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Mi Abuelo: Astolfo Vicencio Tovar

Constanza Guajardo Vicencio.- -¿Quién me acompaña a la tienda?- la voz de mi abuelo se oía en la entrada de su casa y mi hermana y yo, brincábamos de donde estábamos y corríamos a tomarlo fuertemente de la mano para salir.

Ir a la tienda era “su deporte favorito” y para nosotras dos, en ese momento, sus únicas nietas, era un verdadero día de fiesta porque para él no había imposibles; no nos negaba nada, todo lo que quisiéramos, nos lo compraba. Yo moría porque me comprara la muñeca de moda, pero siempre me contenía en mis peticiones (me imaginaba que llegando a casa mi mamá me recibiría con un sermón), así que normalmente llegábamos namás con los bolsillos repletos de dulces pero con el corazón contento.

Mi abuelo era así, un hombre que daba a manos llenas.

Junto con mis abuelos recorrí muchas partes de la República. Cada vacación de verano, mis papás nos depositaban a mi hermana y a mi en su casa y de ahí, mis abuelos nos llevaban a recorrer hermosos e inolvidables lugares. Recuerdo una vez que así de la nada mi abuelo nos dijo: -¿Vamos de paseo a Taxco?- y cuando llegamos ahí nos volvió a decir: -¿Y si le seguimos a Acapulco?- Así, tan simple y sencillo como tomar su coche y emprender la aventura. Lo recuerdo en esos interminables viajes en carretera, él al volante, mientras el resto dormitábamos y de pronto, nos despertaba a todos asustándonos con su típica frase mientras manejaba: “¡oigan!, ¿les platico qué estaba soñando?” ¡Así de simpático y alegre era mi abuelo!

Nació un 20 de marzo de 1927 en Mixcoac, y su mamá Dolores Tovar, y su papá Gustavo Vicencio, tuvieron a bien (¡o a mal!) llamarlo Astolfo.
-¿Y por qué te pusieron así, abuelo? ¡Qué nombre tan raro!-

Adolfo, Alonso, Alfonso… todo mundo confundía su peculiar nombre, así que mejor, de cariño le llamaban Tofis.
Cuenta Tofis que él nació blanquito, pero según platicas de su mamá (mi bisabuela, Tititita), casi recién nacido le dieron amibas, y que por eso, quedó negrito (¡Ay mi abuelo, tan ocurrente siempre!).

Si vieran fotos de él en su juventud, pensarían que era galán de cine: de tez morena, ojos grandes, frente amplia, alto, de cuerpo atlético y sonrisa encantadora.

–Muchas muchachas andaban tras de mis huesitos- me contaba mi sonriente abuelo, mientras veía de reojo a mi abuela, -pero la que se robó mi corazón fue mi Reyna.-

Maricarmen y Astolfo tuvieron 8 hijos: Maricarmen, la mayor (mi mamá), Lola, Bibis, Gus, Kena, Lulú, Ceci y Pablo, ¡fueron un montón!, y para mantener a tanto chamaco, mi abuelo la hizo de todo. Durante muchos años fue contador de una empresa, Flagrasa (o algo así), y cuando terminó sus labores ahí, y viendo la inquietud de su hija mayor por el diseño y la publicidad, decidió fundar su propia agencia, a la cual llamó: AsVic Publicidad.

Cuenta la leyenda que en AsVic surgió ese comercial ahora tan conocido de Kola-Loka, ¿lo llegaron a ver? Ese donde un cuate le pone Kola-Loka a su casco y se pega a una viga de acero y grita mientras mueve las piernas en el aire: “Peeegaaa de locuuuuraaa”. Y según mis recuerdos (aunque no me crean mucho, porque a estas alturas de la vida, ya las fechas, las temporalidades y los hechos se me revuelven y confunden un montón), creo que también, las letras de OXXO surgieron de los restiradores de AsVic publicidad.

Mi abuelo también fue actor de cine; bueno, extra, pero salió en el cine, en la película “El Corsario Negro” (1944), con el mismísimo Pedro Armendariz.

Resulta que él estaba en el equipo de pentatlón universitario y los que estaban filmando la película fueron a solicitar jóvenes que quisieran salir de extras como piratas. Y mi abuelo, que tenía espíritu aventurero y muy entusiasta, aceptó. Por ahí en su casa está una foto maravillosa donde se le ve a él caracterizado, yaciendo malherido en la proa de un barco, mientras una hermosa dama, le provée de amorosos cuidados. A raíz de esa foto, mi hijo jura que su Biso (como le llaman cariñosamente), participó en la película de Piratas del Caribe junto a Jack Sparrow.