¿Patriotas o patrioteros?
Esther Quintana.- El 15 y el 16 de septiembre tienen un significado especial para nosotros, los mexicanos -me inquieta una pregunta que me vengo haciendo desde hace buen tiempo… ¿tendrán para esta generación el mismo significado… o algún significado?-, dado que se conmemora la gesta de la independencia de nuestro país. Trescientos años de coloniaje español colapsaron con el movimiento encabezado por los criollos en el pueblo de Dolores, hartos de los abusos de la corona española. Fue el primer destello de nacionalismo que se tuvo, el indicio primario que anunciaba el advenimiento de lo que sería México. El “pueblo” se levantaba al llamado del cura Hidalgo… ¿El pueblo? Una multitud de personas, en su mayoría analfabetas, sencillas, muchos indígenas entre ellos, a los que el conquistador les hizo tiritas su identidad. Había mucho de ira y de rabia embozadas en el silencio forzado al que fueron sometidos y sobre todo por el trato recibido por los encomenderos, dueños de su vida y de su muerte. Los curas como Hidalgo, conocedores del pensamiento de la ilustración, que recién había culminado con la Revolución Francesa, y por su formación humanista, no podían quedarse de brazos cruzados viendo pasar los acontecimientos. Nunca fue miembro del alto clero, aunque haya sido rector del Colegio de San Nicolás, la mayor parte de su vida la pasó en parroquias muy modestas, como lo apuntan sus biógrafos, por ende conocía de cerca las necesidades de los más humildes y se ocupaba de enseñarles oficios para hacer más llevadera su existencia. Hidalgo es todo un personaje, admirable y valiente. Un hombre ordinario que hizo cosas extraordinarias. Para encabezar el movimiento libertario no sólo se necesitaban arrojo y determinación, también fueron aliento sus ideales de libertad, de igualdad y de justicia.
Lo veo como mexicana a la distancia, en mi adultez, y he ido aprendiendo a admirarlo más. Hidalgo no encabezó el movimiento de independencia ni por dinero, ni por poder, porque a esos dos si les rindes pleitesía te convierten en su esclavo. Hidalgo genuinamente quería que una tierra que era suya, porque en ella había nacido, quedara libre del yugo español. Pagó con su vida haber iniciado el primer movimiento libertario, y sabía que eso podía suceder, se enfrentaba por un lado al poderío del ejército realista y al de la iglesia. No lo iban a perdonar.
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Lo sentenciaron a muerte, pero primero lo despojaron de su carácter sacerdotal. En el patio del Hospital Real de Chihuahua, curas y jueces civiles lo sometieron al acto denigrante. Lo vistieron con ropas sacerdotales, lo pusieron de rodillas y procedieron con un cuchillo a rasparle las manos y las yemas de los dedos en señal de despojo del derecho a tomar la hostia para consagrarla, luego le cortaron el pelo. Por supuesto el lugar estaba lleno de gente que fue invitada para ver el “espectáculo”. Al día siguiente fue pasado por las armas, 30 de julio de 1811. En el paredón de fusilamiento, apuntan quienes lo presenciaron, que el cura nunca perdió compostura, sereno, estoico y valiente. La orden era dispararle por la espalda, como se hacía con los traidores, y él no lo era. El militar encargado del pelotón de fusilamiento aceptó dispararle en la frente. Eran las 7 de la mañana. No hubo testigos, salvo los soldados que lo ejecutaron. Exhibieron su cuerpo, como ejemplo de lo que sucedía a los “traidores”. Lo decapitaron y lo desmembraron. Pero ya estaba encendida la hoguera. Y nació México.
Nuestro país vive hoy días aciagos. Ni por asomo tenemos una democracia consolidada, la que impera está enferma de tiricia, no es producto de la acción conjugada en plural, existe en el papel, escrita en las leyes y por supuesto en los contenidos de los discursos de los políticos, pero falta lo más importante, la participación de los mexicanos, de eso se nutre la democracia. Si fuéramos demócratas tendríamos gobiernos conformados por personas comprometidas con la responsabilidad que asumieron desde que aspiraban al cargo, pero no tenemos eso, el grueso de los hombres y mujeres en el poder, no honran la posición que les otorgaron en las urnas. Y en el siguiente proceso electoral llegan más de los mismos. ¿Algo está mal?, ¿o no? El primer problema que tenemos que resolver es la ausencia de vinculación genuina y con resultados, con nuestros representantes. Ambas partes tenemos que aprender a estar en comunicación o continuaremos en esta debacle eterna, que ha sido motivo y causa principal de tanta corrupción e impunidad. ¿Necesitamos otro movimiento armado?, ¿de qué nos vamos a independizar? Hagamos uno de conciencia y liberémonos de esta infausta condición de mirones de palo, de indiferentes a ultranza, de gritones entre cuatro paredes. Seamos patriotas, independicemos a México de este gobierno errado, cerrado, mentiroso. Tenemos un país con severísimos problemas de inseguridad, casado con políticas estúpidas que le están dando con todo a la economía, a la salud, a la educación, al desarrollo… ¿De quiénes? DE NOSOTROS. ¿Por qué tenemos que seguir tolerando tamaña incompetencia? Vamos a regalarnos con la elección del 2024 un país gobernado por gente capaz, honesta y que ame entrañablemente a México. Y convirtámonos en supervisores personales de su encargo. ¡QUE VIVA MÉXICO, NUESTRA AMADA Y NOBLE PATRIA!