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PELIGROSA ADICCIÓN

Por René Mondragón

CONSULTANDO ANDO

De acuerdo con el “tumba-burros” de cabecera, puede deducirse que adición proviene del latín: “Addictus, que es el participio perfecto del verbo addicere, que en origen significó decir a favor de otro, de donde ser favorable a”; pero también tiene otra acepción: “muy favorable o inclinado a, dedicado o entregado a”

Este amanuense recurre a ambas, en especial, cuando se trata de participar en el flagelo nacional del púlpito y cadalso, sitio de tortura resignada para los reporteros y monumento al exterminio de cualquier cosa que se oponga a los grandes dictados presidenciales.

CAMBIOS

Por supuesto que en ausencia del mandatario macuspano, las amenazas, maledicencias, vituperios, datos incomprobables, trampitas y trampotas de comunicación bajo el pretexto supino de “informar” al pueblo sabio, cambiaron varias cosas.

Para empezar, los tiempos del suplicio para el lugar donde la espalda pierde su decente nombre. Porque, es evidente la adicción del mandatario a dar respuestas larguísimas a las preguntas de sus favoritos y con ello, hacer surgir la otra adicción, la de adueñarse de la palabra y abrir paso a otra más, los eufemismos y las cifras incomprobables, oscuras y/o llenas de una opacidad tal que quedará en el viento para las futuras generaciones.

AFLORACIONES

Evidentemente también, surgen del club de sus “aplaudidores” como dice Beatriz Pagés Rebollar, los otros modelos de adicción: el incienso excesivo al grado de tiznar, y los “invitados de piedra”, que en latín vulgar se conoce como “floreros”. Esos que no hablan, permanecen en sus asientos. No asienten ni niegan; no participan y si lo hacen es a costa de nunca opacar la imagen o la palabra del presidente. Es la metodología López Gatell.

Es peligrosa la adicción, porque le llenan de humo la cabeza al presidente; porque le hacen creer que él nunca se equivoca y siempre le asiste la razón. Es peligrosa por su deslealtad a quien les dio la chamba y solo a algunos, su amistad; y así se van tejiendo las dictaduras.
IMPOSIBLE METAFÍSICO
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El escribano junto con varios miles de mexicanos, creíamos que el COVID haría milagros; que se produciría el tan anhelado cambio de timón, y que la reflexión, la mesura y el sentido común provocado por el coronavirus y el descanso obligado, haría la transformación.

¡Oh, cuán equivocados estamos! El imposible metafísico cuajó. No solamente, nada cambió ni mutó y tampoco se produjo la iluminación del gran oráculo. Por el contrario, esa peligrosa adicción se potenció al regreso.

Volvieron las amenazas, las valentonadas dirigidas contra el cubre-bocas. Ocupó de nuevo su lugar la descalificación de las recomendaciones del delfín subsecretario para usarlo, porque, al fin y al cabo, ya no hay forma de que él contagie. Así lo decretó en la mañanera.

Ha dicho que está bien. Tan bien como la compra de vacunas. Tan bien como la eliminación del huachicol y el narcotráfico. Tan bien como el número in crescendo de los vacunados hasta en dos ocasiones. Tan bien como las medicinas para los chicos con cáncer o las personas con insuficiencia renal.

La economía y el desarrollo de México, será capaz de ubicarse en los mejores planos internacionales y competitivos. Seremos felices, pues, porque ya se decretó también la re-generación de dos millones de empleos. Así que, para qué hablar de la tentación de adueñarse de las pensiones de nuestros viejos, finalmente, esos recursos hacen más falta en el Chu-Chu Maya o Santa Lucía.

La parte peligrosa de la adicción radica en que, contra toda lógica, PEMEX y la CFE nos llevarán a sentirnos como en Dinamarca, Suecia o Finlandia, con carbón y todo; aunque el TMEC pueda irse por la alcantarilla atado de las cada vez más exiguas inversiones locales e internacionales.

El fenómeno adictivo es peligroso, porque a pesar de la deficiente y oscura marcha del país, su popularidad crece como espuma. Eso lo sublima al Olimpo porque el pueblo es bueno y sabio.

El escribano reitera. Ojalá no sea demasiado tarde.