García Luna, ¿policía bueno, o policía malo? II
Marcos Pérez Esquer.- Hace tres años, con motivo de la detención de Genaro García Luna en los Estados Unidos, dediqué una primera columna a este tema con el título: “García Luna, ¿policía bueno, o policía malo?”, pero ahora, con el inicio del juicio respectivo, cabe hacer algunas reflexiones complementarias.
Aclarando -como aclaré hace tres años-, que no tengo vínculo o motivo alguno que me lleve a tener algún interés por defender a este acusado, y aclarando también que no sé si sea culpable o inocente, es indiscutible que sí hay aspectos de su caso que nos deberían hacer levantar la ceja.
Por una parte está la injusticia que implica el hecho de que una persona tenga que esperar tres años en la cárcel, a que la fiscalía avance en sus investigaciones, para hasta entonces comenzar el juicio. Entiendo que en casos extremos no haya mas remedio que aplicar esa medida cautelar que es la prisión preventiva, particularmente cuando se trata de acusados manifiestamente peligrosos (como los acusadores de García Luna), pero no creo que el propio García Luna sea un sujeto así de peligroso. No veo por qué razón no podría seguir su proceso desde su casa. ¿Quién le devuelve ese tiempo perdido, y sobre todo quién le repara de esa sanción anticipada a un acusado que finalmente resulta absuelto?
Y por otro lado, está el hecho de que -por lo que se sabe hasta ahora-, el ex Secretario de Seguridad Pública esté detenido y sometido a juicio en función de los meros dichos de algunos narcotraficantes que lo imputan como policía corrupto. Quienes lo acusan son delincuentes confesos sin calidad moral alguna, como Reynaldo “El Rey” Zambada, hermano de “El Mayo” Zambada, cabecillas del cártel de Sinaloa, con cuya acusación fue detenido García Luna; o Sergio Villarreal, alias “El Grande”, quién fungió como lugarteniente del cártel de los Beltrán Leyva, y quien ahora es el primer testigo en el juicio; o el sanguinario Édgar Valdéz Viilarreal, “La Barbie”, quien primero fue aliado de los Beltrán Leyva y del Chapo Guzmán, y después del Cártel del Golfo y de los Zetas, quién también está contemplado para ser llamado a juicio en calidad de testigo; entre otros sujetos de similar estirpe, terriblemente violentos, envenenadores, extorsionadores, asesinos despiadados, miembros importantes de bandas criminales a las que en su momento García Luna persiguió y a las que les propinó importantes golpes.
Así, me parece por demás iluso que el sistema de justicia norteamericano otorgue alguna credibilidad a las palabras de personas de esta calaña, que en su momento fueron perseguidas por el policía hoy acusado, máxime cuando algunas de su declaraciones carecen de verosimilitud, como cuando “El Rey” dijo que habían entregado tres millones de dólares a García Luna en una maleta, cuando está más que claro que tres millones de dólares no caben en una maleta, o cuando “El Grande” asegura que le daban un millón de dólares mensuales en el estacionamiento de la plaza comercial Perisur, y que un día Arturo Beltrán Leyva lo secuestró, ¿cómo es que García Luna se escapaba de su propio cuerpo de seguridad para ir a recibir estos dineros? ¿por qué en Perisur, si también asegura que conocía la casa de seguridad a unos metros de ahí? ¿cómo es que secuestraron al Secretario de Seguridad Pública del Gobierno Federal, sin que nadie se enterara? ¿por qué en una carretera que se sabe que García Luna no solía transitar?
En fin, parece que el uso del llamado “criterio de oportunidad” -en Estados Unidos conocido como plea barganing o plea agreement-, que permite a un delincuente obtener el beneficio de una pena reducida a cambio de que acuse a otros delincuentes, a devenido en abuso. Las fiscalías -tanto en México como en Estados Unidos-, aprovechan esta figura para hacer que algunos detenidos digan lo que les dicten, y personas sin la más mínima integridad ética como estas, no tienen empacho en declarar lo que sea, a cambio de los beneficios.
Es increíble que los sistemas de justicia asuman que alguien que es capaz de matar, secuestrar, mutilar y decapitar, no será capaz de mentir. “El Grande” por ejemplo, ha testificado en diversos procesos contra generales, policías, fiscales y hasta alcaldes, como José Luis Abarca, en el caso Ayotzinapa, y muchos de estos procesos han sido desechados, y los acusados han quedado en libertad, pero lo siguen utilizando como testigo protegido, para acusar a más personas.
Difícilmente llegaremos a tener certeza absoluta acerca de la culpabilidad o inocencia de García Luna, pero creo que al final será condenado, más por el diseño judicial estadounidense que encarga esa decisión no a un juez, que solo conduce el proceso, sino a un grupo de ciudadanos que nada saben de derecho y de justicia, pero que son fácilmente manipulables por el Estado.