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Tres crisis

Marcos Pérez Esquer.- Se ha hablado hasta la saciedad de la crisis sanitaria que estamos enfrentando, todos los días circula información al por mayor a grado tal que hasta abruma. El asunto no es para menos, la emergencia sanitaria que el mundo enfrenta está matando a miles de personas y está alterando fuertemente nuestra forma de vida.

Si algo está claro es que después de la pandemia, el mundo no volverá a ser el mismo. Así como sucedió con los ataques terroristas a las torres gemelas de Nueva York, que modificó de varias maneras la vida comunitaria, y obligó a los gobiernos a tomar medidas permanentes de seguridad antiterrorista, así también, el COVID-19 modificará la forma en la que interactuamos como seres humanos, y seguramente varias de las medidas de seguridad sanitaria que se han venido implementando, llegaron para quedarse.

Pero por otro lado, tenemos enfrente, y de hecho ya en marcha, la crisis económica asociada a la crisis sanitaria. La parálisis de muchas de las actividades que ordinariamente realizamos, tendrá un impacto mayúsculo en la economía y en el bolsillo de la gran mayoría de la población del mundo entero, y México desde luego no será la excepción.

Las principales agencias de análisis económico pronostican una contracción severa de la economía mexicana que en el escenario más grave podría alcanzar incluso los dos dígitos.

Pero más grave aún, es el hecho de que la Organización de las Naciones Unidas alertara que después de la pandemia, más de la mitad de la población del mundo padecerá hambre.

Eso nos lleva necesariamente a pensar en una tercera crisis. Ya no sólo hablamos de la crisis sanitaria y de la crisis económica, sino también de una potencial crisis social.

La precaria situación económica en la que grandes segmentos de la sociedad se verán arrinconados después de la pandemia del coronavirus, podría detonar revueltas sociales, saqueos masivos a tiendas departamentales, manifestaciones violentas, y mayor delincuencia en general.

En la medida en que los gobiernos del mundo enfrenten de mejor o de peor manera la crisis económica, mayor o menor probabilidad tendrán de padecer esta crisis social. Por eso me preocupa México, porque no hemos visto un gobierno a la altura de las circunstancias.

Sin embargo, y para no ver sólo el lado oscuro de la situación, lo que me genera esperanza es ver cómo la sociedad civil se organiza y plantea medidas concretas para hacer frente a este enorme reto de nuestros tiempos. Cuando el gobierno se ve rebasado, entra en operación la sociedad civil.

Un ejemplo de esto es el foro virtual al que convocaron las cámaras empresariales coordinadas por el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), y que se celebró de lunes a miércoles de esta misma semana. Ahí, con un formato muy eficiente, más de 500 personas, entre especialistas, lideres sociales, legisladores, etc., plantearon su visión en intervenciones puntuales de tres minutos de duración.

Muchas propuestas interesantes se pusieron sobre la mesa; ya tendremos oportunidad de abordar a mayor detalle algunas de ellas, pero por lo pronto sólo menciono algunas de las que llamaron mi atención:

1. La implementación de un apoyo a personas desempleadas a modo de seguro de desempleo. Se le denomina ingreso básico solidario, y consiste en una asignación de 3,207 pesos mensuales (la línea de bienestar urbana) por el tiempo que en términos de la propia crisis resulte necesario.
2. La dispersión de millones de créditos blandos a micro, pequeñas y medianas empresas, a través de la banca comercial, con respaldo o garantía de organismos financieros internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo y otros más, o bien, con garantía de la banca de desarrollo.
3. La creación de un Consejo de Emergencia Económico, análogo al Consejo de Salubridad General, que tome decisiones técnicas a nivel nacional, oportunas y pertinentes.
4. No condonación, pero sí flexibilización en el pago de impuestos y servicios públicos;
5. Convocar a una nueva Convención Nacional Hacendaria; y
6. Redirigir inversión pública improductiva como la de Santa Lucía, Dos Bocas o el Tren Maya, a inversión productiva que detone nuevos sectores económicos como el de las energías limpias, la logística, y la innovación científica y tecnológica.

Muchas otras propuestas surgieron ahí, muchas muy buenas. Insisto, me genera esperanza. Si el gobierno no estorba, la sociedad civil podría encargarse de evitar esa crisis social.