2021
Julio Faesler.- El misterio espeso del nuevo año nos hace pisar con cuidado su umbral. No queremos que se repitan los descalabros que sucedieron en el año que ya quedó.
El que terminó antier había comenzado tolerablemente bien, con la esperanza de que iría dando ajustes al programa presidencial, ya en su segundo año de ensayos y que su marcha en algún aspecto, pudiera comenzar a redituar los primeros frutos de la austera y moralizada gestión transformadora.
Pero en el primer trimestre del año cayó la inopinada covid-19 trayendo desde el principio la necesidad de interrumpir de cuajo todas las actividades industriales, comerciales y de servicios. No había que dudarlo. Se trataba de tomar todas las precauciones anotadas por los expertos y confirmadas por las autoridades.
La atención fue poca comparada con lo que iba a ser. No sólo en México, sino también en la mayoría de los países fue la misma reacción. El resultado fue el previsto y advertido, no hubo engaño. La pandemia, con rebrotes y nuevas cepas, sigue su cruel andar por estas fechas e incursionará hasta bien andado 2021.
En el resto del mundo occidental las medidas de control fueron débiles. La sicología en Asia es diferente: allá la actitud es de respeto a lo que hace y dice la autoridad. Aquí el problema está desde el principio en la formación casera y se replica en la vida social. En 2021, las realidades vividas estarán impresas en la mentalidad de la población y su respuesta así lo reflejará.
En efecto, hay una larga lista de situaciones que no deberán perpetuarse ni con el argumento de que toda transición supone privaciones. La revolución que López Obrador impulsa tiene que cambiar su actual carril contestatario para que sea creíble y atraiga adeptos y convencidos.
Lo que es trágico en estos momentos es que López Obrador ha colocado a la 4 T en las vías del conflicto en lugar de buscar empatía y unidad. El 2021 debe abrir una etapa diametralmente distinta consistente en reiteradas reuniones de trabajo con los representantes y voceros de los diversos sectores de la sociedad para hallar fórmulas eficaces de ejecución para sus proyectos más ambiciosos. Las infraestructuras están en condiciones desastrosas y sus deficiencias se evidenciaron a lo largo del año pasado. Ni digamos el estado en que se encuentra el sector salud y las pobres Pymes.
Para todos los observadores nacionales y extranjeros y en primer rango los millones de mexicanos que las padecen, la infraestructura que más atención requiere es la moral. Los dos años de la 4T han demostrado varias fallas fundamentales que habrán de repararse una vez que el Presidente se dé cuenta que ellas le impiden avanzar en el marasmo de confusión que él mismo se ha creado al concebir a la sociedad como un campo de batalla que enfrenta a dos bloques esencialmente adversarios.
El ya arcaico concepto de inevitable lucha de clases no corresponde a las realidades actuales en que el clamor popular no es de guerra contra el explotador sino precisamente de identidad y conciliación de intereses complementarios. Años de confrontación no han resuelto la diferencia de ópticas entre el capital y el trabajo. Hoy día, por el contrario, nacen fórmulas que acercan metas inicialmente definidas como irremisiblemente opuestas y que se han ido fusionado en visiones compartidas. La honda brecha actual entre los pocos ricos y los muchos pobres encuentra remedio en propuestas de reformas fiscales que se discuten no solamente en universidades sino en Congresos y Parlamentos de todo el mundo.
En el avance que puede darse en un futuro inmediato hacia la unidad de propósitos comunes, la actividad de la sociedad civil organizada está confirmándose como esencial. Se requiere valentía para cambiar las cosas. Más todavía, se requiere sentido común para escoger al enemigo. Para los que temen lo que ha de venir en 2021 viene a cuento lo que Sancho le declaró a su amo: Ni las cosas buenas ni las malas pueden durar mucho. Por lo mismo, hoy podemos confiar en que lo bueno está en puerta puesto que lo malo ya ha durado tanto.