La castración del intelecto
Esther Quintana.- Existen infinidad de definiciones sobre el término educación, usted que tan generosamente me lee puede consultarlas en un diccionario, o en Internet. No hay mayor problema. Tomé una de ellas para iniciar este diálogo. “Educar significa abrir horizontes que hagan posible la afirmación del sujeto y su participación de forma responsable en la invención cotidiana de la vida en sociedad”. A través de la educación no sólo se desarrolla nuestro intelecto, sino también la parte afectiva, emocional, acorde a los principios y valores de la sociedad de la que somos parte VIVA, y todo esto en conjunto hace posible nuestra convivencia en armonía. Cuando se educa se desarrollan y/o perfeccionan nuestras facultades intelectuales, físicas y morales a través de ejercicios y ejemplos. Ojo, porque luego se confunden los términos. No es lo mismo educar que enseñar. Enseñar es informar o comunicar ideas o doctrinas. Me explico, el educando es parte activa del proceso educativo, quien se instruye, en cambio, sólo recibe y acumula conocimientos. Cuando te educas aprendes a discernir por qué cinco por tres son 15, te lo explicas porque ya pasó por el tamiz de tu inteligencia y no sólo recitas la tabla del cinco porque la memorizaste. Educar es muy caro, sobre todo en las condiciones en las que se “educa” en nuestro país. El docente de la escuela pública, que es a la que asiste el grueso de los niños y jóvenes mexicanos, se enfrenta a dos situaciones, la gran cantidad de niños en el aula y la heterogeneidad de los mismos. Más de 20 niños en un salón de clases, lo dicen los pedagogos, no yo, es inviable, porque o los educas o los apaciguas. Por eso en Finlandia esto se cuida con pinzas, y son número uno en educación. No sólo por esto, hay más, como el que al detectar que el aprovechamiento de uno de los alumnos está por debajo del de sus 19 compañeros, enseguida se convoca a una reunión a la que asisten el niño con la deficiencia, su tutor académico, el maestro de la materia en cuestión, el director de la escuela, sus padres y sus 19 compañeros, para determinar cómo le van a ayudar a regularizarse. Y se hace el compromiso, y no es de lengua, sino de acciones concretas para resolverlo. Hablando de niños de primer año, estoy estudiando los libros que está empeñado el individuo que tenemos de presidente, en repartir, aunque tengan errores garrafales. ¿No detectarían las eminencias que dice el iluminati que colaboraron en su factoría, que no todos los muchachitos que entran a primer año, leen? Nada más imagine el problema, estimado lector, que eso representa. La educación necesita tiempo y TRABAJO PERSONALIZADO. Educar, pero educar como se debe, es muy CARO, por eso en nuestro país sólo se instruye. Y no es que no haya recursos, lo que sucede es que se destinan a los proyectos “especiales” del presidente en turno, al cabo que la educación no es prioridad.
La educación, como apuntaba uno de los grandes sabios de la antigüedad, Sócrates, tiene una función sublime, como es la de ayudar a otros a que den luz a los dones que llevamos en nuestro interior, a través de preguntas pertinentes, eso era la mayéutica, su método pedagógico para educar. María Montessori, lo expresa en el mismo sentido: “Educar no es transmitir conocimientos, sino ayudar al descubrimiento del propio ser”; y el escritor inglés J. Ruskin: “Educar a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía”. Todo indica que a Marx Arriaga, no obstante los títulos académicos que ostenta, esto le importa una pura y dos con sal. Su jefe de fechorías, como siempre, se pasó la ley por debajo de las pa… perdón, de las extremidades inferiores, y ordenó que los libros de texto se hicieran según sus… usted póngale lo que quiera, apreciado leyente. Ni por asomo quieren educar y formar al hombre del siglo XXI, su plan es adiestrar individuos chiquitos, subdesarrollados, cerrados a la comprensión de un mundo distinto al que plasman en los textos. Ni por asomo quieren formar personas nobles y generosas que puedan mirarse entre ellas y reconocer sus talentos y sus virtudes, que se sientan queridos y valorados, y bajo esa premisa poder mirar la realidad sin miedo y unir fuerzas para cambiar lo que haya que cambiar y/o mejorar lo que rompa esa armonía. Tuve la fortuna de ser educada y formada por una pléyade de maestros nobles y talentosos, en comunicación permanente con los padres de familia, porque es una tarea de dos, se complementa. Sólo primaria la hice en escuela privada, secundaria, preparatoria y profesional, en escuela pública. Y les guardo hasta la fecha a mis maestros, respeto, admiración y cariño, y por supuesto a mi madre –su temple, amor y disciplina fueron invaluables-, me enseñaron a ser persona. En el Artículo 89 constitucional, fracción I, se expresa la obligación que el Presidente tiene de proveer en la esfera administrativa a la observancia de las leyes, está visto una vez más, que el individuo la incumple a discreción. El desaseo legal exhibido y consentido en relación a los libros de texto, por el primer obligado a observar y hacer que se observen las normas jurídicas, es repudiable, indignante. Es simple y llanamente la conducta de un dictador, porque eso es él y está dispuesto, porque ha dado pruebas al por mayor, de llevar a nuestra patria a esa condición en pleno siglo XXI. Allá nosotros, los mexicanos, si se lo permitimos.