Oposición ciudadana
Esther Quintana
“El populismo necesita enemigos, la democracia requiere oposición”. Jan-Weiner Müller
En el ámbito político hablar de oposición es de lo más común. Hoy ha cobrado más relevancia mencionarla. La oposición la conforman los partidos políticos, las mayorías parlamentarias distintas a las del gobierno en turno, que son los que habitualmente se inconforman con las actuaciones de aquel. La oposición, en consecuencia, es el sector contrario al poder establecido o dominante. Cuando la oposición es fuerte y organizada se convierte en el contrapeso por excelencia de las acciones del gobierno. Exige periódicamente explicaciones al poder Ejecutivo sobre las políticas implementadas, y a la vez lleva propuestas vía las cámaras, que tienen la representación de la ciudadanía y de las entidades federativas. La crítica sustentada al gobierno se torna en instrumento ad hoc para plantear y desarrollar alternativas políticas, a más de control eficaz sobre las acciones del poder Ejecutivo, en concordancia a lo establecido por el Poder Constituyente, de ahí que los sistemas políticos deban garantizar a las organizaciones políticas un conjunto de derechos que les permitan cumplir su tarea en una democracia, cuyo eje principal es precisamente, la división de poderes. Resulta pertinente destacar que la oposición política es un derecho fundamental, no circunscrito como generalmente se cree, a partidos y movimientos políticos, sino a toda la ciudadanía. La ciudadanía también está facultada para ejercer ese control político. ¿Qué no? Lea los artículos 6, 7, 8, 9, 35 y 36, entre otros, de nuestra Carta Magna.
La oposición política es una consecuencia directa del valor del pluralismo y del derecho al disenso. Canalizar el descontento con el objeto de censurar cuando el gobierno no actúa conforme a la ley, es justo y necesario. La oposición política resulta esencial para consolidar una democracia SANA, es decir, con pesos y contrapesos. El desacuerdo, la fiscalización y la crítica son sustantivos para generar propuestas que promuevan la alternancia en el poder, típica de las democracias consolidadas. Una democracia no sólo demanda elecciones justas; es imperativa la participación ciudadana, cultura política, libertades civiles, gobiernos competentes y, por supuesto, garantías para el ejercicio de la oposición.
Hoy día en México se quiere implantar un discurso hegemónico, que viene a profundizar la anemia de un sistema político obsoleto, y la oposición debe decidir si va a seguir acompañando esa debacle o si abandera las causas de los mexicanos. La oposición es el resultado del ejercicio de libertades y derechos como son el de la libre expresión, de asociación y por supuesto el del sufragio ¿Por qué desdeñan los ciudadanos esos instrumentos? No es tarea exclusiva de los partidos y los movimientos políticos utilizarlos, nos corresponde a todos; costó sangre, sudor y lágrimas, parafraseando a Churchill, incluirlos como derechos fundamentales. Decía Dante Alighieri que “Los lugares más oscuros del infierno están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en tiempos de crisis moral”. El derecho a la oposición surgió cuando se abatió la exclusión política y la autocracia y se reconoció la legitimidad del disenso. Es importante subrayar que el término oposición no solo es aplicable para aludir al desacuerdo, también es válido para referirse a la posibilidad de conciliar intereses y valores diferentes mediante la existencia y la participación de organizaciones políticas que conllevan esa diversidad. Desde esta perspectiva la oposición se convierte en un aglutinante principalísimo para asegurar la convivencia armoniosa entre sociedades complejas.
Es hora de tomar nuestro lugar en esta era tan convulsa que estamos viviendo en México, tenemos problemas de salud, económicos, desempleo, inseguridad, descomposición social, etc. Este 6 de junio tenemos oportunidad de redireccionar el rumbo de nuestro país. Empecemos por no volver a sufragar a ciegas, el costo que estamos pagando por nuestra indiferencia es muy alto. Debemos empezar a crear una verdadera memoria política que nos permita emitir nuestro voto de manera razonada. Seamos ciudadanos, no simples habitantes, convirtámonos en una oposición real, verdadera, seria y respetuosa.