¿Qué clase de racismo?
Salvador Abascal Carranza.- Las recientes manifestaciones en buena parte del mundo occidental, incluido México, por el cobarde asesinato de G. Floyd, en Minneapolis, EE. UU. a manos de un policía blanco, nos puede llevar a pensar que, hoy en día, sigue existiendo un racismo estructural en Estados Unidos y en muchos países del Occidente, y nuestro país no escapa a esa terrible consideración.
A este lamentable hecho, se le suma otro más reciente, también en los Estados Unidos, en Atlanta Georgia, en donde un policía blanco mató a Rayshard Brooks, de 27 años por la espalda. Los motivos son lo de menos, la muerte de Rayshard es lo de más. De inmediato hubo una reacción, y unos manifestantes incendiaron un restaurante frente al cual sucedieron los hechos.
Quienes por estos y otros hechos han llenado las pantallas de televisión y los encabezados de los periódicos del mundo, protestando por una causa evidentemente justa, y que califican como racismo sistémico, se equivocan radicalmente en su percepción.
Me explico: en Libia hay venta de esclavos, se sabe, pero a nadie he visto manifestarse por esa infame costumbre. En la India los musulmanes, pero aún más los cristianos son perseguidos (es peor que ser sólo discriminados) por la mayoría indú, sin que las autoridades hagan mucho por proteger a unos y a otros, o por castigar los delitos contra las minorías religiosas. En Pakistán, en Siria, en Irán, etc., discriminan, persiguen y matan a los cristianos, sin que el mundo occidental mueva un dedo para defenderlos.
Por otra parte, en Estados Unidos, país en el que sucedieron los más recientes hechos, supuestamente racistas, existe una evidente mayoría blanca, pero fue electo y reelecto un presidente negro. Lógicamente, para lograrlo, tuvo que contar con un porcentaje muy amplio de votantes blancos. En un país estructuralmente racista, Barak Obama nunca hubiera sido electo, porque el porcentaje de negros es del 12.8. y el de blancos (sin contar blancos hispanos) es de más del 60%.
El caso del asesinato de George Floyd se debe calificar como abuso o como brutalidad policiaca, pero no se le puede acusar de racista al policía Derek Chovin, porque este está casado con una mujer inmigrante de Laos. Los otros dos policías que lo acompañaban, uno es hispano y el otro asiático. Un crimen racista se califica así por ser cometido por alguien que desprecia a las otras razas y, como se ve, no es el caso. También existe el racismo que podemos llamar inverso: Joe Biden, el candidato demócrata a la Casa Blanca, hace poco increpó a un hombre negro al que le dijo: “si no votas por mí, es porque no eres negro”. El New York Times reveló una foto de una manifestante blanca, antifa, enseñándole el dedo medio a dos policías negros.
La alcaldesa de Atlanta es de raza negra, lo mismo que el jefe de la policía de Minneápolis. Por cierto, tanto la alcaldesa de Minneápolis, como el gobernador de Minnesota son del partido demócrata. Esto nos dice que los que protestan, vandalizan y saquean las ciudades con el pretexto del “racismo sistémico” no tienen idea de lo que eso significa, o lo hacen porque favorece a sus intereses, o a los intereses de otros. Caen fácilmente en el sofisma llamado post hoc, propter hoc, que significa: después de esto, entonces esto otro; es decir, hacer una inferencia falsa de una premisa verdadera. En otros términos: si un policía blanco mata a un hombre negro, necesariamente es por “racismo sistémico”. No importa la evidencia, sólo la emoción.
La alcaldesa de Chicago (negra también) denunció en el Washington Post que los disturbios en su ciudad no son espontáneos y que tiene evidencias de que están previamente organizados. El FBI capturó a cubanos y venezolanos que daban dinero a los jóvenes manifestantes violentos. Lo más grave es que los negocios destruidos o saqueados durante las manifestaciones, son casi todos de propietarios negros. Todo haría pensar en una epidemia de odio de policías blancos contra ciudadanos negros, o que la policía estadounidense se dedica a “la caza del hombre negro”. Thomas Sowell, destacado economista negro, estadounidense, afirma que: “Blame the welfare state, not racism, for poor blacks problems”. “Hay que culpar al estado de bienestar, no al racismo, por los problemas de los negros”.
Según el reporte Interracial Violent Crime Incidents 2018 del gobierno de los Estados Unidos: Los delitos con violencia cometidos de blanco (no policías) a negro, sumaron 59,778. De negro a blanco, 547, 948. Muertes a manos de la policía, año 2016, blancos 238 casos, negros 123, latinos 79 casos. Fuente, Washington Post y El País, 4 de junio de 2020. Es muy interesante observar que el diario El País, uno de los principales medios de difusión de España, y del mundo hispánico, reportó estos mismos datos, pero destacando tendenciosamente en el encabezado de la nota, sólo el que da cuenta de cuántos negros fueron muertos por policías blancos, pero se guardó muy bien la cifra que revela que el número de blancos muertos a manos de la policía, es el doble. Es evidente, por otra parte, que existe un problema de comportamiento agresivo y violatorio de los derechos humanos –ese sí estructural- de los policías (negros o blancos) en los Estados Unidos, en su relación con la población de los EEUU.
Nada de esto quiere decir que no existe el racismo. Lo que es necesario poner en claro es que el racismo puede ser sistémico, como en la India, Paquistán, Siria, Turquía (el gobierno sirio y el turco persiguen a los kurdos sistemáticamente) o en Ruanda, África, en donde se dio una sangrienta guerra entre dos tribus: los Hutus y los Tutsis). También existe racismo de grupos, por ejemplo, el Ku Kux Klan, que fue fundado, por cierto, personajes del partido demócrata en EE UU, después de la Guerra de Secesión. A. Lincoln, republicano, decretó la abolición de la esclavitud en 1865, pero no fue sino hasta 1964 que por medio de la promulgación de la Ley de Derechos Civiles, se abolieron las leyes de segregación en el país del norte.
El racismo también puede ser personal, y es el más extendido en el mundo, es el que lleva a algunas personas a despreciar a otras por su origen étnico. El filósofo francés, Dominique Lecourt, dice en su obra “Contre la Peur” (PUF, Paris, 2011) Contra el Miedo, que la violencia contra otro ser humano tiene, como uno de sus componentes principales, el miedo. Especialmente el miedo a lo diferente, a lo desconocido, miedo que se va acrecentando o controlando, según sea la educación y el ambiente social en el que un ser humano se desarrolla. En otro artículo profundizaré más sobre este problema, pero bástenos por ahora saber que el racismo, el clasismo, el odio, la humillación del otro no tiene que ver, sobre todo en nuestro tiempo, con las leyes sino con la educación que un hombre o una mujer han recibido.
En México no existe el racismo sistémico, y la razón fundamental es que, a diferencia de los ingleses en las tierras del norte, los españoles y los indios se mezclaron, dando como resultado que en nuestro país se haya producido una población mayoritariamente mestiza. Debemos recordar que Isabel la Católica, en su testamento, recomienda tratar con respeto y dignidad a los indígenas.
No puedo dejar de mencionar los actos vandálicos que algunas turbas de furiosos manifestantes (con pretextos anti-racistas) han perpetrado en contra de algunas estatuas que representan a personajes de la historia, no sólo de América, sino del mundo. Estos actos son resultado de la estúpida ignorancia (no toda ignorancia es estúpida) derivada de la Leyenda Negra de la historia de España y de Hispanoamérica. Han tirado esos manifestantes estatuas de Cristóbal Colón y hasta de Isabel de la Católica y su justificación ha sido que se trata de actos de justicia histórica contra los esclavistas. No cabe duda de que, lo que le falta al mundo actual, es educación.