#ElVotoNoSeToca
Marcos Pérez Esquer.- El próximo domingo nos vemos en el Zócalo; en el Zócalo, o en la plaza en la que cada una de las más de 80 ciudades participantes decidan realizar la gran concentración ciudadana en defensa de la democracia.
Y sí, yo iré al Zócalo el domingo en punto de las 11am, porque quiero elevar la voz y expresar mi profunda inconformidad con los vientos autoritarios que recorren este país, insuflados desde Palacio Nacional.
Mucho les costó a millones de mexicanas y mexicanos lograr que este país transitara de un régimen autoritario de partido hegemónico, a un estadio democrático. Ciertamente, en virtud de su juventud, nuestra democracia es aún incipiente y mucho habría que hacer para fortalecerla y consolidarla, pero lo que el gobierno federal en turno está haciendo es justo lo contrario, está deteriorando la democracia deliberadamente con el propósito malsano de perpetuar a un grupo político en el poder.
López Obrador quiere heredar el poder a una persona no solo cercana a él, sino a una persona incondicional a él. Sueña con una suerte de Maximato donde él, desde algún lugar, pueda seguir manipulando los hilos de la marioneta del poder.
Y ante la creciente decepción de la gente por los pésimos resultados de su gobierno, no hay mejor forma de garantizar una sucesión a modo, que torciendo la ley para usar de manera arbitraria e ilegítima el aparato estatal para favorecer a su corcholata, cualquiera que termine siendo su corcholata.
Por eso, siendo tantos y tan profundos los problemas de México, como la inseguridad y la violencia, como la falta de crecimiento económico, como la inflación, como el desabasto de medicinas, como la impunidad, como el bajísimo nivel educativo y la deserción escolar, como la creciente pobreza, como la desigualdad, como la violencia contra las mujeres, como el encono, el resentimiento, y la división social, etc., el presidente ha enfocado todos sus esfuerzos en reformar algo que desde hace lustros ya no era un problema: el sistema electoral.
Pero el llamado “Plan B”, el destazamiento del INE -Adán Augusto López dixit-, conlleva un doble propósito, además de acabar con la certeza, la imparcialidad, la legalidad y el profesionalismo en la organización de las elecciones, para cargar los dados a favor del obraodrismo, se busca también cobrar venganza contra una institución, contra un árbitro electoral al que el presidente le atribuye responsabilidad en el quimérico fraude electoral de 2006 que como tal, nunca tuvo asideros en la realidad sino solo en los amplios parajes de su derrengada imaginación.
A su rencor, sin embargo, poco le importa la realidad, solo le importa el desquite. Y si para ello es necesario llevarse entre las patas a una de las pocas entidades públicas de nuestro país que genera confianza y orgullo, y que es ejemplo de éxito a nivel mundial, pues ni modo, que primero está el apetito de vendetta, que las instituciones, que al fin y al cabo, ¡al diablo las instituciones!
Pero así, se estará llevando entre las patas también no solo a una de nuestras más apreciadas instituciones públicas, sino nuestros derechos políticos y libertades cívicas, nuestra democracia.
Esta generación, nuestra generación, no puede permitirse el entregarle a la siguiente un México peor que el que recibimos. Por eso es tan importante alzar la voz y defender lo que todas y todos hemos construido durante décadas por el bien de México. Por eso vamos el domingo al Zócalo, para dejarle claro al presidente, que no permitiremos retrocesos, que no seremos omisos ni negligentes cuando lo vemos desmantelar las instituciones democráticas.
No, no somos fifís, ni conservadores, y mucho menos corruptos o hipócritas, como suele espetar desde el púlpito de las mañanera y como le dijo al prestigiado ex ministro José Ramón Cossío, no, en realidad somos ciudadanas y ciudadanos preocupados y ocupados en defender algunas de las cosas más valiosas que tenemos como lo son nuestros derechos y nuestra libertad.
Por eso me uno a la concentración, y por eso me uno a la convocatoria para que más y más ciudadanas y ciudadanos de bien, hagamos sentir nuestra exigencia de respeto a la democracia y al estado de derecho.
Que se oiga bien y que se oiga fuerte, nuestro voto no se toca, nuestro voto cuenta y se cuenta bien.
Y esta vez quien debe oír es también la Suprema Corte, que la pelota está en su cancha.