Enseñarles a pensar, ese es el reto… (Primera parte)
Si en la escuela se enseñara a niños y jóvenes a pensar, a discurrir sobre si lo que ocurre a su derredor debe ser siempre como les han dicho que es… ¿qué pasaría si permeara el cuestionamiento de qué tal si fuera de otra manera? Las interrogantes del cómo, dónde, cuándo y más equivalentes son importantes, pero la pregunta sustantiva para despejar embrollos mentales: ¿Y por qué no asá? Sí, asá, no así… Uyyy… Y esto viene a colación por el desbarajuste que desde siempre hemos tolerado los mexicanos con respecto a la actuación de gobiernos de todos colores, que hemos tenido, y en los que abundan las raterías, las incompetencias, las ineficiencias, etcétera, y todas en perjuicio nuestro, jamás en la de los hijos de su mal dormir que quedan en la absoluta impunidad. La solución podría estar tal vez en buscar las soluciones desde otra perspectiva, pensando de manera lateral…
¿Pero qué diantres es el pensamiento lateral? Se trata de un mecanismo intelectual creado principalmente por el doctor y psicólogo egresado de dos prestigiadas universidades, Oxford y Cambridge, Edward Bono. No es nuevo el concepto, data de 1967. Bono propone y así lo explica en sus libros, que la parte toral de ese pensamiento radica en estudiar la información disponible pero desde ópticas distintas a las tradicionales. Invita a complementar la lógica vertical con el pensamiento lateral. Destaca que resulta inútil aferrarse a escarbar más profundo en un pozo, cuando la solución está en la exploración de otro diferente. Invita a volver la vista a los terrenos de la innovación y a deshacerse de esquemas cien mil veces repasados y a atreverse a pensar en otras alternativas, aunque de primera instancia se antojen como verdaderas locuras. Pensar en la misma dirección no ayuda a variar la perspectiva. Él sugiere ejercitarse en formas alternativas de plantearse el problema que se analiza, subraya la calistenia del pensamiento provocativo y a volver la mirada a derroteros no considerados desde el patrón de la lógica rutinaria. Expresa que sin creatividad difícilmente puede haber progreso, cualquier avance significativo en los diferentes ámbitos del quehacer humano son resultado de una visión diferente y original.
Y va más allá al plantear que el pensamiento creativo te lleva a alimentar tu propio yo, reafirmando tu personalidad, la esencia de lo que eres, a diferencia de la entrega ciega, borreguil –como la que arrastran millones de mexicanos– a quienes representan el mesianismo desastroso que ejercen los dictadorsetes sobre pueblos acostumbrados a bajar la cerviz y a acatar sin más trámites lo que a aquellos se les venga en gana hacer o no hacer. Cuanto nos ha dañado ese desgraciado “modito” de apechugar sin chistar. Hemos alimentado sabandijas, vividores, logreros, en detrimento de tanto mexicano que vive como paria y que además está conforme con semejante suerte.
La reforma educativa que echó abajo López Obrador en complicidad con las huestes de un magisterio sometido, tenía como premisa fundamental enseñar a los niños a pensar, y para ello se requiere trasmitir la necesidad del espíritu crítico, ese que no da por sentado nada si no que se convierte en acicate para indagar todo lo que pase por el tamiz de la inteligencia, ese que te disciplina para masticar, para digerir lo que te presentan y llegar a tus propias conclusiones, sabiendo que el conocimiento está sujeto siempre a refutaciones. Esta enseñanza es enemiga de la memorización y de la repetición como pericos de lo que exponga el docente. En clase es de vital trascendencia el intercambio de opiniones entre los alumnos, reiterando una y otra vez el análisis desde diferentes ángulos y perspectivas. Durante los años que tuve la fortuna de estar frente a grupo retaba a mis alumnos a la discusión inteligente, con argumentos. ¿Y sabe de quienes lo aprendí? De mis maestros. Yo estudié en escuela pública, salvo la primaria. ¿Dónde se perdió, en qué momento se perdió ese magisterio fuera de serie?