El presidente más atacado
Salvador I. Reding Vidaña.- Se queja Andrés Manuel de ser “el presidente más atacado en cien años”. Y se equivoca. No es el más atacado, es el más reclamado, demandado, exigido, señalado, lo que no es, para nada, lo mismo. Es quizás el presidente más criticado, justamente criticado, en unos cuantos meses de ejercer el poder. En su soberbia, confunde emocionalmente crítica adversa con ataques, y quiere que la gente así lo considere.
Durante años, Andrés Manuel se dedicó a atacar, insultar y agredir verbalmente a los presidentes en turno, y sus críticas están, en general, cargadas de mensajes de odio. Durante años, junto a críticas que podrían ser correctas, mintió sobre el ejercicio del poder de los presidentes, haciéndolos responsables de hechos falsos, o de otros hechos, políticas y posiciones políticas que les eran ajenas a los presidentes.
Recientemente, para considerar (a su juicio) que no se le podía criticar, dijo que en México había tres cosas intocables, y una de ellas era el presidente. Pero eso nunca obstó para que “tocara” a los presidentes que le precedieron, de Salinas de Gortari a Peña Nieto una y otra vez. Dos medidas, una para los demás y otra para él.
Los señalamientos que se le hicieron desde que era Jefe de Gobierno y candidato por años a la presidencia de la república, hacían referencia a sus mentiras descaradas, a sus propuestas populistas y en réplica a sus ataques a presidentes y otras figuras públicas cuando no tenían sustento. En su campaña para las elecciones de 2018, hizo ofertas completamente descabelladas, como la de que en cuanto tomara posesión el uno de diciembre, ese mismo día, la delincuencia organizada dejaría de hacer fechorías y asesinatos, y se convertirían en buenas personas. Decirle que era absurdo, era ataque.
Ya como presidente electo, tomó decisiones a aplicarse en cuanto tomara posesión, y así se hizo. Medidas que iban en contra del bien común nacional. Se emperró en llevar adelante proyectos que son inviables, como el Tren Maya y la refinería en Dos Bocas, cuando todos los expertos le decían que eran absurdas. Darle la contra, hecho por el bien del país, lo consideró y sigue considerando como ataques. Ofreció destruir el proyecto del nuevo aeropuerto en Texcoco, tirando a la basura millones de dólares. En cambio, decidió construir un aeropuerto en Santa Lucía, contra las recomendaciones de expertos. Decirle que era un error, para él, era atacarlo.
Reclamarle la desaparición de estancias infantiles o para mujeres violentadas, era atacarlo. Lo mismo con cualquiera de sus medidas populistas. Las becas a ninis y más. La destrucción lograda o intentada de instituciones de interés nacional produjo enormes reclamos ciudadanos, pero para él, eran y son ataques.
Cualquiera que le reclame algo, que le señale errores y faltas, sus descaradas mentiras mañaneras o en la jornada diaria, es, en su cabeza, un enemigo y por lo tanto lo que diga es un ataque. Si alguno de sus colaboradores hace algo mal, y se le reclama, lo están atacando.
Pero por su parte, en plena campaña atacó a mucha gente, entre ellos al presidente Trump (y mírenlo ahora). Ya en Palacio Nacional, se ha dedicado a atacar, difamar e insultar a quienes no le rinden pleitesía. Sus ataques incluyen amenazas directas contra periodistas que lo critican (videograbadas). También ataques contra empresarios y personeros de otros partidos, a líderes sociales y a quien se atreva a poner en entredicho, aún de la forma más correcta, sus declaraciones, políticas, mentiras y errores. Si se le presentan datos duros sobre sus fracasos, entonces se enfurece, y dice tener “otros datos” que por supuesto nunca ha mostrado.
No, Andrés Manuel no es el presidente más atacado, aunque sin duda algunos de los dichos o escritos en su contra sí sean ataques. Pero prácticamente todo lo que él llama ataques y que busca que la gente lo vea como tal, no son ataques, son reclamos, exigencias, llamados a la cordura y a corregir rumbos equivocados; son voces que piden que vea a México primero y no a sus caprichos, populismos, empecinamientos y gravemente erróneas políticas. Reclamarle la falta de medicinas para niños con cáncer, es atacarlo.
No, Andrés Manuel NO es el presidente más atacado, es el que más reclamos recibe, más señalamientos sobre sus decisiones y trato a terceros, más críticas adversas. En cambio, es el presidente que más ataca a sus críticos, “adversarios, conservadores, neoliberales, fifís y otros motes”. Le encanta victimizarse, pero lo curioso es que no le funciona.
Nunca un presidente había creado tanta división entre los connacionales, generado tanto odio contra quienes no le siguen y aplauden. Mientras etiqueta toda diferencia de opinión como ataque, se la pasa atacando a terceras personas, en lo individual o en conjunto, como lo ha hecho contra periodistas “vendidos”, empresarios, políticos y cualquiera otra persona que le diga sus verdades. No, no es “el presidente más atacado”, es el presidente más atacante.