SAN LUIS RÍO COLORADO: ZONA DE GUERRA
Marcos Pérez Esquer.- Esta semana la Secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, salió a festinar la magra dismunición que de acuerdo con sus cifras se ha visto en materia de homicidios dolosos en México. Se trata –dijo- de “una tendencia a la baja del homicidio doloso en México que se dio a raíz del fotalecimiento de la Estrategia de Seguridad, que comenzó en julio de 2018”. Luego explicó que al comparar el año 2021 con el anterior, la disminución fue del 3.6%, ya que en 2020 hubo 34,554 asesinatos, en tanto que en 2021 hubo 33,308.
La verdad de las cosas es que dicha disminución, suponiendo que sea fidedigna, porque con este gobierno no sorprendería que se maquillaran los datos, no deja de ser mínima y desalentadora; es desalentadora porque con la pandemia, que confinó a mucha gente en sus casas, se esperaría que, por razones obvias, la disminución fuese mucho mayor, no por “el fortalecimiento de la estrategia de seguridad”, sino por la propia pandemia. De hecho, habría que empezar por preguntarse ¿cuál estrategia de seguridad? ¿la de los abrazos y no balazos? Es inconcebible, pero la estrategia del gobierno consiste precisamente en no implementar estrategia alguna, en no hacer nada, en dejar hacer y dejar pasar. La Estrategia Nacional de Seguridad Pública que se presentó ante el Senado de la República es un mamotreto que compila puras buenas intenciones, pero sin agenda, sin indicadores, sin visión, sin metas y objetivos claros, sin evaluación, sin nada, puro rollo; al final del día, congruente con la política general de los abrazos y no balazos. Pero la realidad en tierra dista mucho de ser tan buena como la que describe la Secretaria Rodríguez.
Después de un buen rato sin visitar San Luis Río Colorado, Sonora, este fin de año tuve la oportunidad de estar por un mes entero. Ha sido magnífico en términos familiares y de amistad, el reencuentro con los seres queridos siempre es motivo de inmensa felicidad, pero no lo ha sido en términos de seguridad.
Con profunda tristeza he visto cómo mi querido municipio se ha convertido en una verdadera zona de guerra que se disputan dos o tres cárteles de la droga que lo utilizan como vía de trasiego hacia los Estados Unidos aprovechando su estratégica ubicación geográfica como frontera con Arizona.
Todos los días –todos-, se escuchan balaceras, y en no pocas ocasiones hay homicidios de por medio. Apenas este pasado miércoles hubo dos balaceras con un saldo de 4 personas asesinadas y otras 4 gravemente heridas.
La gente por acá se ha ido acostrumbrando, así pasa incluso con los más grandes males, cuando son recurrentes, la gente se acostumbra, pero no, no es normal. Cuando por las madrugadas se escuchan balazos, mis hijos despiertan y van prestos a la recámara de sus papás. Luego de tranquilizarlos con argumentos bastante endebles, regresan a sus camas. Al día siguiente, la gente solo comenta que sí, que escuchó balazos, “como siempre”.
No lo sé para otros lugares del país, pero al menos aquí en mi tierra natal, la estrategia de los abrazos y no balazos, solo ha traído muchos más balazos.
Las carreteras y caminos de acceso al municipio son ya intransitables; la presencia de criminales es frecuente, a veces incluso a manera de retenes en los que se despoja de bienes y vehículos, y se secuestran personas.
En un Estado gobernado por quien hace muy poco era el encargado de la seguridad pública del país, se esperaría una mejora sustancial en esa materia; de hecho, es probable que ese perfil haya llevado a muchos electores a optar por la candidatura del hoy Gobernador Alfonso Durazo; sin embargo, San Luis se le va de las manos, como otros municipios más. Ciudad Obregón por ejemplo, la segunda ciudad del Estado, es también la segunda más insegura de México.
Tengo la impresión de que el alcalde morenista Santos González Yescas es un buen hombre, pero también la convicción de que, ante este problema, ha decidido voltear hacia otra parte. Ante el abandono de los gobiernos federal y estatal, el municipal también se repliega, y en ese contexto, la plaza ya nunca “se calienta”, como sí ocurría antes cuando después de algún evento violento, acudían las fuerzas del orden y los criminales se resguardaban por un tiempo. Ahora no, ahora la inacción gubernamental deja la plaza a disposición de los cárteles más violentos, y me temo que mi tierra, mi querido municipio, no es sino un ejemplo más, de lo que ocurre en muchísimos del país.