500 AÑOS
Marcos Pérez Esquer.- Este viernes 13 de agosto se están cumpliendo justamente 500 años de la conquista de Tenochtitlán atribuida a Hernán Cortés. Y como era de esperarse, este importante día ha reactivado una serie reflexiones y debates en torno a ese suceso histórico.
Por una parte están quienes buscan reivindicar a las poblaciones indígenas destacadas entonces en lo que ahora es el territorio nacional, y de hecho proponen que ahora se hable ya no de los “500 años de la conquista”, sino de los “500 años de resistencia indígena”. Y en ese contexto, también exaltan la actuación de los tlaxcaltecas -históricamente vilipendiados como traidores-, haciendo ver que en realidad ellos, y otros pueblos originarios, que vivían sometidos al pueblo mexica, solo aprovecharon la situación para liberarse de ese yugo, sin estar en condiciones de saber cual sería la serie de acontecimientos que ello detonaría de cara a los siglos por venir.
Ciertamente es increíble que a 500 años de aquellos hechos, todavía hoy, los tlaxcaltecas actuales, tengan que seguir sufriendo el señalamiento de ser supuestos “traidores”.
También ha salido a relucir, el hecho de que “la conquista” nunca se habría logrado sin la participación de esos pueblos indígenas que se aliaron a los españoles para derrotar a los mexicas, de suerte tal que, en cierto sentido, la conquista en realidad la hicieron los indígenas. Cosas curiosas de la historia pero bien leída, tendríamos que aceptar que 300 años después, la independencia sí fue lograda por españoles, así que ahora tenemos que en realidad la conquista la hicieron los indígenas, y la independencia los españoles. Vaya cosa.
Incluso se intenta hoy, cambiar la denominación de la llamada “noche triste”, por la de “noche victoriosa”, en alusión al día en que Hernán Cortés hizo una fallida intentona por tomar Tenochtitlán. Si en ese momento el derrotado fue el ejército español, algunos se preguntan ¿por qué le llamamos “noche triste”?
En fin, como puede notarse por estos días, hoy por hoy pululan las expresiones de este tipo por las que se trata de reivindicar a los pueblos y comunidades indígenas, y se denosta a los españoles. Sin embargo, están también otros actores, que con un poco más de prudencia -creo-, plantean que en realidad las y los mexicanos de ahora, somos la mezcla de esas dos grandes razas (o etnias), que somos tan indígenas como españoles, tan españoles como indígenas, y que, habiendo sido efectivamente terrible ese encuentro de hace cinco siglos, sin él nosotros simple y sencillamente no existiríamos.
En ese sentido, me parece que ponernos de un lado o de otro, es igualmente erróneo. Salvo por el 10% de la población que sigue siendo puramente indígena, el otro 90% somos mestizos, y como tales, si tomamos partido dejamos de lado una parte de nuestro propio ser.
Siempre me ha llamado la atención la propensión de muchos mexicanos por hablar de la conquista desde el lado perdedor. Se suelen escuchar expresiones como, “cuando llegaron los españoles y nos conquistaron…”, y nunca escuchamos que un mexicano diga algo como, “cuando llegamos a estas tierras y conquistamos a quienes aquí habitaban…”. Desde luego no estoy invitando a que hagamos eso, sería tan parcial y erróneo como lo primero; pero quiero destacar que por alguna extraña razón, está en nuestra naturaleza colocarnos siempre del lado de los vencidos.
Pero insisto, en realidad somos la mezcla de dos (o más) pueblos grandiosos y ello debería hacernos sentir orgullosos. De esa conquista, de ese encuentro, surge nuestra raza, la raza de bronce, la quinta raza, la raza cósmica; y eso no es poca cosa.
Desde luego debe condenarse la sangrienta forma en la que los españoles aplastaron a los indígenas, y la manera en la que los explotaron por tres siglos, e incluso el hecho de que los mestizos seguimos sojuzgándolos, pero ello no debe implicar que repudiemos lo que somos como esencia.
Lo que debería ocurrir -creo-, es entender nuestra propia realidad, reconciliarnos con nosotros mismos, reivindicar sí, a los pueblos y comunidades indígenas, pero dejar de lado nuestros traumas y compejos para con los españoles. Reconocer que somos ambas realidades -a la vez indígenas y españoles-, reconocer que somos una mezcla (mestizos) nos hará mucho bien.