“NO SOMOS IGUALES”: CIERTO, PERO…
Salvador I. Reding Vidaña.- Esta cantaleta es repetida una y otra vez por Andrés Manuel, dentro y fuera de sus mañaneras, y por algunos de sus fieles colaboradores. Se supone que no son iguales, porque no tienen los vicios de regímenes anteriores de gobierno, y que en cambio son honestos y eficientes. Pero ¿es cierto que “no son iguales”? depende del punto de vista. Veamos.
Analizando su gobierno y acciones legislativas, ya no como un futuro actuar, sino en el presente, con la experiencia de la presidencia morenista de Andrés Manuel desde diciembre de 2018. Es decir, la conducta de funcionarios públicos y legisladores en el poder o al servicio del poder. Y como esos personajes que hacen negocios muy lucrativos para los contratados y los contratantes a nombre del gobierno.
Como ya se hizo costumbre entre los seguidores de Andrés Manuel y de su partido, Morena, muchos de ellos, sin el menor análisis o reflexión, se lo creen a pie juntillas. Si lo dice el mesías tropical, debe ser cierto. Para quienes esto creen, ya no hay corrupción, desvío de recursos, falsedades ni cargos para la familia y amigos, y todos esos vicios que se adjudican a quienes Andrés Manuel llama neoliberales.
Pero quienes no le creen ciegamente, dicen otra cosa: “no son iguales, son peores”. La verdad es que sí son iguales en cuanto tener los mismos vicios, corruptelas y demás fallas. La corrupción, que está en el centro de la discusión, es característica de este régimen morenista. La desigualdad está en que todos esos vicios de gobierno que tanto critican y adjudican al neoliberalismo (como ellos lo llaman), los practica Morena a mucho mayor escala. Visto así, es cierto: son peores.
Una diferencia respecto a la corrupción es que, de alguna manera, mucho de ella se podía conocer y alegar por ser información pública. Había, si no total, sí alguna transparencia. Si se actuaba o no en contra de los corruptos era digamos una segunda fase. Pero ahora lo que prevalece, por decisión del gobierno morenista, es la opacidad, enorme, casi total en al menos los grandes renglones de gasto. Se oculta para que no se conozcan los nombres de los corruptos. Nunca se habían visto tantísimos contratos otorgados a empresas fantasma como ahora con Morena, descarada y públicamente: son, sí, peores.
Pero hay algo peor en el gobierno de Morena: la impunidad de los grandes beneficiarios de la corrupción es prácticamente total. La protección presidencial de los grandes corruptos es absoluta. Los hechos muy graves de corrupción, que ha señalado por ejemplo la Auditoría Superior de la Federación (ASF), han quedado impunes. Efectivamente, en este asunto crucial de la corrupción, los morenistas no son iguales ¡son peores!
Y si seguimos con la igualdad o desigualdad, hay otros temas cruciales. Durante muchos años, en el gobierno federal hubo altos funcionarios de gran calibre, internacional, super eficientes y honestos. Por eso ellos crearon a través de los años instituciones al servicio del bien común. No salieron de la nada digamos el IMSS o el Seguro Popular o a la Ley Federal del Trabajo. Un sistema escolar que, con todas sus fallas y omisiones, era muy superior al que están creando los de Morena e intentan imponerlo.
Es una característica del gobierno morenista de Andrés Manuel, poner al frente de muy altas responsabilidades a personas incapaces, abiertamente incapaces y que dan por tanto muy preocupantes resultados. Sigue el presidente morenista la política que varias veces ha mencionado: diez por ciento de capacidad y noventa por ciento de honradez. Pero… oh realidad, este 90 por ciento no ha sido de honradez, sino de fidelidad al jefe, de sumisión vergonzante, indigna y abierta. Seguir sus órdenes caprichosas, aunque vayan abiertamente en contra del bien común. En esto también se puede afirmar, sin temor a equivocarse: los morenistas sí son peores.
Las grandes obras públicas que son llamadas popularmente faraónicas, caprichos de los “neoliberales”, eran una minoría, y no absorbían enormes recursos tomados de otros renglones del presupuesto de egresos, como de la educación y la salud. En cambio, las grandes y caprichosas obras del gobierno morenista: cancelar el aeropuerto de Texcoco, convertir el militar de Santa Lucía en el AIFA, hacer un tren destrozando la selva en la península de Yucatán y construir una refinería fallida desde su concepción, en el lugar equivocado y en contra de la opinión de las grandes constructoras mundiales de refinerías, son algo nunca, pero nunca visto. Si, ¡son peores los morenistas!
Dos renglones hay muy importantes (entre muchos más que alargarían este texto). Son la seguridad pública y la salud. Si antes hubo fallas en el combate a la delincuencia hubo también buenas medidas, en cambio ahora bajo el lema de “abrazos, no balazos”, el combate a la criminalidad ha caído a niveles nunca vividos en México. Y qué decir de la atención a la Salud pública. Si antes pudo haber fallas en el suministro de medicinas, en estos años de Morena, el desabasto ha llegado también a unos bajos niveles nunca sufridos por la población, con muchos muertos por falta de recursos y medicinas para atenderlos, cosa que antes sí se lograba en buena parte. Otra vez: ¿son iguales o no? Y se cumple con la mayor certeza el afirmar que ¡son peores!
Para concluir, esos personajes de Morena en el poder, no solamente el presidente, han continuado los viejos vicios de la política nacional, pero en peor, mucho peor manera. Y los datos del propio gobierno (y no hay otros) lo demuestran a cabalidad, pero a los que se quiera ver, pues quienes se aferran al discurso morenista de que son mejores, y honestos, todo es mentira.
Les espantan los números, las quejas, los muertos, la inacción contra el crimen a todos niveles en donde gobierna Morena. No hay más ciego que el que no quiere ver. Los fanáticos y defensores de oficio del morenismo no pueden discutir, no tienen más argumentos que las afirmaciones presidenciales, huecas, sin contenido. En cambio, para quienes observan justamente alarmados la triste realidad de México, creada por Morena y su líder, es muy cierta la frase: no, no son iguales, son peores. Hacen lo mismo perverso, pero peor. Y demostrarlo es muy fácil.