la ciudadanía. La segunda es de más fondo.

El triunfo sobre la pandemia depende en mucho de que se entienda que la solución médica todavía se ve lejos y que en su lugar el cuidado personal es vital. Los remedios de los males económicos están, en cambio, muy al alcance de nuestros expertos financieros nacionales.

En ambos casos, sin embargo, el gobierno corre riesgos innecesarios. En el de la enfermedad, ni se siguen todas las precauciones ni la contabilidad es confiable. En cuanto a la reanimación económica el botiquín está lleno de medicamentos disponibles basados en las experiencias del siglo XX y las que llevamos del XXI. Pero sin aplicarse la principal.  

Hay remedios como aumentar el gasto público, creación de obra pública sin elefantes blancos, reducción de impuestos, financiamientos o subsidios a la producción, aumentos de compras del gobierno, control de las importaciones, et caetera.

Hace meses que nuestra economía pasó la etapa de la incipiente “atonía”. Llegó a la presente recesión, con perversas características. Ahora, tras varios semestres postrados en índices desfallecidos de producción y consumo, la línea en la pantalla verde está casi en horizontal. Poco falta para que se acabe de asentar.

Pero la muerte de una sociedad no es tan fácil. Se resiste. Por mucho que ella esté grave los individuos y los grupos éticos persisten. Díganlo o no los israelitas o los kurdos, o nuestras antiguas naciones mexicanas. Todos ellos y otros más, son muestra de cómo aunque vencidas en un sentido, se mantienen tercas y expresivas en su destino y voluntad para superar adversidades.

No se trata de la obvia pedantería de “México es más grande que sus problemas”. Se trata de aplicarle a éstos las medicinas que la teoría y la experiencia enseñan. La caída de empleos se remedia produciendo y ésta se estimula con inyecciones oportunas de capital de trabajo. Tal financiamiento no es subsidio gratuito ni regalo inmerecido sino el apoyo monetario transitorio que la sociedad pronto restituirá al reactivarse el consumo. La inversión monetaria que así se haga para sostener la economía se repondrá, a su tiempo, incluso por vía fiscal. Es la batería de arranque que echa a andar el motor que por ella retoma su ritmo. Hay una sola condición: fe en su potencialidad.

La distribución de dinero a niveles personales y familiares como ahora se hace es, sin duda alguna, conveniente. Pero ella atiende solo a individuos, aquí sí, subsidiándoles sus gastos diarios más sencillos, pero de ninguna manera diseñada ni para recuperar el ritmo perdido de ocupación ni mucho menos para crear millones de nuevas plazas de trabajo.

El apoyo financiero que en estos días requieren las unidades de producción, muy particularmente las PYMES, es la inyección de dinero que ellas no tienen ni para sostener los salarios de trabajadores que no deben ser privados de sus ingresos ni para pagar los insumos con que reanudar su actividad. La banca de desarrollo, particularmente el de Comercio Exterior, está llamada a atender esta necesidad de rescate como primera prioridad.

Mal haría este artículo en osar enseñar o explicar a los expertos oficiales cómo operaría el apoyo financiero que México necesita para recuperar su nivel de empleo y consumo. Mejor que observen como varios países, los Estados Unidos o los europeos, ya aplican medidas de reanimación.

Los financiamientos que urgen pueden llegar de recursos internos o externos. Si el presidente de la república sigue  oponiéndose a usarlos, el empresariado mexicano debe repetir el arreglo que ya logró con el BID de obtener préstamos ágiles de diversas fuentes, que tendrán, ineludiblemente, el respaldo de nuestra capacidad productiva.

La relación deuda-PNB es sana, mucho mejor que en la mayoría de los países de la OCDE. Prueba de ello es que, sobreponiéndose a su aversión, el presidente acaba de obtener del Banco Mundial un préstamo de mil millones de dólares para aplicarlo a campaña contra la pandemia.

La recuperación socioeconómica de México es la inequívoca tarea del momento. Financiar la reactivación de su confirmada y solvente estructura productora es la mejor opción que pueda tener el gobierno. Ha faltado valentía para romper con el liberalismo clásico que prohibía el endeudamiento, incluso el razonado. Esto no habla muy bien de la ambiciosa 4 T.

19 de junio de 2020

juliofelipefaesler@yahoo.com