Reducir la inseguridad en sus causas
Por Salvador I. Reding Vidaña.- Hay frases, declaraciones que en principio parecen apegadas a la verdad, o que son una verdad buscada. Una declaración política intenta ser la sabiduría aplicada, pero resulta que es una falacia o una muy equivocada solución a problemas sociales por no entenderlos. En este caso está una declaración hecha por López Obrador: “Ya no es la intención armar operativos contra capos, lo que queremos es reducir la inseguridad atendiendo las causas”.
El presidente presume que las causas de la violencia están en la pobreza, la falta de oportunidades, en la insuficiente infraestructura de educación o de servicios de salud pública. Y parece razonable, pero no lo es. Y el mundo nos da suficiente evidencia al respecto. Hay actos violentos originados tanto en medios sociales de pobreza, como en otros niveles de vida. Los pobres no son violentos por ser pobres, pues también los clasemedieros o los ricos lo llegan a ser.
Por supuesto que malas condiciones de vida no solucionadas, o peor aún cuando se supone que están siendo solucionadas, pero ello es una farsa de los gobernantes, son gérmenes de violencia, y hasta de violencia muy grave, con destrucción de bienes, ataques a personas hasta llegar a matarlas. Pero estos casos producen reacciones violentas callejeras, cuando las manifestaciones sociales saliendo a las calles se salen de control por la actividad de los propios manifestantes, por grupos de violentos o por exceso de represión de fuerzas del orden. O hasta por reacciones verbales estúpidas de gobernantes, que enfurecen a la sociedad.
Pero el caso al que se refiere López Obrador es otro, es el de la violencia ocasionada por los capos de la delincuencia organizada, del narco, por medio de sus matones profesionales, sus sicarios. Y las causas de esta violencia tiene otros orígenes, diferentes de los antes citados. Esa violencia se basa en varias causas.
Primero que nada, el recurso a la violencia delincuencial es producto de una falta grave de principios morales, una falta de conciencia que les diga que la violencia contra otras personas es inaceptable. Para ellos, el fin justifica los medios, la violencia es sólo un recurso, ni bueno ni malo, simplemente efectivo. Y lo peor de todo, que les causa placer enfermizo.
Es la falta de principios la causa principal de la violencia delincuencial, sea de un ladrón solitario o hasta de una gran organización, como los cárteles de la droga. Así, “reducir la violencia atendiendo a sus causas”, es primero que nada reconocer que la gran causa es la falta de principios, eso por una deficiencia de formación, de educación familiar, religiosa, escolar o social, es por observar que por la violencia se puede obtener lo que se desea. Es clave atenderla.
Claro que reducir los índices de pobreza ayuda a hacerlo, ante el recurso del joven pobre a unirse como sicario a un cártel de la delincuencia, es decir haciendo menos atractivo aceptar el reclutamiento como sicario. Pero es importante reconocer que las razones para hacerse sicario, perder la conciencia y aceptar que la violencia mortal “está bien”, son muchas. Hay atractivos diversos para el joven para hacerse sicario, desde llevar dinero a su familia, hasta el espejismo de que puede llegar a vivir como sus capos, llenos de dinero, mujeres, lujos y poder sobre otras personas. Pero lo que logran es ser carne de cañón.
Regalar dinero, dar becas de estudio, ofrecer oportunidades laborales, deportivas, de desarrollo personal y otras medidas semejantes, no reducirá la violencia de la delincuencia organizada, ni a corto ni a largo plazo, apenas y le harán cosquillas. Sacar pequeños delincuentes de la calle, si es posible con esas medidas, pero no reducir el sicariato de las grandes organizaciones o cárteles delincuenciales.
Para reducir la violencia delincuencial a gran escala, es decir la de los sicariatos del narco, es necesaria la defensa de la ciudadanía y obtener paz social, y eso, lamentablemente, se logra con el recurso a la violencia legítima del Estado. Reducir por todos lados su eficiencia, por medio de cerrarles el paso al reclutamiento descarado entre jóvenes obsesionados por el éxito fácil, y de quitarles el acceso a los dineros que pagan sus salarios, compran sus medios de vida, y sus armas.
Corromper servidores públicos civiles, policiales o militares, es un recurso común de la delincuencia violenta, y es también asunto de falta de principios de quienes se dejan corromper. Atemorizarlos es semejante: “plata o plomo”. Funciona. Las amenazas, y las amenazas cumplidas del sicariato a autoridades para someterlas a su control, responden como acciones a la mente enferma sin principios.
Defender a la sociedad por el uso de la fuerza legítima no es “enfrentar el mal con el mal”. La legítima defensa no es un mal. Y si se quiere recurrir a la visión judeocristiana de la religión, basta echar un vistazo a la Biblia y a la historia de las religiones, para ver cómo las sociedades judías y cristianas, legítimamente han hecho lo que se llama guerra justa para defenderse por las armas. Reducirle al sicariato sus medios y territorios, aplicarles la ley, encarcelarlos, capturar a sus capos, es atender algunas causas de la violencia delincuencial.
Los llamados a conciencias silenciadas, a respetos no solamente ignorados sino hasta ridiculizados, no solucionan el problema de la violencia. Que alguno por allí reflexiones y se diga que está mal y decida retirarse del sicariato, es una rara excepción. Más que nada porque salirse, o siquiera intentarlo, es en general firmar sentencia de muerte, por traición y por el riesgo de ser considerados como soplones en potencia.
Para atender las causas de la violencia delincuencial, es necesario reflexionar con la cabeza fría, para poder evaluar tanto cuáles son esas causas reales, como las formas de enfrentarlas para irla reduciendo (eliminarla es un sueño guajiro).