Extraño proceso legislativo de la (contra) reforma eléctrica
Juan Antonio García Villa.- El pasado 1 de octubre el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, envió a la Cámara de Diputados una iniciativa de modificaciones a la Constitución en materia de energía eléctrica. El propósito de esta pieza legislativa es no sólo dar marcha atrás a las reformas introducidas a la Carta Magna en 2013 en la misma materia, sino imprimirle mayor retroceso al importante sector eléctrico, en la línea de profundizar su estatización.
Data pues esa iniciativa de hace seis meses. Su proceso ha sido un tanto extraño. Tortuoso. Ha tenido algunas cosas –por llamarlas de alguna forma— que no se explican. Vale la pena recordar que inicialmente los diputados oficialistas, es decir, los de Morena y sus partidos aliados, pretendieron despachar en breve término la parte del proceso que a esa Cámara corresponde, y de inmediato turnar la minuta al Senado. Se dio a entender entonces que éste la aprobaría antes de que el periodo legislativo concluyera, a mediados del pasado mes de diciembre.
Con gran alarma, tanto la oposición como los sectores interesados en que esa iniciativa no sea aprobada, propusieron éstos, entonces, la realización de foros de Parlamento Abierto. Ante la enorme importancia y gravedad de la propuesta presidencial, los diputados de Morena no tuvieron más remedio que acceder a que esos foros se llevaran a cabo. Esa fue la impresión que entonces se tuvo.
A lo largo de cinco-seis semanas, entre mediados de febrero y parte de marzo se efectuaron 25 foros sobre diversos tópicos implicados en la (contra) reforma eléctrica. Una síntesis de éstos aparece en siete tomos con resúmenes de las exposiciones hechas por los participantes, resúmenes que han quedado contenidos en un llamado Libro Blanco que comprende nada menos que ¡2,876 páginas!
Igual que como ocurrió al principio, ahora de nueva cuenta Morena ha propuesto un calendario para desahogar a paso redoblado la parte del proceso legislativo correspondiente a la Cámara de Diputados. A tal grado llegan las prisas que han propuesto que el correspondiente dictamen se esté presentando y discutiendo en el Pleno en plena Semana Santa. Se nota cierta urgencia.
¿En qué consiste lo extraño de todo esto? Antes de explicarlo resulta oportuno recordar que el proceso legislativo de una iniciativa de reforma constitucional es complejo. Para que pase requiere la aprobación de las dos terceras partes (lo que se conoce como “mayoría calificada”) de los diputados presentes en su Cámara al momento de desahogarse, y la misma mayoría de senadores presentes cuando se discuta y vote en su Cámara. Posteriormente la aprobación de cuando menos diecisiete legislaturas locales.
Es un hecho que Morena y aliados no cuentan en ninguna de ambas Cámaras con esa mayoría calificada. Y las bancadas opositoras del PAN, PRD y Movimiento Ciudadano han dicho claramente que no están de acuerdo en aprobar dicha iniciativa presidencial, y el PRI ha declarado lo mismo aunque de manera titubeante. Si este último partido no enseña el cobre, nadie se explica porqué la oposición le da largas a lo debería ser el desenlace natural de esta iniciativa. Es decir, su desechamiento.
Igualmente no deja de causar sorpresa que Morena, a sabiendas de que no tiene mayoría calificada en ninguna de las Cámaras, atemorice a la oposición con elaborar dictamen (en comisiones no tiene problema alguno) y llevarlo ya al Pleno, si la oposición ha dicho públicamente que lo votará en contra.
¿Qué hay detrás del temor opositor cuando no debería tenerlo, y a qué obedece la actitud desafiante del oficialismo, que es el que en realidad debería estar preocupado?
Hasta hace unos días la explicación posible y creíble era que el gobierno y Morena –según habían dado a entender— se conformarían con que se aprobara su proyecto con algunas modificaciones y ciertos ajustes. Pero cuando su jefe les ha ordenado que no se aceptará el cambio de una sola coma, esta actitud maximalista (del todo o nada) facilita las cosas. Que no se apruebe y a otra cosa. Pero no deja de percibirse que algo raro hay en todo esto. En unos días lo sabremos.