Primavera para el XXI
Por Esther Quintana.- Cuando yo tenía 18 años era otro México, y parto de esto porque de no hacerlo, difícilmente entendería los acontecimientos de hoy en relación a quienes tienen la edad que un día tuve. Hoy día existe una transformación de las valoraciones políticas y de las tendencias ideológicas, así como un ejercicio diferente de la ciudadanía, que coincide con el escenario político mexicano surgido en las últimas décadas, que sin duda ha ido permitiendo, aunque sea con altas y con bajas y a veces muy bajas, la democratización de nuestro vetusto sistema político.
Hay un criterio que no pierde su vigencia, y estriba en que la juventud se gobierna de manera distinta a los adultos. Me explico, los jóvenes tienen problemáticas específicas y acciones políticas acordes a su edad. Aclaro, esto no quiere decir que esa circunstancia las haga incompatibles con las que se tienen en otras edades. No obstante, es relevante mencionar que se trata de un segmento de la población al que le afecta la realidad social, atendiendo precisamente a su edad, de manera diferente a la de un adulto. Esto nos lleva irremisiblemente a hacer una distinción entre el joven y el adulto, que nos remite a la integración social y a la ciudadanía. Hay variantes generacionales significativas. Y no es solo que el mundo material haya cambiado de manera impresionante, producto sin duda de los avances tecnológicos, con los efectos que esto ha tenido, verbi gratia, en el ámbito de la comunicación y también en las organizaciones políticas, en los procesos de globalización que han influido en los campos económico, social y político. Todo esto nos lleva a entender que en la actualidad los jóvenes tienen un marco referencial bien distinto al de la generación anterior. De ahí la pertinencia de relacionar juventud y democracia. La percepción que los jóvenes de hoy tienen de la democracia, pues a fuerza que es DIFERENTE.
SfeSferaPero, pero… no debemos pasar por alto que hay permanencias, como el clientelismo, el corporativismo, el presidencialismo, entre otras basuras que le han hecho mucho daño al desarrollo y crecimiento exitoso de nuestro país. Las generaciones de los abuelos y los padres de estos jóvenes vienen de un régimen hegemónico, de una economía de sustitución de importaciones y cerrado socialmente; en cambio el actual es más socializado, con globalización económica y abierto en muchos sentidos.
La comprensión de la realidad en la que estamos inmersos TODOS, es diferente, tengámoslo presente. Nos dará mucha luz para entender, aunque de primera instancia, resulte complicado, el porqué de cambios tan significativos en el ámbito de las leyes. Y algo más, la democracia no es solo una forma de gobierno, también es un medio para el desarrollo integral de los pueblos. Sin educación, con pobreza, con enfermedades, con distancias enormes entre gobernantes y gobernados, con corrupción generalizada y aceptada como “algo normal” en lo público y en lo privado… ES IMPOSIBLE QUE HAYA DEMOCRACIA. Es una falacia sostener lo contrario. El nivel educativo tiene un peso específico en la formación política que incide directamente en la participación ciudadana en la esfera pública, ingrediente sine qua non de la democracia. Son los jóvenes universitarios los que han participado en numerosos movimientos sociales, por lo menos en los últimos tiempos en la denominada cultura occidental. Cabe hacer una distinción. En 1968, por ejemplo, la ideología desempeñaba un papel aglutinador. Lo que se demandaba era apertura hacia la democracia, cundía el hartazgo hacia el régimen priista. Hoy, se centran las protestas en tópicos más concretos, como son medidas de protección al medio ambiente, ampliación de derechos sociales, entre otros. Esto no significa que la mejora en la calidad democrática no sea importante para los jóvenes. Tan lo es que no dejan de señalarlo, porque también a ellos les afecta la manera en que se ejerce el poder público en nuestro país. Y quizá eso explique la repulsa y la pasividad de muchos de ellos en lo que toca a la cosa pública.
El martes de esta semana, la Cámara de Diputados aprobó por unanimidad, una reforma constitucional para reducir la edad mínima para ser diputado federal y secretario de Estado, bajo el argumento de que esto abrirá más espacios para que personas jóvenes participen en la toma de decisiones en el país. Para ello se modificaron los artículos 55 y 91 de la Constitución, que fijan los requisitos para ocupar una diputación federal o una secretaría de Estado. Para el primer caso, la edad mínima se redujo de 21 a 18 años cumplidos el día de la elección. Para el segundo, pasa de 30 a 25 años. Falta la aprobación del Senado. Pero ahí está.
De aprobarse, yo esperaría como mexicana y como ciudadana, que tuvieran la grandeza de conducirse de manera diferente a la institucionalizada por tanto político sin patria ni matria. Que hagan suya la HUMILDAD y no sucumban al embate de la lambisconería; que cobren conciencia de la temporalidad del cargo; que no olviden ni por un instante a quien le deben la posición y por ende a quien sirven, que estudien todos los días y pregunten cuando no sepan, a ver si suben el nivel del debate y los resultados, que estimen como un honor la responsabilidad otorgada y que al concluirla puedan ver a los ojos a sus representados.