Pura estrategia distractiva de AMLO
Juan Antonio García Villa.- Tal vez el acontecimiento ciudadano más relevante de los últimos lustros ha sido el de la multitudinaria concentración de hombres y mujeres libres realizada en la Ciudad de México el domingo pasado. El número de asistentes, sobre lo que mucho se ha discutido, es sin duda importante. Pero paradójicamente no es lo más significativo.
En el debate sobre este punto, lo meramente numérico, cuantitativo, todo parece indicar que se está utilizando como estrategia para tratar de desconcertar a los asistentes al Zócalo, acerca de lo que éstos vieron y fueron a la vez testigos y actores. Y al mismo tiempo provocarles irritación. Que es precisamente de lo que se trata.
¿Cómo es posible que el oficialismo se atreva a decir que fueron entre 80 y 90 mil los asistentes al Zócalo el domingo, si la plancha de éste y sus calles adyacentes estaban literalmente a reventar? ¿Con qué cara puede afirmar tal, si calcula –el oficialismo— que en su manifestación del pasado 27 de noviembre, con huecos en la plaza y presencia débilmente compacta de sus acarreados, estimó, sin embargo, que éstos sumaron más del doble de los que creyeron ver el pasado domingo 26?
Evidentemente el propósito es minimizar, de manera burda, la real fuerza del adversario para que éste se irrite, se moleste y no pueda así advertir lo que aquéllos tratan de ocultar. ¿Qué tratan de ocultar? Que los verdaderamente irritados, nerviosos, sacados de sí, son ellos, los morenistas, su caudillo y seguidores.
Sobre el punto, llama la atención que una serie de datos reales y verificables se mencionan poco y se conocen menos. Entre otros, los siguientes:
Que en las elecciones para diputados federales de 2021, Morena y sus aliados obtuvieron dos millones de votos menos que los recibidos por la oposición en su conjunto.
Que con motivo de los resultados de los comicios de ese año, 2021, Morena y sus aliados perdieron la mayoría calificada que en la anterior legislatura tuvieron en la Cámara de Diputados.
Que al perder esa mayoría calificada el oficialismo dejó de tener el número suficiente de diputados para aprobar, por sí solo, modificaciones a la Constitución (seguramente algo de lo que más les duele).
Que en esas mismas elecciones de 2021, en lo que consideran la joya de la corona, es decir, la Ciudad de México, perdieron nueve de las dieciséis alcaldías y a punto estuvieron de perder otras dos.
Que la participación ciudadana en la consulta pública de agosto de 2021 y para revocación de mandato de 2022, fue -tal participación- ridículamente baja. Ello a pesar de la desaforada promoción, publicidad y machacona propaganda del presidente de la República para abajo por sus principales colaboradores, en abierta contravención a lo establecido por la Constitución y la ley.
Que el grado de aprobación del presidente López Obrador, de acuerdo a las encuestas, es similar al que en su quinto año de gobierno registraban los últimos presidentes de la República (con excepción de Peña Nieto), y esto a pesar de los programas clara, burdamente clientelares y sin reglas de operación, de AMLO.
Por cierto, mencionar este dato, de que López Obrador cuenta con similar aceptación a estas alturas del sexenio que la que tenían sus antecesores, con la excepción mencionada, es notoriamente algo que mucho les molesta a sus fans, y hacen cuanto pueden para que el dato no se conozca ni mencione.
A la luz de lo anterior, ¿hay o no razones para que el oficialismo esté nervioso, preocupado, atemorizado? Sin duda que así es, y por eso AMLO y sus seguidores tratan de distraer con falsos debates.