Participar en política: la parte no es el todo
Salvador I. Reding Vidaña.- Cuando reiteradamente se pide a los ciudadanos que participen en política, responden muchas veces de dos maneras. La primera es que la política es cosa sucia, llena de delitos, robos y otras malas acciones contra la gente. La segunda es que no quiere ni puede ser candidato a una elección ni puedo hacer campañas de partido (y, es más, ni siquiera está en un partido ni quiero estar). Veamos.
En cierta forma se puede responder a ambas objeciones de la misma manera. Es muy común identificar a las acciones políticas con las operaciones de los partidos políticos y las elecciones. Pero “hacer política” es mucho más que la vida partidaria y la electoral en particular. Tampoco hacer política es únicamente ser elemento activo en la toma de decisiones de gobierno o de legislar, estando en el poder formal o desde fuera, teniendo fuerza para incidir en dicha toma de decisiones (como se dice, ser un “poder fáctico”, es decir de facto, de hecho).
Hacer política, participar en ella, es mucho más que eso, pero está incluido, por supuesto. Política viene del griego “polis”, que es ciudad. Toda acción que se tome respecto a la comunidad (la “polis”, la ciudad), es una política. Hacer política inicia con el ejercicio de los deberes y derechos ciudadanos, comenzando con votar.
El voto es un derecho y una obligación (por ahora sin sanciones) constitucionales ambos. No solamente se tiene el derecho a votar o ser votado, sino que, efectivamente, es una obligación de ley, algo que la mayoría de las personas ignoran. Votar es la principal manera en la que un ciudadano en pleno ejercicio de sus derechos participa en la vida pública de su país. Al votar se elige a las personas a quienes el pueblo dará poderes, autoridad, para tomar decisiones en nombre de muchos y hasta de todos los habitantes de un país, un municipio o un estado de la federación, en el caso mexicano.
Por supuesto que la designación de los candidatos queda determinada por los poderes internos de cada partido político, y eso es una limitante, aunque puede haber también candidatos apoyados libremente por la población no organizada partidariamente, es decir presentados fuera de los partidos, cuando las leyes así lo permiten. Pero en muchos casos, la presión de ciudadanos en lo personal, y sobre todo de forma organizada, puede influir en la selección de candidatos de partidos, cuando públicamente apoyan o rechazan a quienes tienen buena o mala “fama pública”. Muy limitado, cierto, pero posible. Finalmente, el apoyo o rechazo populares determinan en parte la decisión de voto del ciudadano pensante, reflexivo (muchos no lo son al votar, lo hacen por simpatía, fidelidad ciega, fanatismo o por falta de información).
Pero hay otras formas de participación ciudadana que las leyes pueden ofrecer, como son las votaciones a nivel comunitario, en juntas de vecinos y más, fuera de la vida electoral o de partidos. La ley puede ofrecer al ciudadano otras formas de opinar, como son las de poder presentar las llamadas iniciativas ciudadanas, para proponer a las legislaturas iniciativas de reforma o creación de leyes. Existe también la consulta ciudadana, que puede comenzar con la petición a vecinos de cosas tan simples como la circulación de una calle o la inversión en un proyecto que les afecte directamente como lugareños o usuarios de servicios.
También puede tenerse el derecho al referéndum (o referendo), por medio del cual el ciudadano aprueba o desaprueba, con su voto, si está o no de acuerdo con decisiones del poder público.
Por otra parte, la ciudadanía ha demostrado en el mundo el poder de la protesta popular, no incluida en ninguna ley, más que como el derecho al libre tránsito, a la libre manifestación de las ideas y la libertad de expresión. Las muchedumbres en protesta han logrado la renuncia o expulsión de poderosos en el poder o la toma de decisiones políticas, desde medidas de gobierno hasta aprobación o no de cambios legislativos. El pueblo presiona, el pueblo protesta o apoya, aclama.
Se hace política cuando una persona interesada busca influir legítimamente en la opinión o acciones de otras personas, lo que va desde la simple conversación de café, hasta las publicaciones en medios de comunicación. Por supuesto que también se ejerce la política de forma ilegítima, no ética, cuando se presiona, extorsiona o amenaza a otros para apoyar o rechazar a algún político o partido.
Pero la política, la acción en la vida pública va mucho más lejos, pues toda actividad en la vida comunitaria, en esas que se identifican como actividades “cívicas”, son en favor de la “polis”. Educar a las personas, sobre todo a la juventud, en las responsabilidades legales o de simple sentido social, es también hacer política.
Aunque no lo parezca, pero el apoyo a otros en casos de desastres naturales como inundaciones, o de grandes necesidades por otras causas climáticas, o de hambre, de migración o falta de escuelas, como ejemplos, son actividades políticas.
La política en su amplísimo sentido y no sólo en lo que mucha gente llama grilla o abuso, no es mala en sí, al contrario, la política es participar en la construcción del bien común. Por supuesto que muchos abusan del poder que les da el voto popular, para dedicarse a buscar el bien personal o de grupo sobre el bien común, pero hay también avance social debido a los buenos políticos. No toda la vida en el poder público es nefasta ni santa.
Tampoco se puede identificar a los administradores públicos con los que la gente ve como “políticos”, esos de la grilla o del abuso del poder. Muchos servidores públicos, en especial funcionarios en posiciones de autoridad, están fuera de las actividades partidarias o al servicio de personajes poderosos. La gran mayoría de los llamados servidores públicos, también conocidos como burócratas, ni tienen poder de decisión, ni acceso a los dineros del erario para robarlos. Hacen su trabajo, algunos bien, otros mediocremente y otros más de pésima manera.
La política es pues mucho, pero mucho más que participar en partidos y elecciones a cargos públicos o de ejercer poder. Y cada ciudadano puede, y debe, elegir en qué forma u oportunidad puede hacer política, desde militar en algún partido o ser candidato, hasta hacer algo a favor de su comunidad vecinal, educarse y educar a su familia en sus deberes de colaborar al bien común.