PARA EL DÍA DE LOS MUERTOS, ANTES Y EN LA FECHA, REFLEXIONEMOS Por Salvador I. Reding Vidaña
Por el 2 de noviembre, fiesta de los Fieles Difuntos, pensamos en quienes han muerto, pero también pensemos en quienes están en el proceso de morir ahora, en agonía, y pensemos en que debemos prepararnos para enfrentar con bien nuestra propia muerte, que llegará en alguna hora y lugar. Que puede ser sorpresiva, hasta instantánea o que llegue con plena conciencia de morir, y que tras esta vida, la muerte es un paso a otra vida ¡eterna! que será la que hayamos creado con nuestras acciones y omisiones. Las buenas y las malas. Y por todo ello, ser día de reflexión cristiana y de oración.
El “día de los muertos”, tan importante en culturas como la mexicana, en mucho se ha convertido en el que se venera, se recuerda a los seres queridos fallecidos, y en general a todos los que han muerto. La cultura de celebrar el día de los muertos en México es particularmente importante, tras la Navidad y el Día de las Madres, es quizás la fecha más significativa. Pero la importancia que debemos darle debe ser mucho más que ciertos rituales que en mucho han perdido su esencia, para convertirse en meros protocolos, llamémoslo así. Cosas que hacer y visitas de rigor.
El día de muertos ha sido, y no está mal, el de visitar cementerios, limpiar tumbas, ponerles flores y otros adornos, sentarse con familia un buen rato, un largo rato si se puede, y a veces solamente eso. Pero en dicha visita, es importante orar por el eterno descanso de los nuestros. Cuando es simple protocolo, familiares y amigos cercanos se reúnen en panteones y juntos, en vez de conversar sobre aquellos cuyos restos allí descansan, eso se convierte en convivio en donde a veces las bebidas alcohólicas prevalecen sobre la comida y hasta terminan mal dichas reuniones de panteón. Se supone también que a veces se les lleva música a los seres queridos difuntos, como parte de su recuerdo, pero que puede ser más para pasar bien el rato. No puede, no debe ser así.
Por la creciente costumbre de incinerar cadáveres en vez de sepultarlos, se pierde esta costumbre de ir al panteón, pues no es fácil estar en capillas o espacios dedicados al depósito y guarda de las urnas con cenizas de los familiares muertos.
Repasemos: el día de muertos, formalmente en cristiano “de los fieles difuntos”, es la fecha para recordar a familiares y amigos que ya no están, y que son importantes para nosotros, para nuestras familias en particular. Pensar en ellos y en lo que podemos recordar de su vida y de la relación con nosotros. Es el día de reflexionar sobre los difuntos que amamos o que amaron nuestros padres, abuelos y ancestros, y de lo que significaron y significan para cada persona y para la familia, sobre todo. En la cultura mexicana de la muerte ese día es de unión familiar.
La costumbre mexicana de poner en el hogar y hasta en otras partes el “altar de muertos” es para honrar a los nuestros, y por eso se colocan retratos suyos, y se pone comida como un símbolo de atención cariñosa. Nadie piensa que el difunto vendrá del más allá a comer y beber en el altar, lo sabemos, pero se hace con cariño. Los altares de muertos en los hogares son eso, un acto de amor. Los que se colocan en otros lugares, pueden tener el mismo sentimiento o colocarse sólo como “una tradición”.
La visión cultural (en sentido sociológico) mexicana sobre la muerte, aún con elementos comunes a otras culturas tiene rasgos muy nacionales, eso a pesar de que en México hay un mosaico de culturas, la de la muerte es fundamental, y a pesar de que la fecha se ha ido desacralizando, y hasta vista sólo como día feriado, sí lleva a la mayoría a reflexionar, sobre todo a quienes son creyentes y en algo o mucho practican la religión. Como en otras naciones, hay un sincretismo entre diversas culturas prehispánicas y la cristiana para venerar a los difuntos, en general y en particular el 2 de noviembre.
Sobre el miedo a la muerte, la cultura mexicana ha tenido muchos procesos de cambio e importancia. Y a veces se toma en serio y a veces esa seriedad pasa por alusiones personales a morir, con prácticas simpáticas quizás difíciles de entender para un extranjero, como hacer versos llamados calaveras (o calaveritas) con el destinatario muerto y hacer figuras de dulce en forma de calavera con el nombre de los amigos. Y tenemos también el “pan de muerto”. Y nuestra propia flor, la flor de Cempasúchil, originaria de México, con la que se hacen ofrendas y adornos en honor a los difuntos. La “calaca” es un personaje mexicano siempre presente.
En la misma y diversa cultura mexicana regional del día de muertos, en algunos pueblos se hacen grandes ceremonias, desde la noche anterior. Y dichas celebraciones se convierten en atracción turística, pero sin que los celebrantes pretendan que sea eso, y celebran a los difuntos a pesar de los turistas y sus cámaras fotográficas. Se concentran en celebrar religiosamente a sus difuntos y en mucho los mirones turistas son una verdadera molestia, preferirían que los dejen solos.
Día de muertos, de fieles difuntos, es y debe ser uno de reflexiones sobre la muerte, el recuerdo de nuestros difuntos como acto de amor, o hasta de simple simpatía o admiración. Y todo ello, como se hacía de antaño y se debe seguir haciendo, debe ser un día de oración por todos, los muertos y también los vivos, que algún día moriremos también, y de reflexión de lo que es esta vida, el morir y el mundo de la vida eterna de las almas. Y por supuesto, de pensar en la preparación para que a la hora de nuestra propia muerte, merezcamos perdón, misericordia y amor de Dios para acompañarlo en la paz de la eternidad.