Enfrentando el pecado de omisión política
Salvador I. Reding Vidaña.- Tanto desde el punto de vista religioso como del humano, el “no hacer”, la omisión de cumplir lo debido, puede ser muy grave. La omisión del deber causa muchos daños, que podían haberse evitado. En el caso de la política, en su amplio sentido, la no participación en lo que está al alcance, es pecado que puede llegar a alta irresponsabilidad.
La participación política no es bien entendida por la mayoría de la gente, que en general la reduce al voto. Para la democracia, claro, votar es la principal manera de hacer política, es ejercer el derecho de decidir a favor de lo que cada uno considera mejor para el país, principalmente en elecciones, más que por ejemplo en referendos y consultas ciudadanas.
Aunque la participación política inicia con cualquier acción a favor de la comunidad cercana, y en actividades para mejorar la vida ciudadana, como en organizaciones sociales con fines específicos de carácter cívico, llega a la desarrollada dentro de los partidos políticos como la más importante y decisiva.
Pero ante el futuro inmediato de las elecciones intermedias mexicanas del 2021, el voto es la participación política más decisiva, crítica. La conciencia de que esas elecciones de junio de 2021 determinarán el futuro no solo cercano sino a largo plazo de México, está en general en la cabeza de cada ciudadano. Pero no se ve la determinación de hacer algo al respecto por millones de ellos, decidirse a votar.
En las elecciones de 2018, hubo millones de ciudadanos que omitieron votar, por diversas razones, y esa omisión es una probable explicación del triunfo de Morena. No quiere decir que todos los que se abstuvieron hubieran votado por otras opciones y no por Morena, pero bien pudo haber ganado otro candidato presidencial y reducido la aplanadora de votos a favor de Morena.
La decepción de quienes simpatizaban por Amlo y su Morena ante un gobierno destructivo, ha hecho descender dicha simpatía dramáticamente en los últimos meses, hayan votado o no en 2018 por ellos. Pero esa decepción no los lleva a decidir a favor de otras opciones, se quedan en la indecisión. De esta manera, los partidos tienen mucho trabajo que hacer para convencer a la ciudadanía, primero que nada, que vaya a votar y luego que se vote por ellos y no por Morena.
Siempre, y en todas partes, el abstencionismo del voto ha sido un fenómeno recurrente, en mayor o menor grado, no es característica mexicana. Pero no es un asunto sencillo, que se puede catalogar solamente de apatía, negligencia o algo parecido; es mucho más complejo, con raíces psicológicas. La decepción y el creer que es inútil votar, porque un voto no cambiará nada, por ejemplo, deben ser tomados en cuenta. La mayoría de quienes no votan es quizás por negligencia.
No se puede acusar a todos los omisos, los abstencionistas del voto, con tabla rasa, es más, ni siquiera se puede acusar a todos, pero sí a los perezosos y a los amargados que por berrinche no votan. Y hay otra categoría que se ha sumado a veces y es la de quienes deciden anular su voto. ¿Absurdo? Si, y lo han hecho. Hay quienes anulan el voto porque les han convencido de que así protestan contra el sistema político, cuando en realidad, sin darse cuenta, lo están apoyando.
Ante este amplio panorama de los omisos, abstemios y anuladores del voto, los ciudadanos líderes sociales y políticos, tienen un gran trabajo que hacer, para lo cual deben tomar diversas estrategias de convencimiento y no a la acusación. Se debe recurrir a varios tipos de expertos en conducta humana, y a quienes lo son en comunicación y educación pública. En vez de reclamarles su inacción, hay que convencerles de la necesidad imperiosa, por el bien familiar, comunitario y nacional, de votar.
Los partidos políticos, más que preocuparse de aumentar su membresía, deben ocuparse de aumentar su simpatía política, es decir su apoyo y voto ciudadanos.
Los partidos políticos y las organizaciones que, conforme a la ley, deseen presentar candidatos independientes, tiene una oportunidad de convencimiento, relativo quizás en alcance, pero muy válido: presentar excelentes candidatos, personas “de buena fama pública”, sin tacha. Cada candidato de cola larga y hasta de abierta “mala fama pública” inhibirá el voto, tanto de los que no deciden votar como de los ya estaban dispuestos a hacerlo.
Toda esta enorme tarea de convencer al ciudadano de ejercer su voto en 2021 y hacerlo con toda conciencia, debe hacerse desde ya, y continuar hasta la propia elección, por todos los medios posibles, desde el trato personal, hasta el convencimiento en medios, la academia y las iglesias. Se sabe muy bien que debe hacerse, pero no se ha llevado a cabo. Hay quienes se empeñan en que la sociedad civil tire al presidente ahora, y no promueven el voto del próximo año para quitarle el control del Congreso federal y algunos estatales, es algo que deben revisar a fondo.