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Democracia, mucho más que votar

Salvador I. Reding Vidaña.- El fraude es el gran fantasma que ronda las elecciones, las que sean, cuando alguien inescrupuloso puede hacer trampas, que pueden ser diversas. Y va de la mano con el engaño. El mundo está, penosamente, lleno de ejemplos. Y el gran ausente del ejercicio del voto, es el que se abstiene. Hay que votar se dice y repite, y hay que cuidar los votos, muy correcto. Los días de la votación se consideran críticos en la vida democrática. Votar es ejercer la democracia, se nos dice, y es verdad, pero la democracia es mucho más que votar.

El tema del ejercicio democrático es muy amplio, pero podemos hacer algunas reflexiones al respecto. La democracia empieza con el ejercicio honesto, patriótico, de hacer buenas leyes, comenzando con una Constitución. Legislaciones que protejan los derechos humanos, en su máxima expresión. Leyes que impidan al poderoso atacar, violentar esos derechos, o cambiarlas a modo. Sin un reconocimiento de los derechos fundamentales del hombre y sin su debida protección legal, la democracia va desde trunca hasta inexistente.

Por eso, desde años de historia, el poder sobre un pueblo se ha buscado que sea equilibrado, y se ha logrado diseñando estructuras de poder que mantengan un equilibrio, y la tradición lo busca con tres poderes: ejecutivo, el que administra, el legislativo, que legisla y pide cuentas al anterior, y el judicial, que juzga si las acciones de las personas, sencillos ciudadanos o jefes de Estado, se apegan a las leyes, y tiene la facultad de imponer penas y sanciones a quienes violentan las mismas y causan daños a terceros.

Pero el ejercicio de la democracia ha encontrado que otras instituciones, completamente ajenas a las anteriores, son muy útiles para cuidar la democracia, en especial respecto a quienes tienen cargos en el poder ejecutivo. Son los órganos autónomos. Y para que puedan desempeñar sus funciones, deben estar legalmente protegidos en su vida independiente, de custodios de la democracia y de la búsqueda del bien común, en cuanto a decisiones y acciones de las autoridades.

Todavía yendo más lejos, las naciones han ido tomando compromisos internacionales, compartiendo en parte su soberanía, buscando el bien común internacional. Se hacen tratados, se establecen instituciones de cooperación internacional y se crean tribunales supranacionales.

La democracia moderna ha ido agregando a su original estructura de gobierno en tres poderes, diversos caminos, establecidos en la ley, para poder participar como ciudadano “de a pie” en “la cosa pública”, en las decisiones de la búsqueda del bien común, y para poder opinar en asuntos que les son relevantes.

Otra característica de la democracia es la libertad de expresión, de prensa, de asociación, de educación, de religión, de manifestación pacífica, y en general de opinión. Ello evitando el libertinaje de quien abusa.

Insisto: para que toda esta estructura de la vida política de una nación pueda ser auténtica democracia, es preciso que se busque y mantenga una sana ordenación legal. Algo que impida en lo razonable (frente al abuso de la fuerza), que quienes tienen cargos de autoridad no tuerzan los marcos legales, que les autoricen a tomar acciones contrarias a la democracia y a los derechos humanos.

Y sobre la propia ley, es indispensable que quienes ejercen el poder no engañen a la ciudadanía. Los engaños se dan en general cuando las personas confían, sin cuestionarse, en lo que dicen los poderosos. Son los engaños, las manipulaciones psicológicas, los cantos de las sirenas, lo que permite a un poderoso convertirse en dictador, en tirano, con el apoyo de los propios afectados. Cuando así sucede, los ciudadanos, esos que pueden votar, se van viendo impedidos, por la ley torcida o por el uso de la fuerza, a ejercer sus legítimos derechos y a determinar la vida pública de su patria.

La demagogia es el tal canto de las sirenas, presenta como bueno lo que es dañino al pueblo, y la demagogia del discurso político se vuelve populismo cuando al pueblo se le da pan y circo, cuando se le hacen promesas incumplibles para verse bien y comprar lealtades. El populismo, sobre todo cuando se compra la voluntad con dádivas, es el camino de la tiranía, del abuso del poder, en contra del bien común y a favor de los intereses del grupo dominante.

Así, buscar y defender la democracia va mucho más lejos que el ejercicio del voto en día determinado. Antes de esa fecha, los detentadores del poder pueden hacer muchas trampas y violaciones a la ley, y para buscar que una manipulada ciudadanía vote como ellos quieren o hasta que se desista de votar. Y pasadas las elecciones puedan violentar la voluntad popular manipulando los resultados. Defender la democracia es pues, mucho, pero mucho más que votar y vigilar comicios en marcha.

Los demócratas tienen mucho, pero mucho que hacer para que su patria viva lo mejor posible una auténtica democracia. Participar en las formas posibles en la vida pública (política) desde el nivel vecinal hasta el nacional. Respecto a las votaciones, deben animar y orientar a la ciudadanía de la ley, de su derecho y obligación del voto, y alertarla de los intentos de engaño en campañas electorales, y de quienes soterradamente distorsionan la verdad, embaucando también al votante. Distinguir a los candidatos honestos de los deshonestos, a los capaces de los incapaces, y mucho más, así el voto será informado y razonado.

Hay pues algo central sin duda: votar y pedir, animar el voto por el bien común de los indecisos, los apáticos o simplemente resignados-fatalistas y quienes han sido mentalmente manipulados a favor de los detentadores del poder o falsos mesías, que buscan su propio provecho, a través del legítimo derecho ciudadano al voto. Pero, insistamos: es indispensable informar y ayudar a los ciudadanos a informarse antes del día de votar. Cuidar lo que dicen partidos, candidatos, comentaristas y los murmuradores pagados, para distinguir verdades y engaños.

Los demócratas tienen así muchas tareas por delante, tanto en su propia defensa de derechos y bien común, como en las que los indiferentes dejan de hacer (y luego, claro, se quejan). Democracia es, efectivamente, más que votar, pero lo incluye primordialmente.

Salvador I. Reding V.

#81añosPAN