Los muertos de AMLO
Marcos Pérez Esquer.- Sin seguridad no habrá cuarta transformación, le reconoció López Obrador a Ciro Gómez Leyva muy al inicio de su periodo presidencial. Y por lo visto tal parece que ya no la habrá, porque si bien durante los primeros meses del mismo, hacía sentido culpar de la inseguridad a la herencia de violencia que había recibido, a estas alturas ese argumento ya no alcanza para justificarla.
A estas alturas el argumento del pasado ya no le alcanza porque justo cuando le quedan 2 años y 3 meses de gobierno, la cifra de los asesinatos acumulados ya supera la que alcanzó el sexenio completo de Felipe Calderón.
Al día de ayer, cuando van un poco más de 42 meses del desgobierno obradorista, se suman ya 124,326 homicidios dolosos, cuando, en su momento, en los 72 meses del gobierno calderonista se sucedieron 120,463 asesinatos. Incluso comparado con el sexenio de Peña Nieto, que en total sumó 156,066 homicidios, el actual gobierno resulta más violento si consideramos que durante los primeros 42 meses del peñismo la cifra fue de 96 mil homicidios, es decir, el ritmo de violencia actual es aproximadamente 30% superior al del sexenio anterior, el peor que habíamos visto.
Dice el presidente que es mejor atacar las causas que optar por el enfrentamiento bélico, y sin duda en eso tiene razón, pero ello no puede significar que ante la inseguridad los cuerpos del orden crucen sus brazos o se vayan de vacaciones. También la justicia es menester para la paz verdadera, la verdadera, no la paz narca que el presidente sugiere.
Pero peor aún, la realidad es que el presidente ni enfrenta las causas, ni enfrenta las consecuencias. ¿O cómo cree el presidente que está enfrentando las causas? ¿con programas sociales opacos, asistencialistas y electoreros? No, así no se enfrentan las causas de la violencia; mientras el sistema educativo siga deteriorándose, mientras sigan desmantelando el sistema de salud pública, mientras siga disminuyendo la esperanza de vida, mientras siga creciendo la desigualdad, mientras sigan aumentando la inflación y la carestía, no se estarán enfrentando las causas, sino todo lo contrario, se estará creando el caldo de cultivo para el empeoramiento sustancial de las cosas.
La cifra de los 124,326 muertos de AMLO, ya incluye por supuesto, los homicidios del guía de turistas y los dos sacerdotes jesuitas acaecidos el lunes pasado a manos del sicario apodado “El Chueco”, que por años ha sido azote de la zona serrana tarahumara. Y ya incluye también en efecto, el linchamiento de Daniel Picazo por parte de una comunidad que desquiciada por noticias falsas circuladas vía WhatsApp, confundió a este joven abogado con un “roba chicos”, a quien dio muerte quemándolo vivo, previa tortura en plena plaza pública.
Conecto estas dos recientes tragedias porque, en ambas, el presidente ha sido especialmente indolente. Y digo indolente no solo en su acepción gramatical, como la característica de “quien tiene pereza o falta de voluntad para hacer una cosa”, sino también en su sentido etimológico, que viene de indolentia, es decir, “la cualidad del que no sufre dolor”.
Y es que el presidente ni se conduele, ni se conmueve. Ante el dolor de tantas personas por lo sucedido con los jesuitas solo atinó a declarar que no cambiaría su estrategia de seguridad, y uno se pregunta ¿cuál estrategia? ¿la de no hacer nada? ¿la de los abrazos y no balazos? ¿es en serio? ¿abrazos para “El Chueco”, señor presidente? Y respecto del linchamiento del joven abogado su reacción fue aún peor, rayana en lo patética, solo dijo que con las costumbres de la gente no había que meterse. O sea que ni el esfuerzo hará para que se haga justicia.
Pero estos son solo dos casos dramáticos de los muchos que se suceden por doquier en nuestro país. Las redes sociales se pueblan de videos de narcotraficantes que se ufanan mostrando sus contingentes de personal armado hasta los dientes con pistolas y rifles de alto poder, y vehículos blindados, e incluso, en algunas ocasiones mostrando cómo matan a sus víctimas.
Ante todo esto, el presidente sigue indolente, como dice Germán Martínez, “Por el bien de todos, primero los narcos”, y mientras tanto la inseguridad sigue aumentando, la cifra de homicidios creciendo y la tragedia humana desbordándose.
No, esto ya no es culpa del pasado, esto es responsabilidad de quien hoy detenta el poder público. Y no hay excusa. Hoy son los muertos de AMLO.