El chAIFA
Marcos Pérez Esquer.- El lunes pasado, con bombo y platillo, se inauguró un elefante blanco. O quizá, a la luz del hallazgo paleontológico de 200 mamuts en el lugar de su construcción, deberíamos decir: un mamut blanco. Me refiero desde luego al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), que sustituyó al cancelado proyecto de Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAIM), en Texcoco.
El AIFA es un elefante blanco (o mamut blanco), porque no tiene trazas de que vaya a tener en algún momento la cantidad de operaciones y de usuarios que justifique la inversión hecha en él. Recordemos que su construcción ha implicado la erogación directa de casi 100 mil millones de pesos, a lo que habría que agregar el costo de haber cancelado el NAIM, lo que implicó al menos 113 mil millones adicionales en indemnizaciones y dispendios varios. Es decir, el AIFA está costando, de entrada, alrededor de 213 mil millones de pesos.
Tengamos en cuenta por otra parte, que el NAIM iba a costar 150 mil millones; pero supongamos que, por angas o por mangas, al final alcanzare un costo mayor de aproximadamente 200 mil millones; aún así, habría resultado menos oneroso.
Pero eso no es todo. El hecho es que, entre el proyecto del AIFA y el del NAIM hay una enorme diferencia. El recién inaugurado contará apenas con 17 posiciones fijas y 11 remotas para la llegada y salida de aviones, mientras que el de Texcoco iba a contar con 120. Así de radical es la diferencia; mientras que el aeropuerto de Texcoco estaba diseñado para competir con aeropuertos de clase mundial -los llamados “hubs aeroportuarios”, que son centros de conexión para la transferencia de vuelos a distintas partes del mundo- como el de Miami o el de Atlanta, el AIFA apenas podría aspirar, en el mejor de los casos, a competir con aeropuertos interiores como el de Guadalajara o Monterrey.
Para darnos una idea, recordemos que el de la capital tapatía tiene 12 posiciones fijas, y 15 remotas, es decir, 27 en total. Prácticamente igual que el AIFA. Vaya, el AIFA ni siquiera podría ser considerado en realidad un aeropuerto “internacional”, ya que hasta ahora solo cuenta con un vuelo al extranjero, que es cada 15 días,… a Caracas.
Cada día no tendrá más de 7 u 8 vuelos domésticos, que transcurren a lo largo de 4 o 5 horas al día; por esto es que después de su inauguración se le ha visto prácticamente vacío.
El NAIM -insisto-, estaba proyectado para contar con 120 posiciones, con lo que estaría a la altura de los más grandes del mundo como el de Atlanta que tiene 195.
Se dice que el AIFA seguirá creciendo, y eso puede ser verdad; pero de acuerdo con los encargados de la obra, dentro de unos 10 o 15 años podría llegar a tener otras 14 posiciones, y hacia el año de 2042 otras 6 más. Es decir, dentro de 20 años, podría tener un total de 32… apenas más grandecito que el de Guadalajara.
Si sacáramos el costo de ambos proyectos, el del NAIM y el del AIFA, por el número de posiciones, tenemos que el primero hubiese costado alrededor de 1,650 millones por posición, mientras que el AIFA costó aproximadamente 7,600 millones por posición.
Todo esto sin entrar al tema de la opacidad que imperó en toda la obra; para tener una idea de los niveles de corrupción que pueden estar asociados a ella, basta decir que el 100% de los contratos fueron asignados por adjudicación directa.
Pero esto no es todo. Lo que hace del AIFA un elefante blanco es el problema de su ubicación y la falta de infraestructura de transporte para llegar y salir de él. El propio presidente hizo 40 minutos para llegar a su inauguración, a las 5am de un día feriado y con el apoyo de su aparato de seguridad; pero Lord Molécula, el pseudo reportero que en las mañaneras le hace el caldo gordo, tardó 3 horas. Y todo el que ha ido, comenta que lo peor no es la llegada sino la salida. No quiero ni imaginar lo que será llegar o salir del AIFA un viernes al mediodía en vacaciones.
Para colmo, por la obstinación presidencial de inaugurarlo antes de la revocación de mandato, no solo se violó la ley con la propaganda gubernamental dispuesta al respecto, sino que se arrancó con los sanitarios sin agua, y los locales vacíos. Vamos, la inexistencia de restaurantes les obligó a permitir a varias personas montar improvisados puestos para la venta de tacos al pastor y diversas garnachas.
El AIFA nunca será pues, la solución de fondo al problema del congestionamiento aéreo en el Valle de México, y ojalá que no, pero bien podría terminar siendo abandonado o sub utilizado, como el de Ixiamas, en Bolivia, que inauguró Evo Morales en 2015, y quizá algún día tengamos que retomar la construcción del NAIM.
En fin, más que AIFA, el nuevo aeropuerto ha resultado bastante chAIFA.