Partidos políticos
Juan José Rodríguez Prats.- Con mi solidaridad a José Manuel del Río Virgen injustamente procesado.
Una de las peores carencias en México ha sido la de los partidos políticos
Manuel Gómez Morin
Creo que es ocioso y bastante chocante insistir en las fallas de este gobierno. Están suficientemente sustentadas y cada vez es más evidente la situación de desastre en que nos encontramos. Es mejor ocuparse en lo que podemos y debemos hacer para remediar nuestros males. En esas condiciones, hay instituciones en las que recae principalmente la tarea: los partidos políticos.
Tres reflexiones de previo y especial pronunciamiento. Los deshonestos no tienen principios, los guía su interés personal. No hay deshonestos de izquierda o de derecha. Es deshonesto y punto. Segundo, desconfiemos de las autodefiniciones. En muchos casos, a la pregunta de cuál es la ocupación de algún militante, la respuesta es: “soy luchador social”. Ahí comienza mi desconfianza. Tercera, no se es de una ideología de una vez y para siempre. La veleidad del político no es legendaria ni consecuencia de una calumnia. Es palpable y cotidiana.
En una de mis experiencias como delegado de partido, detectamos en la lista de militantes un elevado número de desertores. Al querer saber por qué se habían retirado, un hombre de avanzada edad me hizo una pregunta que me impactó: ¿No será que cuando hay tanto decepcionado es porque no perciben la causa por la que se milita? He aquí el primer ejercicio. ¿Cuál es la causa por la que lucha cada uno de nuestros siete partidos? Difícil ejercicio. Unos por su ausencia y otros porque, si la tuvieron, se les quedó en el camino.
Se ha abandonado la obligación partidista más importante: capacitar, preparar ciudadanos para la democracia. Ortega y Gasset escribió: “La opinión pública y los apasionamientos políticos son obra vil del contagio”. Para evitarlo, hay que hacer pedagogía política, analizar nuestra realidad, conocer nuestra historia y transmitir ideas que le den sentido a la política. Menuda labor.
En el PRI del siglo pasado no había auténticas campañas políticas. Se sabía que el ungido por el partido oficial era el seguro ganador. Hace unas cuantas décadas se iniciaron las auténticas contiendas con sus aciertos y sus deficiencias. Esa asignatura está pendiente. Ganarse el voto con la razón y el convencimiento no es fácil. Es un trabajo escabroso y de largo plazo. El dinero, la pobreza y la moderna tecnología no han sido factores que coadyuven a una mejor democracia. Muchas amenazas se ciernen para manipular la voluntad ciudadana. Vencerlas exige un compromiso de alto calado ético-social.
Los partidos han trasladado prácticas mercantiles con consecuencias negativas, desde mi punto de vista. Por ejemplo, proceder como las empresas que, mediante sondeos, descifran lo que los usuarios quieren. Esto no es lo indicado para postular candidatos responsables de tomar decisiones que nos involucran a todos. Basta asomarse a la elección de gobernadores para confirmar cómo están arribando, con notables excepciones, personas totalmente descalificadas que ocasionarán enormes daños. Todo se ha reducido a lo electoral, lo cual es un rampante oportunismo.
Los partidos son cedazos. No se trata de postular a quien sea. “Qualunquismo” le denominan los italianos, o partidos “cacha todo”, como se les conoce más comúnmente. No se trata de postular a quien sea con tal de ganar, sino a quienes pueden desempeñar mejor los cargos en disputa.
Los dirigentes deben esmerarse en que los militantes se sientan a gusto. Le llamo la regla de oro: que cada miembro de la organización se sienta tratado como él cree merecer. Nuevamente, no es fácil. Exige una comunicación fluida y una actitud incluyente, escasas en las cúpulas de nuestras organizaciones.
En resumen, tenemos siglas, franquicias, pero no partidos políticos. La responsabilidad es de todos, de las elites y de los ciudadanos. Por lo pronto, aceptemos un hecho incontrovertible: una democracia requiere de partidos. Por más que se hable de la era post partidista, esta aun no inicia.