Hablemos en plata pura sobre lo que lacera a México
Esther Quintana.- La pobreza aparece de la mano de la violencia. Cohabitan, para ser más precisa. Y se explica, porque ser pobre implica estar en el amargo listado de la inequidad, de la injusticia, de la postergación y de la exclusión social. Cuatro fieras que dominan los tiempos de la civilización postindustrial. La pobreza se define como la carencia de recursos materiales o la insatisfacción de necesidades básicas. Los indicadores de este estrato de medición son el nivel de ingresos per cápita, la capacidad adquisitiva y el acceso a servicios tan básicos pero tan trascendentales para salir del subdesarrollo, como son la salud, la educación, las condiciones para acceder a empleos que les permitan vivir acorde con su dignidad de personas, un limitado ejercicio de los derechos humanos y políticos, el medio ambiente inadecuado en el que se vive, la pésima alimentación, etcétera. ¿Cómo se sentiría usted con una realidad tan cruenta? Los niveles de violencia son superiores en América Latina que en Europa, Estados Unidos y Canadá. Los costos generados por la violencia son de índole económica, aparte el costo emocional y social. Y la actuación débil –por utilizar un término educado–, de las autoridades pagadas para impartir orden y garantizar la seguridad, lleva muchas veces a la gente a hacerse justicia por propia mano, y esto genera mucha más violencia.
Centroamérica y México son un camino obligado para transportar drogas a los millones de consumidores de Estados Unidos de Norteamérica. El Gobierno de ese país estima que el 90 por ciento de toda la cocaína que entra pasa por ese corredor. Para ese “trabajo” se requieren brazos, piernas, ojos… y sobre todo mucha necesidad de los que se meten a ese inframundo. Hoy día estamos rebasados por la delincuencia organizada y un gobierno desorganizado, con cabezas al frente que no están preparadas para el cargo y sin un Departamento de Inteligencia calificado para combatirlos de raíz. Destaca por eso la presente administración. Gente incompetente pero que sepa genuflexionar a toda hora.
La última lectura que tenemos, que es del 2020, muestra que el 43 por ciento de la población, es decir que 55.7 millones de personas vivían en pobreza multidimensional y, en extrema, el 8.5 por ciento, es decir 10.9 millones de mexicanos. ¿Qué se ha hecho al respecto para combatir de verdad semejante tragedia? Nada, replicar el asistencialismo electorero con dizque programas sin reglas y sobre todo sin seguimiento. Dicen los expertos en el tema que una política fiscal contracíclica hubiera ayudado a que estas cifras de pobreza fueran menores, porque se habría ayudado a millones de mexicanos a sortear con menos angustia, en términos económicos, por lo menos, una de las crisis más duras, como ha sido la de la pandemia del COVID. Pero los dejó al garete. ¿Primero los pobres? No pasó de gancho campañero. La política de “austeridad franciscana” autorizó menos del 1 por ciento (0.7 por ciento) del PIB a apoyar en los tiempos más severos de la emergencia sanitaria.
Otro dato estremecedor es que este año el número de pobres aumentó a 58.1 millones, 2 y medio millones más que hace dos años y 6.1 más que cuando inició el actual gobierno. Las medidas de “pobreza franciscana” han sido absolutamente ineficaces. La CEPAL advirtió que de 2020 en adelante México tendrá la cuarta proporción más alta de población en pobreza de América Latina y el Caribe. Todos estos datos se toman del Coneval, el Consejo de Evaluación de la Política de Desarrollo en México, pero la investigadora Araceli Damián, doctora en Políticas Públicas, precisa que ya en 2018 teníamos 90 millones de pobres o sea alrededor del 73 por ciento de una población de 132 millones de habitantes. Y es que en la dimensión olvidada de los estudios de pobreza y bienestar, afirma la experta, son casi el doble de las cifras oficiales. ¿Opacidad y confusión? No, subraya la doctora, “no existen”. Y se explica, por ejemplo, para Coneval, el hecho de que un mexicano cuente con una llave no necesariamente en su vivienda, sino en su terreno, aunque no salga agua, lo apunta como que ya tiene satisfecho su derecho. Hoy día, ocho de cada 10 mexicanos padece algún grado de pobreza, apunta la estudiosa. ¿Por qué ha aumentado la pobreza en nuestro país? “Porque este gobierno no introdujo una reforma impositiva, a pesar de que el pago de impuestos en México es muy regresivo. Los ricos pagan muy pocos impuestos. Casi todos los paga la clase media”, destaca la doctora. El otro yerro es que este gobierno “se decidió por grandes obras, como una refinería o el Tren Maya, como una apuesta a un desarrollo económico muy poco clara, que no se va a reflejar en un aumento sustancial del nivel de vida”. Y concluye diciendo que “se le pide a los programas sociales resolver un problema estructural de pobreza, que no solamente tiene que ver con la falta de actuación de los programas sociales, sino con muy malos salarios. Toda vez que México es de los peores lugares en América Latina en materia de salarios, con jornadas laborales muy altas”.
Continuará.