La indiferencia cobra un precio muy alto a quienes la padecen
Esther Quintana.- Los diez mandamientos resumen las raíces morales de millones de cristianos, musulmanes y judíos. Y esto lo destaco porque es sustantivo llamar la atención sobre la universalidad de los principios que sustentan los preceptos ahí establecidos.
“No robarás”, es uno de los mandamientos que nos prescribe respetar lo que es ajeno. Y esto se recoge también en las normas jurídicas, por un lado consagrando el derecho a la propiedad privada y por el otro, tipificando como delito disponer de lo que no te pertenece. En nuestro país, robar ha sido una conducta ilícita recurrente, que se exhibe en todos los niveles, es decir no nada más tenemos políticos ladrones, también en el seno de la sociedad abundan este tipo de sabandijas, y perfectamente organizadas, tan lo están que cometen desmanes a ojos vistas, y difícilmente se les combate. Por supuesto esto implica la mancuerna deleznable que mantienen con autoridades de la misma ralea.
También en el decálogo se asienta el “No matarás” ¿y qué importa que sea considerado como delito, en el Código Penal? Hoy los homicidios, en nuestro país, de manera escandalosa van al alta y el grueso de ellos se queda en la absoluta impunidad. Somos una sociedad en decadencia, nos hemos permitido convertirnos en enemigos de nosotros mismos. Que válida es la expresión de Thomas Hobbes: Homo homini lupus, el hombre es el lobo del hombre; como va cobrando fuerza la expresión cuyo significado es que el hombre es el mayor depredador de sí mismo. En pleno siglo XXI estamos asistiendo a uno de los peores holocaustos colectivos, el materialismo nos ha ido comiendo la naturaleza gregaria intrínseca y hoy lo que priva es el individualismo más feroz, el prevalecer por encima de los demás al precio que sea.
Cuando se llega a los excesos que nuestra sociedad ha arribado, la historia nos da ejemplos de cómo se han colapsado verdaderos imperios, Roma, verbi gratia, el más grande su tiempo, por su causa. Cayó de manera estrepitosa, la pudrieron la perversión en el ejercicio del poder, el haberse apartado de principios básicos como son el respeto y la tolerancia, y esto se extendió a la mentalidad, a la conducta de sus habitantes, se tradujeron en acciones que llevaron a la extinción de su otrora grandeza, de sus instituciones jurídicas, de su espectacular eficiencia administrativa, de la disciplina impecable de su ejército. Todo se perdió en la nada.
Nuestro país hoy se debate en medio de una pandemia de salud, que por supuesto no es exclusiva, pero que ha sacado a flote las deficiencias de nuestro precario sistema público de salud, para decirlo de manera educada, y el remate es que se ha topado con un gobierno que no ha entendido la magnitud de la debacle, o que no quiere entenderla, por tozudez o por soberbia, o por ambas, del actual presidente de la República, que se arroga conocimientos que no tiene y a quien le resulta imposible escuchar a quienes sí conocen la materia.
De los casi 66 mil fallecidos que ha dejado la pandemia de coronavirus en México, mil 320 por lo menos, son trabajadores de la salud, que sin importar su propia vida, atendieron en condiciones muy precarias a los contagiados por el COVID-19, de acuerdo a un informe publicado el jueves de esta semana por Amnistía Internacional. Más de 7 mil trabajadores de sanidad han fallecido desde marzo a la fecha, en el mundo. “Después de México, los países que registran los mayores fallecimientos son Estados Unidos (mil 077), Reino Unido (649), Brasil (634), Rusia (631), India (573), Sudáfrica (240), Italia (188), Perú (183) y España (63)”. Y ahí están también los niños con cáncer, muriéndose por la falta de quimioterapias, y las personas con enfermedades crónicas que no están recibiendo sus medicamentos con regularidad… ¿Y qué?
Y de la crisis económica no vamos a recuperarnos hasta mediados del 2025… ¿Y en el inter qué? México tiene severos problemas de pobreza poblacional, que a lo largo de décadas no se ha solucionado, porque sigue aplicándose la misma fórmula desgraciada del asistencialismo ad perpetuam, en el que han vivido inmersas generaciones a las que acostumbraron al amamantamiento gubernamental, aunque sea raquítico y mezquino. Y es lo mismo que está dando el presente gobierno. ¿Y sabe por qué? Porque es la manera de mantener controlados a los más pobres y permanecer en el poder. Les importa un rábano enseñarles a ser autosuficientes, porque entonces son libres. Y está también el valemadrismo presidencial hacia las micro, pequeñas y medianas empresas, cuyas consecuencias son más desempleo, más pobreza y más inseguridad. Puras perlas.
No estamos ni medianamente bien, presidente. No lo diga, no insulte más la inteligencia de los mexicanos. Tenga por lo menos esa consideración…a ver si puede. Y sobre su lucha contra la corrupción, dicen que el buen juez por su casa empieza. Usted tiene gente verdaderamente impresentable, por ahí debiera iniciar…ah y mentir también es corrupción.