La otra elección
Esther Quintana.- En el devenir de los días de un proceso electoral que promete ser intenso en nuestra entidad federativa, en la que los coahuilenses tendrán que decidir qué quieren para su patria chica, los contendientes habrán de trabajar con estrategias bien pensadas para allegarse la confianza de los electores y ser favorecidos con su voto en las urnas en el mes de junio. Como siempre, el mayor enemigo a vencer será la indiferencia, que se traduce en no ejercer su derecho a elegir a sus gobernantes, o bien en votar llevados únicamente por la inercia de la dádiva o por órale que ahí se va, al cabo que vote por el que vote, todos son iguales.
Hay paradigmas que tenemos que romper y volver la vista a otras alternativas que a la larga hagan la diferencia entre una comunidad próspera y otra que no lo es. Tenemos una cultura cívica muy pobre, que es precisamente la que nos ha llevado a ser mirones de palo y no protagonistas de nuestra propia historia, de tal suerte que, o nos decidimos a cambiarla o no nos quejemos de la clase de gente que llega a ocupar los cargos públicos de elección popular y también los de designación, que corren por cuentas de los primeros. Si usted está hasta la coronilla de pillos e ineptos, tiene que empezar por ser diferente usted, o seguirán jorobándole la existencia los que su apatía elije. La democracia debiera ser un sistema generador de ciudadanía, en el sentido de que impulsara a la inmensa mayoría a hacerse cargo del ejercicio efectivo de sus derechos. Pero no lo es, porque el grueso de los que aquí vivimos no nos hemos ocupado de que lo sea. Y si a nosotros nos vale una pura y dos con sal, a los gobernantes MENOS. El ingrediente número uno para que la democracia se fortalezca es la participación ciudadana.
Si usted quiere representantes que sí lo representan, para quienes los intereses de usted sean primacía, tiene que participar en la tarea de elegirlos con inteligencia, tiene que obligarse a estar bien enterado de dónde sacó fulanita o menganito la idea de ser su gobernador, o su legislador en el Congreso local. Métase a investigar su desempeño en otros cargos públicos si es que los ha tenido, y si no viene de ningún partido político e incursiona por primera vez en política, también tiene una historia, conózcala. ¿Qué no tiene tiempo? Pues déselo, se lo sugiero, con todo respeto. O se aguanta el cochinero que hagan ya cuando lleguen al cargo, y ni se queje, porque usted los llevó ahí con su indiferencia. Ya cambie su posición en relación a la clase política, quien manda en Coahuila es usted, esa gente que será su gobernador o su legislador o legisladora tienen la obligación de servirle a usted. Y aunque parezca yo disco rayado, discúlpeme si le insisto, en que son servidores suyos, por paga y temporales. Y que le bajen dos rayitas a su soberbia o las que hagan falta, su deber es atenderle y escucharle, escucharle. Quien se mete en estas danzas de la política tiene la obligación de escuchar, si no que se dedique a otra cosa. Hay unos tan redomadamente estúpidos que ni siquiera contestan las llamadas telefónicas, y concertar una cita con ellos, es misión imposible. Y esos son los que “creen” que el trato deferencial que reciben cuando están en el puesto, es por ellos. Hágame el refabrón cabor, con su permiso don Armando.
Póngalos a trabajar a favor suyo. Búsquelos, discuta con ellos las propuestas que le entreguen en el volante o el “speech” que le expongan en las redes, que sepan que usted es el que tiene la sartén por el mango, y adviértales que de ganar el puesto, usted va a estar dándole seguimiento a las promesas hechas en campaña, para cerciorarse de que dejen de serlo y se conviertan en realidad. Hágales propuestas para que las traduzcan en leyes y asegúrese de que no fueron palabras al viento. Así se gana la confianza de los electores, con hechos, no con lengua. La clase política está muy desprestigiada, por eso la repulsa, pero en ello tiene mucha responsabilidad la ausencia de ciudadanos. Les hemos permitido con nuestro “valemadrismo” que sean lo que son. Y subrayo y vuelvo a subrayar, que así van a continuar si los destinatarios de sus tracaladas se mantienen haciendo como que la virgen les habla. Haga hincapié en la honestidad de los pretensos. necesitamos personas honorables, con principios, con ética. Sí las hay, deles oportunidad de que sean sus representantes. ¿Se imagina la bonanza que habría en la entidad con personas que no roben ni dejen robar? Y que si roban los refundan en la cárcel y los obliguen a regresar lo robado y además con servicio comunitario obligatorio, como el que le impusieron al sinvergüenza ex primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi. Esto último lo propuse cuando fui diputada federal, no prosperó, pero si regreso lo voy a pelear de nueva cuenta. Los tiempos cambian.
Usted elija, estimada, estimado leyente.