Son tiempos de sumas no de desmesuras
Esther Quintana.- La primera vez que estuve frente a grupo impartiendo una clase tenía yo 16 años. A la maestra de francés de la preparatoria, madame Therese, la operaron de apendicitis y tenía que estar en reposo durante 20 días. Era una hora diaria. Cuando me lo propuso la respuesta fue un no, nada más de pensarlo se me erizaba la piel.
Los alumnos eran casi de mi edad. Yo estaba en primer año de Leyes, entré muy chiquita a la escuela, de modo que eso explica mi llegada a la universidad a esos años. Y de ribete era un grupo que se había formado con jovencitos difíciles, rebeldes, y condicionada su estancia a buen desempeño académico y buena conducta. Madame Therese y yo teníamos una relación espléndida, no obstante la diferencia tan importante de edades. Me enseñó a cantar La Marsellesa y la de moda de aquel entonces, “Et maintenant”, con Gilbert Bécaud. A cambio yo le leía las obras de Octavio Paz y la poesía de Amado Nervo, y a mí que me hablaba de París. Ella es la causante de que yo ame su tierra. En fin, que no me quedó de otra, que aceptar.
Llegué a mi primer día, mi presencia les valió una pura y dos con sal, ni caso me hicieron cuando me presenté y pasé lista. Y el ribete, a media clase –si es que se le puede llamar así– se levantó uno de los chicos que se sentaba hasta atrás, sacó su guitarra y empezó a cantar, por cierto que muy bien. Yo nomás pasaba saliva y sentía que el coraje me brotaba hasta por las orejas, y cometí el error de manifestarlo. Me tomaron la medida… durante una semana.
Afortunadamente dentro de mi inmadurez se me prendió un foco. Al tercer día, a la hora que se levantó el cantante, lo interrumpí en cuanto empezó con los acordes y le pregunté si sabía “Yesterday”.
Con una sonrisota entre burlona y de sorpresa me contestó que sí. “Pues tóquela”. “¿Quiere que la cante?”. “Claro que no… nomás que la toque, yo la voy a cantar”. “¿Usted?”. “Sí, yo mera, empiécele”. Silencio, cuando empecé… y aplausos cuando terminé. A partir de ese momento las cosas tomaron su curso y pude cumplir el compromiso con mi querida amiga. Y seguimos cantando, un ratito, sí, yo era una chavala también.
¿Y a cuento de qué viene esto? Estará usted preguntando. Muy simple, y por supuesto guardando las debidas proporciones. Quien te quiere fastidiar lo hace sabiendo que te vas encrespar y le vas a responder, ergo, se va a salir con la suya, y tú se lo estás permitiendo, estás respondiendo como él espera. El camorrista de barriada goza agarrarse a golpes con quien se le insubordina. Pero, ¿qué pasa si no le haces lo que está anhelando y le cambias la jugada? Lo desarmas, lo sorprendes, no le sigues el juego, eso lo enloquece. Hoy día, el gobierno de nuestro país está a cargo de un individuo acostumbrado a vivir del caos, hay otra palabrota, pero no voy a usarla. El hombre en cuestión hizo sus primicias tomando pozos petroleros en el sureste de México haciendo el trabajo sucio del tricolor, y por ello le pagaban. Así nació su modus vivendi. El diálogo no entra en su listado de instrumentos para dirimir y resolver problemas. Él es de “así se hace porque me da la gana” y “voy de frente y no me quito”. ¿Qué espera usted de alguien así?
Pues lo que derrama todos los días en su mañanera. Obsérvelo. En cada palabra que dice en contra de “sus adversarios políticos” se destila el dejito de burla que le pone y en la sonrisa sardónica que lo caracteriza. La corrupción y la impunidad están arraigadas en nuestro país. Y él se vendió como el paladín que iba a combatirlas. Pero aquí están los resultados. En lugar de solventar esta realidad que lacera, bajo su férula va a la alza, y alega que él tiene otros datos. No tenemos un estadista como titular del Poder Ejecutivo, ni de cerca. La marcha del 13 de noviembre lo desquició, le pegó en el ego (…)
Alega otros motivos, pero no es más que eso. Si la oposición comete la torpeza de responderle con discursos incendiarios sobre su proceder y le receta memes de toda índole a través de las redes sociales, se va a carcajear de gusto. Hay que responderle con inteligencia, con mente fría, con estrategia traducida a acciones concretas. ¿Cómo cuáles? Como abocarnos desde ya a impedir que su movimiento –Morena– gane las elecciones de senadores y diputados el 2024. Con una campaña de casa por casa, moviéndole a los mexicanos la conciencia, para que entiendan que sí se puede derrocar esa herrumbre, con su participación. Vamos a explicarles la importancia de las funciones del Poder Legislativo, para que sepan que es el contrapeso del Ejecutivo, es decir el único que conforme a la ley le puede poner un hasta aquí a quien llegue a la Presidencia de la República en 2024, del color que sea. Vamos a encargarnos de que no voten a ciegas, y de que se traigan de un ala a los partidos que pretendan imponer como candidatos a vividores y buenos para nada. No va a poder contra 70 millones de electores informados. O lo hacemos, o la dictadura en ciernes que él amamanta, se traga a México. De ese tamaño están las cosas. Llegó la hora de ser patriotas en los hechos, no nomás de 15 de septiembre. A la estridencia, silencio. Que ni te oigan… es el arte de la guerra.