Convierten los libros de texto en panfletos de adoctrinamiento
Marcos Pérez Esquer.- En los países con más altos niveles educativos, fundamentalmente en Europa, y en algunos asiáticos, los sistemas educativos ponen énfasis en un par de cosas: el idioma, y las matemáticas.
El idioma, el buen manejo del lenguaje, la comprensión de lectura, no solamente le permite a los individuos comunicarse y entenderse adecuadamente con los demás -lo que de suyo ya es fundamental-, sino algo más importante aún, les permite pensar correctamente. Cuando el idioma no se maneja bien, se dificulta el entendimiento con los demás, pero se complica también ordenar las propias ideas; pensar. El idioma es indispensable para pensar, porque pensamos en el lenguaje en el que nos expresamos. Si no hablamos, leemos y escribimos razonablemente bien, no estructuraremos y expresaremos razonablemente nuestros pensamientos, nuestras ideas. Así de importante es el domino –o al menos el buen manejo- del idioma.
Y por lo que hace a las matemáticas ni se diga. Ellas permiten el pensamiento racional y abstracto. Entrenan el pensamiento lógico, y en definitiva, son la base de las ciencias. Sin matemáticas no hay ciencia dura y pura.
Claro, en esos países se enseñan también las ciencias sociales, y las biológicas, entre otras, pero incluso antes de abordar estas, se pone hincapié en aspectos como la salud mental, y socio-emocional; pero al final, sin duda, el idioma y las matemáticas constituyen el eje central del programa educativo.
En esos países, el resto de las disciplinas son consideradas complementarias, incluidas las biológicas y sociales, así como el aprendizaje de un segundo idioma.
En Francia por ejemplo, prácticamente solo eso les importa: que cada persona domine completamente el idioma francés, y las matemáticas. La Sorbona de París, sigue siendo hoy día un referente del pensamiento matemático, y una fuente de la que brotan los mejores doctores en matemáticas.
Es precisamente con el buen manejo del lenguaje, y con la lógica que imprimen las matemáticas, que la gente puede constituirse en libre pensadora. Lo contrario solo genera personas fácilmente manipulables; ignorancia, vaya.
Digo todo esto en ocasión de lo que está ocurriendo en México con los libros de texto gratuitos. Resulta que ahora, el gobierno, no conforme con haber devuelto el control del sistema educativo a la mafia sindical, pretende imponer nuevos libros de texto, y nuevas guías para el magisterio, en las que prácticamente se prescinde de las matemáticas (dejan unas quince páginas solamente a este respecto), y se abandona el buen manejo del idioma con una serie larga de pifias y excluyendo en absoluto la literatura universal, para no hablar de las errores de conceptos, desorden en los materiales, y saltos inexplicables en los temas, así como sendas mentiras históricas, como esa de que en el 2006 hubo un fraude electoral en el que le robaron la presidencia a López Obrador.
Pero peor aún, se aborda una política de adoctrinamiento en la que se busca impregnar de comunismo al alumnado. Y conste que digo comunismo, que no socialismo. Sí, de aquel comunismo marxista trasnochado que ya ni en Rusia o China se enarbola.
Por supuesto, todo esto redundará en un incremento de la brecha educativa, económica y social con el resto del mundo, pero también dentro de nuestro propio país. El hecho de que las personas con más recursos económicos puedan compensar estas deficiencias mediante la compra de textos alternativos y a través de las escuelas privadas, exacerbará la brecha social.
Dado que el gobierno incumplió con el procedimiento que exige la ley de que cualquier cambio a esos libros se haga con la participación de especialistas y padres de familia, la Unión Nacional de Padres de Familia interpuso juicios de amparo para detener este despropósito propio de una república bananera, y de hecho, logró obtener una resolución judicial para que esos textos sean revisados y para que se suspenda la distribución de los mismos, pero muy en el estilo del gobierno actual, la resolución está siendo incumplida. Los textos siguieron imprimiéndose, y el presidente ha dicho que se distribuirán para el ciclo escolar que inicia el próximo 28 de agosto.
Todo indica que el presidente Obrador ha brincado una línea; de la contienda política, ha saltado a la lucha cultural, y ahí, el campo de batalla es más agreste.