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CONFIANZA

Por Alejandro Díaz.- Una de las características más difíciles de conservar es la confianza. Un sólo hecho puede hacer que se pierda lo construido por generaciones. Para recuperarla se requieren trabajos dignos de Hércules y la capacidad convincente de Demóstenes. Intentar volver a tener confianza es muy complejo, incluso cuando las causas que causaron su pérdida fueron ya superadas y se sabe la importancia de volver a ofrecerla.

En la elección de hace poco más de dos años se impuso el hartazgo contra las condiciones de corrupción e impunidad sobre opciones que proponían caminos distintos sin ofrecer terminar con ninguna de aquellas dos. Y para mostrar la firmeza de su mandato, el triunfador decidió dar por terminado el proyecto de la construcción de un nuevo mega aeropuerto que estaba avanzado en más de una tercera parte. No le importó el monto ya invertido ni el financiamiento previsto; para él lo importante era mostrar su liderazgo sin detenerse a pensar en los costos.

Imponer su voluntad le pareció que no tendría costo y que su decisión de imponerse fue un éxito sin consecuencias. Aunque ha habido demandas por su cancelación, el mayor costo que conlleva no fue material sino inmaterial. Fue un primer paso que alejó la confianza de inversionistas. Alejó inversiones al no convencer con las razones de lo hecho o demostrar que sí hubo corrupción en la asignación de contratistas. Le siguieron otras muchas decisiones que reforzaron la sensación de su aversión por la inversión privada. Por ello se perdieron miles de puestos de trabajo y se han recuperado muy pocos.

El apoyo a las empresas paraestatales sobre las particulares también contribuye a erosionar la confianza. Lo que destina el actual gobierno a las dos grandes empresas “productivas” del Estado, Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad serían mejor aplicadas en otros rubros del presupuesto (Educación, Salud, Seguridad). Lo más decepcionante es que esos billones de pesos no ayudan a generar nuevos empleos. En cambio, si se empleara una décima parte de esos recursos para apoyar a las PYMMES, generarían miles de empleos que más pronto que tarde beneficiarían la economía nacional, inclusive generarían más impuestos.

Son las inversiones las que crean puestos de trabajo, y éstas sólo se atraen si hay confianza. No puede ofrecer ésta sin reforzar el Estado de Derecho, sin dar certidumbre sobre las condiciones con que trabajarán quienes con su iniciativa -y sus recursos, ingenio y tenacidad- desean invertir y crear puestos de trabajo.

El Estado puede también invertir en empresas de distinta índole pero difícilmente serán productivas. Ya se ve en PEMEX, CFE, CAPUFE, etc. Ningún gerente de empresa paraestatal pone empeño como lo hacen quienes arriesgan su capital y su trabajo en materializar un sueño.

El primer ingrediente que se requiere para que alguien se arriesgue a invertir y crear puestos de trabajo es confianza. Confianza en que las condiciones en que se podrá desarrollar su empresa. Sin ella no puede esperar resultados que sean promisorios. De por sí, en condiciones óptimas, muchas inversiones fracasan por falta de clientes, por mala administración de los recursos o por mala suerte en el momento de invertir.

No puede haber confianza sin un buen ambiente general donde los sindicatos protejan al obrero sin intentar explotar a nadie, dónde os servicios ofrecidos sean de calidad, dónde os distintos órdenes de gobierno cumplan lo que se espera de ellos sin ver a los inversionistas como fuente inagotable de recursos. La condición básica para que exista confianza se llama Estado de Derecho.

daaiadpd@hotmail.com