AGUAS TURBULENTAS
Por Alejandro Díaz.- A pesar de las evidencias de que la humanidad abusa de la naturaleza, se siguen negando sus efectos. Como si la contaminación de tierras y aguas o la destrucción de bosques y selvas no tuvieran consecuencias. Sólo los necios niegan el cambio climático con sus afectaciones a patrones existentes de lluvia y temperatura.
Han pasado más medio siglo desde que el Club de Roma publicó Los límites al crecimiento, un estudio sobre el planeta, sus recursos, la distribución de la riqueza, el incremento poblacional y las debilidades de la educación, así como sus tendencias. De entre sus principales conclusiones está que la vida humana no podría seguir así más de cien años.
Pero la realidad se alejó de las conclusiones del estudio: en este medio siglo la población del mundo se duplicó, la producción industrial incrementó en un porcentaje aún más grande, la deforestación (por distintas razones) más que se triplicó y la contaminación aumentó descontroladamente.
Como la producción de alimentos también creció, aumentó la demanda hídrica. El 70% del agua dulce disponible en el mundo se dedica al campo, el resto a consumo humano y a procesos industriales. No está de más lograr usar mejor este recurso en todos los campos para poder seguir disponiendo de él. Está claro que incluso que no podemos confiarnos de que lloverá, pues puede que caiga muy poca precipitación o llegue en demasía y a destiempo. La mayoría de los cuerpos de agua del país (y de muchos otros como España y Uruguay) están semivacíos en espera de que la lluvia llegue.
Naciones Unidas calcula que cada persona en promedio al año utiliza unos mil metros cúbicos del preciado líquido (en México el promedio es de 674 metros cúbicos, 98 menos que en 1960), pero señala también que 2 mil millones de personas en el mundo no tienen acceso a agua potable.
Pero no se exagera ni la escasez de agua ni el cambio climático. Aunque el 71% de la superficie terrestre sea agua (mares, lagos, ríos, glaciares, etc.) no es garantía. La mayor parte (97%) es salobre, por lo que dependemos de precipitaciones que ya están alteradas por la actividad humana antes descrita.
La mayoría de los países reconocen que existe el cambio climático y han comenzado a tomar medidas para mitigarlo, incluyendo reforestación intensa, generación eléctrica eólica y solar, sustitución de equipos de combustión interna por eléctricos, promoción del riego por goteo e invirtiendo en tecnología.
Mientras tanto en México tenemos un gobierno que parece no creer en el cambio climático ni en la tecnología; evita la generación ecológica de electricidad, no invierte en métodos modernos de riego ni le preocupan las pérdidas en canales y presas. Para agravar, ningún nivel de gobierno hace obras para captar agua de lluvia o para permitir que el subsuelo absorba parte de las precipitaciones para compensar el agua que extraen del subsuelo. Ninguno invierte para conservar el recurso hídrico “porque no se ve”, prefieren hacerlo en viaductos y segundos pisos que sus electores pueden ver. Pero a largo plazo ninguna obra suntuaria contribuirá para dar agua a las generaciones por venir.
O damos en este rubro un giro de 180 grados para conservar el agua, o al igual que en tantos otros rubros (Salud, Seguridad, Educación, etc.) cada vez habrá más carencias. En el caso del agua no habrá forma de dar marcha atrás ni habrá forma de que el triunfo de un candidato o candidata podrá revertir a tiempo. Todos tenemos que cooperar.