CAMBIO DE SEÑALES
Por Julio Faesler.-
A Porfirio Muñoz Ledo
Después del triunfo de la Revolución de 1910, México se empeñó en la construcción de un nuevo país que sustituyese al porfiriato. Seguiría la creación de muchas de las instituciones que hoy en día constituyen el formato nacional. Esta etapa la realizaría el PRI, vasto aparato de control político, que más que democratizar al país, se dedicó a mantener en el poder a los nuevos privilegiados.
La evolución económica y social basada en el respeto a la propiedad privada se encaminó hacia la realización de una estructura de control político que no alcanzó el nivel de justicia social prometido, sino que propició abusos propios del capitalismo neoliberal.
El desarrollo general de la República continuó dentro del esquema antes mencionado, pero el vicio de la corrupción, heredada no sólo de décadas sino de siglos atrás, siguió cobrando su alto costo en términos de producción inferior e incapacidad del sistema de resolver las demandas de una creciente población.
En todas las etapas en que los gobiernos de la Revolución anunciaban el éxito del desarrollo estabilizador, subyacía una corrupción impune que impedía el logro de una sociedad incluyente.
La fusión del sistema neoliberal con los intereses de los que de él se aprovechaban, llegó a detener el avance del desarrollo integral del país y el capitalismo abusivo pasó de ser incidental a convertirse en un deshumanizado depredador. Los costos de todo esto se cargaron a los presupuestos oficiales anuales y formaron parte inherente del propio proceso de la evolución alcanzada. El problema no era que el país dejara de crecer durante la perfecta dictadura priista, sino que los beneficios del progreso se redujeron a beneficiar a una minoría de la población.
La reacción popular frente a la injusticia social ha sido el elemento presente en todas las etapas de nuestra historia. Las revueltas e insurrecciones y la misma epopeya revolucionaria así lo constatan. Los programas sociales enarbolados por los sucesivos gobiernos fueron insuficientes más por la falta de un genuino compromiso de los gobernantes, que por defectos de los propios programas.
A lol largo de la historia ha sido patente la oposición general de la población expresada con tendencias de izquierda hacia a los distintos gobiernos. El propio sistema llegó a calificarse como de izquierda dentro de la Constitución, como así lo dijera el ex presidente López Mateos. Al agravarse los problemas socioeconómicos habría de acentuarse más los reclamos de las variadas “izquierdas” llegando algunos a identificarse con movimientos internacionales que buscaban la conformación de un socialismo extremo.
A lo largo de su vida Porfirio Muñoz Ledo fue la expresión de una izquierda firme de carácter humanista, sin pretender ser un socialismo marxista. De ninguna manera podía consentir la desatención con que el capitalismo cada más más internacionalizado, marginaba la solución de las inequidades sociales. La respuesta del régimen de López Obrador fue equivocada en cuanto a que polarizó al país entre los que sufren el abandono atribuible a una actitud egoísta empresarial insensible a las necesidades populares, frente a los sectores que por razones explicables defienden la posición privilegiada que el capitalismo les brinda.
Muñoz Ledo dedicó toda su energía a resolver la disyuntiva que se planea entre continuar la evolución socioeconómica del país de acuerdo con la inercia acumulada de más de lo mismo, o bien emprender la oferta de la izquierda moderada análoga a la europea.
Un nuevo ingrediente consistente en el poder implacable de las mafias del narcotráfico apareció durante la administración de López Obrador produciendo un sufrimiento popular indescriptible. Muñoz Ledo luchó hasta el final de su vida denunciando el creciente vínculo entre estos grupos criminales y los funcionarios de todo nivel identificados con Morena. En esta lid de mañaneras y distracciones interminables Muñoz Ledo y la patria fueron derrotados.
La muerte de Porfirio marca el fin de un modo de hacer política en México que enfrentó las versiones del capitalismo empresarial la icuarta transformación que busca un fundamentalismo de izquierda inflexible.
Pero el problema sociopolítico de México se consensa en una oposición que exige ser escuchada. Es una casualidad la desaparición de la señera figura de Muñoz Ledo con la nueva etapa política que se inaugura hacia la sucesión presidencial del 2024. La acción ciudadana organizada rebasa ya la fuerza de los partidos políticos, en la medida en que atiende ya no las causas de la izquierda o de la derecha, sino que se dedica a la atención específica de las carencias básicas y urgentes ciudadanas empezando por la violencia, la salud y la educación.
Sólo atendiendo las urgencias que a diario exige la pujante población nacional, se podrá legitimar la acción de un gobierno. Una estructura así concebida sin membretes de campaña y pretendida ideologización es la que tiene que ofrecerse a la sociedad para captar el interés del electorado, y convertirlo en la fuerza que respalde recetas tangibles que la coyuntura exige para atender la profunda crisis que hoy se vive.