Larga vida al INE
Esther Quintana.- El advenimiento de los llamados Órganos Constitucionales Autónomos al sistema político mexicano es relativamente nuevo, verbi gratia, el Banco de México fue el primero al que se le otorgó autonomía (1993), lo siguió el Instituto Federal Electoral -hoy Instituto Nacional Electoral (INE)- en 1996, en 1999 la Comisión de Derechos Humanos. Hay muchos más, los más nuevos son el IFAI y la Fiscalía General de la República, en 2014. El maestro Filiberto Valentín Ugalde Calderón los define como: “órganos públicos que ejercen una función primordial del Estado, establecidos en los textos constitucionales y, por tanto, tienen relaciones de coordinación con los demás poderes tradicionales u órganos autónomos, sin situarse subordinadamente en alguno de ellos”. En palabras llanas, dentro de la estructura del derecho administrativo son un contrapeso al Poder Ejecutivo, su creación fortalece de manera importante una barrera al desbordamiento de ese poder que hoy por hoy sigue teniendo preeminencia sobre los otros dos, de ahí el fenómeno del infausto presidencialismo. Voy a centrarme en el Instituto Federal Electoral (hoy Instituto Nacional Electoral), creado ex profeso para que existiera un árbitro independiente del Poder Ejecutivo en el cumplimiento de la función estatal de organizar, supervisar, calificar y sancionar los procesos electorales. Recuérdese que antes de que este organismo existiera, las elecciones federales corrían por cuenta de la Secretaría de Gobernación y en las entidades federativas, de la Secretaría de Gobierno. Reformas importantes promovieron el cambio político en México partiendo de la relevancia que tenía “ciudadanizar” al árbitro, dotarlo de “autonomía e independencia” y democratizar las nuevas vías de participación ciudadana, incorporando otros actores en las negociaciones y toma de decisiones políticas. El proceso, y lo digo con conocimiento de causa, está inacabado y se avanzará de manera sustantiva cuando los consejeros electorales dejen de ser designados por los partidos políticos que tienen asiento en la Cámara de Diputados. Propuse cuando fui diputada federal una fórmula diferente, y no prosperó, ni siquiera llegó a comisiones, ni mi grupo parlamentario la impulsó… ¿Sabe por qué? Porque pulveriza el control sobre los consejeros. ¡Anatema! ¡Pecado mortal! Vuelvo al punto, la ciudadanización es fundamental para darle credibilidad a los comicios, para que los electores tengan confianza en que su voto va a ser respetado y definitorio en la elección de sus representantes. La gente no confía ni en el gobierno, ni en los partidos políticos, hoy, menos que nunca. No ha sido fácil romper con inercias propias de un sistema político tan proclive a la simulación y a las componendas. El hoy Instituto Nacional Electoral es uno de los contadísimos organismos públicos en los que el grueso de los mexicanos sí cree.
¿Por qué el ataque reiterado, feroz, de López Obrador per se o a través de sus personeros, contra el Instituto Nacional Electoral? No tiene mucha ciencia la respuesta, órganos como el INE sustraen atribuciones nominales a la figura presidencial y realizan funciones estratégicas para el Estado, asimismo, a querer o no, significan control social al poder estatal. Y esto también sigue inacabado, porque los mexicanos todavía no le hemos hecho sentir a los órganos de poder nuestro peso real, la mayoría sigue nadando de muertito y ajena –por ignorancia, por valemadrismo o por complicidad- a la trascendencia que tiene participar en los asuntos públicos de su comunidad. Asimismo, el INE continúa siendo un tema secundario para el Poder Constituyente, influenciado por coyunturas de índole partidista y otros intereses a más de rastreros y mezquinos. El panorama no es alentador. Ojalá que los legisladores tuvieran los tamaños y sobre todo la grandeza, para hacer de órganos como el INE, un instrumento genuino para el diálogo entre gobernados y gobernantes, y no una simple arena de intercambio de insultos y descalificaciones entre partidos políticos, para decir lo menos.
Bravo por Lorenzo Córdova el día de su comparecencia en San Lázaro, les dio cátedra de educación y estatura política a muchos de los barbajanes con disfraz de legisladores que cobran en aquel lugar.