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El costo del federalismo / Alfonso Bravo

Desde que nuestra patria nació como una nación independiente comenzó una lucha entre federalistas y centralistas de forma que la Constitución de 1824 estableció a los Estados Unidos Mexicanos como una república representativa, popular y federal, sin embargo en 1836 Las Siete Leyes instauraban el centralismo y el Estatuto Orgánico de 1843 lo confirmaban.

La época centralista de México con Santa Anna dejó un sin número de conflictos entre los mexicanos a causa de la pugna entre quienes proponían el federalismo y quienes buscaron instalar el centralismo, adicionalmente a las pérdidas humanas se dio una época de inestabilidad política y económica que los estadunidenses aprovecharon para hacerse de la mitad del territorio.

La Constitución de 1857 retomó al federalismo como base poniendo límites a la soberanía de los Estados, principios que fueron retomados por la Constitución de 1917. Después de la Revolución y hasta el año 2000 con el priato se vivió un federalismo simulado ya que el Presidente en turno ponía y quitaba gobernadores a su arbitrio.

Con la alternancia en la Presidencia de la República y la existencia de gobiernos estatales de partidos diferentes al del Presidente se comenzó a vivir un federalismo incipiente que transformó a los gobernadores de empleados a virreyes todo poderosos en sus entidades lo que ha derivado en excesos que han sumido a muchos estados en crisis de seguridad y viabilidad económica, lo cual se ve reflejado en el gran número de ex gobernadores que hoy son buscados por la justicia.

Como respuesta a estos excesos el sistema político ha reaccionado con posturas centralistas quitando a los estados cada vez más facultades, así vemos la propuesta de un mando único policial, la creación del Instituto Nacional Electoral que asume la conducción de las elecciones en lo local, las iniciativas de nuevas leyes nacionales sobre materias que antes eran competencia de los estados o comisionados especiales que asumen el gobierno de una entidad como sucedió con Castillo en Michoacán.

El gran poder que adoptaron los gobernadores se debe no solamente al federalismo naciente en nuestra nación sino tiene su base más sólida en la falta de división de poderes en los estados, los congresos locales son vistos como una oficina del poder ejecutivo y los diputados en lugar de ser el contrapeso institucional son coptados con cemento, tinacos y despensas que reparten en sus distritos con el único objetivo de buscar un nuevo cargo de elección.

El federalismo nos ha costado mucho en la historia de México y hoy nos sigue costando en corruptelas e inseguridad, ese costo es la inversión para ser la gran nación a que estamos llamados, la solución no esta en el centralismo oficial o camuflajeado que ya hemos visto, lo que necesitamos es tener una división real de poderes en donde los legisladores cumplan con su función de hacer leyes y fiscalizar al gobernador, solamente así se acabaran los excesos y eso no sucederá si los ciudadanos no lo hacemos eligiendo a los mejores para los cargos públicos, revisando trayectorias, propuestas y al final dando seguimiento a lo que hacen nuestros representantes cuando han sido electos.

¿Qué nos dejó la semana pasada? La votación en la cámara de diputados para dejar el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer, esta decisión se logró gracias a las marchas multitudinarias y a las miles de firmas manifestando la posición que sus representados piden a sus representantes, el miedo de perder en las urnas hizo que los políticos escucharan, allí está el poder del ciudadano.

Alfonso Bravo      Twitter @Poncho_Bravo    Facebook alfonso.bravo.am