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Pandemia y pobreza

Marcos Pérez Esquer.- Desde enero hubo señales claras de que el gobierno no daba la importancia debida al Covid-19. 

Desdeñaba las medidas de protección y minimizaba la situación a grado tal, que ya en febrero, cuando el mundo entero sabía de la crisis sanitaria que se nos venía, decidió vender grandes cantidades de cubrebocas a China, sólo para, un mes después, recomparárselos en casi 30 veces el precio al que los había vendido.

Pero las señales de descuido siguieron. 

El 28 de febrero cuando se confirmó el primer caso de contagio en México, el Presidente decía que “tenemos capacidad para enfrentar esta situación”. 

El 4 de marzo, con 5 casos confirmados, insistía en que “hay que abrazarse, no pasa nada”. 

El 18 de marzo, con 164 confirmados, nos salió con aquello del “detente enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo”. 

Todavía el 22 de marzo, con 316 confirmados y ya 2 fallecidos, recomendó “no dejen de salir, sigan llevando a la familia a comer a los restaurantes y a las fondas”. 

El 26 de marzo, lanzó su primer pronóstico: “De acuerdo a nuestros técnicos, especialistas, científicos, el 19 de abril vamos a poder salir de la gravedad”. Ya había 585 casos y 8 muertos. 

Todo esto, en un contexto en el que seguía con sus giras y eventos sin la menor preocupación por las medidas de prevención, dando un pésimo mensaje a una población en la que todavía la mitad le sigue creyendo sin cortapisas, particularmente entre la gente más pobre.

Pero será el 2 de abril el que pasará a la historia por su declaración de que la pandemia “nos vino como anillo al dedo para afianzar el propósito de la transformación”.

Apenas el 26 de abril cuando se contaban 14,677 contagios y 1351 muertes, todavía decía que “vamos bien, porque se ha podido domar la epidemia”. 

El 29 de abril aseguraba que “se redujo el contagio, se volvió horizontal, se aplastó la curva”, pero había 17,779 confirmados y 1732 fallecidos. 

Estos mensajes provocaron que muchas más personas se confiaran, y enfermaran.

Sin embargo el 12 de mayo hizo una declaración reveladora: “hace un mes y medio, que estaba en Baja California, en Tijuana, recibí un informe de que teníamos que tomar decisiones con urgencia porque podíamos ser rebasados”. ¡Hace un mes y medio!, ¡o sea que cuando dijo que esto nos venía como anillo al dedo, ya sabía que el problema era grave!

Esta semana ya nos acercamos a los 200 mil contagios y a los 24 mil fallecidos. Esto implica que en México tenemos un índice de letalidad superior al 12%, mientras que en el resto del mundo es del 5%.

Todo esto a la luz de las cifras oficiales, cifras que seguramente están trucadas, o afectadas por las pocas pruebas que se realizan en México; son 178 pruebas por cada millón de habitantes, cifra similar a la de Nepal, mientras que en Chile realizan 2556; esto coloca a México más cerca de Bangladesh que realiza 154, que de países como Chile, por no hablar ya de Italia, el Reino Unido o Australia, que realizan más de 5 mil pruebas por cada millón de habitantes.

Pero hay otras cifras, las no oficiales, como las del matemático Raúl Rojas, de la Universidad de Berlín, que estima que en realidad México tiene alrededor de 5.7 millones de contagios, y 65 mil muertes; y agrega una reflexión: los más afectados son los más pobres, los que no pueden darse el lujo del confinamiento.

En medio de todo esto, de la manera más irresponsable, el gobierno prepara el retorno a la “nueva normalidad”, justo en el peor momento, en el pico de la pandemia, casi como buscando deliberadamente empeorar las cosas. No por nada Enrique Krauze ha dicho que el manejo de la pandemia ha sido criminal.

Con todos estos datos, México se coloca como uno de los países que ha manejado de peor manera la emergencia. Y esto incluye también a la economía. México decrecerá un 10.5%, el peor desempeño económico de entre todos los países del continente, una cifra nunca vista desde la Gran Depresión de 1932 en que nuestra economía se contrajo 14.8%, y generará 12.2 millones de nuevos pobres. 

Así, representando menos del 20% de la población latinoamericana, México aportará el 42% de los nuevos pobres de la región. Todo por la pandemia, pero también por el mal gobierno. Entre ambos acentuarán las desigualdades. 

Pero quizá justo esto sea lo que el Presidente espera; una sociedad más pobre. Ya vimos cuál es su concepto de “una sociedad mejor”. 

Por lo pronto, en la fila de los más afectados, esta vez es literal, primero los pobres.