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REORDENAR LOS FINANCIAMIENTOS

Por Alejandro Díaz.- Prácticamente todos necesitamos el financiamiento en algún momento de la vida, algunos durante toda su vida de adulto y otros sólo en ciertas ocasiones. Incluso a quienes les sobra el dinero porque la fortuna les sonrió -a sus antecesores o a ellos mismos- requieren financiamiento al instalar o expandir un negocio, comprar una casa o un bien duradero de alto precio. Difícilmente hay quien pueda asegurar que nunca ha requerido financiamiento a menos que viva como ermitaño.

Es del conocimiento popular que el financiamiento más barato se obtiene de los proveedores quienes rara vez reciben intereses por su aportación. En este caso se encuentra la gran mayoría de empresas, grandes y pequeñas, que mientras más producen más recursos necesitan, y la solución sencilla es recurrir a deberle a los proveedores. Unas cuantas, como las gasolineras, no tienen grandes cuentas por cobrar pues venden casi todo de contado o con tarjetas bancarias. Su proveedor principal, usualmente PEMEX, vende contra entrega o demanda pagar antes de la entrega. Con lo anterior se podría suponer que PEMEX tiene suficiente dinero para cubrir sus costos sin deberle a nadie. Pero es al contrario: la mayor empresa productiva del Estado es quien más dinero debe a sus proveedores, y les debe millones.

PEMEX es un barril sin fondo: perdió 600 mil millones de pesos en la primera mitad de 2020 y debe a proveedores nacionales 152 mil millones sin contar con la deuda externa o el pasivo laboral (1.4 billones). Con esos números, la petrolera nacional está prácticamente quebrada y es la más endeudada del mundo. Sólo tendría sentido seguir operándola si llegara a encontrar un nuevo pozo del tipo de Cantarell. De otra manera PEMEX seguirá concentrando pérdidas y aumentando deudas con proveedores.

Estas deudas son una deformación operativa que contamina la economía en forma total. Y como la mayoría de las empresas repiten este esquema con sus proveedores, la economía mexicana sufre una escasez de recursos que puede paralizarla. Podría forzar a que muchas empresas vendieran sus cuentas por cobrar con descuento a quienes tengan los contactos para hacerlas efectivas, una de las peores formas de corrupción posible. Y justo en “el sexenio de la lucha contra la corrupción”.

Esta costumbre operativa de financiarse con el capital de los proveedores recarga innecesariamente las finanzas de las PYMMES, las pequeñas y medianas empresas, que son la espina dorsal de la economía del país. Antes de que se piense en legislar al respecto, entre todos debemos empezar a cambiar la cultura empresarial para encontrar formas para modificar esta forma de financiamiento. Sin ese cambio, muchas PYMMES tenderán a desaparecer con el consiguiente costo para la economía, y para el país, contribuyendo al aumento del desempleo.

Para impulsar ese cambio cultural empresarial debemos comenzar por exigir que las empresas estatales (CFE también tiene una amplia cartera vencida) cesen de financiarse con proveedores. Mientras las empresas estatales sigan financiándose con proveedores no habrá aliciente para que el resto de las empresas, grandes y pequeñas cesen de hacerlo.

El ejemplo es básico para tener éxito en cualquier iniciativa. Ya vimos que la falta de control de la pandemia de COVID en México se agravó por la falta de ejemplo que muchos funcionarios debieron dar. Usar cubrebocas ha demostrado en muchos países ser uno de los pilares para contener la pandemia junto con la sana distancia, así como el limitar las reuniones en número de asistentes y su duración.

Si en verdad el presidente hubiera querido combatir la corrupción y dar el ejemplo, habría ordenado que las dos grandes Empresas Productivas del Estado pagaran sus cuentas por cobrar y de esa manera facilitar la labor de la flamante Secretaria de Economía para mejorar la economía de México. Difícilmente lo hará.