Hey… les voy a contar algo…
Por Esther Quintana Salinas.- Había una vez una tierra grande, no solo por sus dimensiones territoriales, sino por la diversidad de su belleza, de riqueza natural, de cosas maravillosas… que atesoraba. Tuvo un pasado que ha pasado de noche por la conciencia de sus habitantes, en ese instante de ayer hubo poetas, astrónomos, matemáticos, ingenieros… que asombraron a los de fuera. Era una tierra bordeada por dos océanos, con maderas preciosas, con montañas imponentes besadas por el sol y la luna, con bosques y selvas prodigiosas, ríos caudalosos que la bañaban alimentando su fecundidad, había flora y fauna que poblaban su suelo milenario, que cruzaban su cielo azul y sus mares colmados de vida. Hubo un poeta que le cantó con singular ternura: “Aquí la virgen tierra americana, bajo su azul y eterno cortinaje, el rey desnudo, la vestal indiana, el bosque inculto y el aduar salvaje…”. Y cuando entraron al corazón de aquella maravilla en la que destacaban la Plaza Mayor y las pirámides, quienes lo vieron así escribieron: “Por las grandes torres y edificios que tenían dentro del agua y todos de cal y canto y aún algunos de nuestros soldados decían que si aquello que veían si era entre sueños y no es de maravillar que yo escriba aquí de esta manera, porque hay mucho que ponderar en ello. No sé cómo lo cuento, ver cosas nunca oídas, ni aún soñadas como veíamos…”
Y vinieron tiempos aciagos que duraron 500 años y dio a luz a una generación producto de la mezcla de dos simientes, de dos culturas. Corrió mucha sangre, hubo mucho dolor, destrucción y muerte. Y ya independientes se sufrieron dos dictaduras, inmisericordes e infames, como suelen ser estas. Y llegó la época de los generales entronizados… que apego por eso, aunque muerda y lastime, ver a los del poder en turno como si fueran dioses. Y ese lastre desgraciado lo siguen cargando a cuestas millones de sus habitantes actuales. Por eso no han parado de llegar a la silla del águila farsantes, ladrones, sinvergüenzas, cínicos hasta el tuétano, engatusadores profesionales… gentuza que ha convertido a la política en algo deleznable, que le ha arrancado su dignidad de arte, de instrumento sine qua non para acordar sin porquerías ni arreglos en lo oscuro lo que salvaría a esta tierra de semejante inquina. En esta tierra de que hoy les cuento se adora a los mentirosos, a los rateros, a los vendedores de promesas que jamás se cumplen, a los asnos que no rebuznan porque Dios es magnánimo, esos son los héroes que se vitorea y se admira; esos son los que reciben las loas y los aplausos del pueblo sabio. Y se queja el destinatario de tanta porquería entre cuatro paredes, y les mienta madres y los surte de insultos y de epítetos ganados a pulso con su hacer y desempeño, pero no levanta un dedo para deshacerse de ellos. Le tiene apego al trato de armatoste que le dispensan. Al honesto, porque también los hay en esa batahola de sabandijas, no lo bajan de pendejo –disculpe la peladez– y bueno para nada. ¿Cómo se libera a un pueblo de semejante cadena? ¿Cómo se convence a la multitud que recibe las dádivas que el gobierno reparte como si salieran de su bolsillo, y no del de todos aquellos que pagan impuestos, que esa no es la solución a su condición de pobres en dependencia eterna? La gente de esta tierra acepta la mordida, el “arreglo” de cloaca, los altos índices de corrupción y de impunidad como algo “natural”. Se calla, se aguanta y si se decide a reclamar lo hace en soledad porque la solidaridad no forma parte de su idiosincrasia. Ahí cada quien se lame sus heridas y se las cura como Dios le da licencia. Y esto es historia antigua, pero continúa vigente. Esta semana en esa tierra de que les narro, vinieron dos mandatarios extranjeros, con cuyos países se tiene tratados y acuerdos. Los recibió el de casa. Pena ajena es lo que causó el anfitrión. Y es que el individuo se quedó anclado en el pasado, y lo ventila como presea. Exhibió su naftalina, su rancio concepto de hacer política, habló como merolico, le dieron su palmada en el trasero y lo mandaron al carajo. ¿Qué acordaron? ¿Que esa tierra sea el receptáculo de miles de extranjeros que vienen huyendo de la suya? No hay recursos para lidiar la pobreza de los de casa… ¿Cómo? Otro asunto. Al mandamás de esa tierra le valen una pura y dos con sal las energías limpias y está amachado a seguir dándole respiración a un muerto y eso cuesta una millonada. Y le importa un comino el Tratado. Y del fentanilo que envenena a tantos adictos del otro lado. Y ¿El visado para trabajadores agrícolas? Pues eso les conviene a los vecinos, los de allá no le entran a esos menesteres. ¿Qué acordaron? Sepa la bola. A ver si alguna vez enteran al pueblo sabio.
¿Le gustó la historia? ¿No? A mí tampoco. Pero es lo que hay, como decía mi tía Tinita. A ver si en las próximas elecciones los habitantes de esos lares tienen los tamaños y sobre todo la inteligencia para mandar al hacedor y séquito de semejante tragedia a… usted póngale a dónde. Pesa mucho cargar tamaño hato de pudrición. Hiede.
POSDATA: Yasmín, ten un poquito de dignidad –a ver de dónde la sacas- Y RENUNCIA. Si fuera un simple mortal quien hubiera hecho la mitad de tus sinvergüenzadas, ya la UNAM lo hubiera hecho tiritas. Pero aquí se protege a los que son como tú. Me duele mi universidad. ¿Por qué, rector?