TRÁNSFUGAS POLÍTICOS ¿NOVEDAD, SORPRESA?. Por Salvador I. Reding Vidaña
Un chiste dice que la principal causa del divorcio es el matrimonio. Es decir que el problema viene de origen. Ya en serio, aceptar noviazgo y casorio con personas que no eran confiables, haya sido notorio o no, es un error de origen. Pues lo mismo pasa con los traidores de los partidos y movimientos sociales que, habiendo sido empoderados y/o puestos en cargos relevantes, en especial como legisladores, de pronto, por claros intereses personales o de grupo, traicionan a su partido y se van con el adversario.
No hablamos de las personas que hacen carrera política y por haber sido menospreciados por las dirigencias, se alejan de su partido, pero no yéndose a los partidos o movimientos sociales con principios y doctrinas contrarias. Es decir que no se traicionan a sí mismos. Se trata de los falsos personajes que cambian de principios como si fuera de camisa, y que a veces hasta lo hacen varias veces. Son los tránsfugas carentes del principio de la lealtad.
En general, quienes abandonan un partido y sus principios para volverse adversarios (o enemigos, según se vea), nunca fueron confiables. Muchos de ellos, elevados a puestos de poder, lo fueron porque eran activistas conocidos, pero cuya vida no era precisamente destacada por haber colaborado en la sociedad por nobles causas del bien común.
Claro que no siempre se da el caso tan claro de haber seleccionado y empoderado a quienes fueron luego tránsfugas o traidores, pues puede tratarse de personas cuyos valores y principios no eran tan relevantes en su actuar como para ser considerados leales personas, pero que “parecían” confiables, leales. Se dan todos los casos, pero muchos de quienes traicionan al partido que los empoderó, nunca fueron realmente confiables.
Se dan casos en que la dirigencia de un partido invita a participar como candidatos a puestos de elección popular o a ocupar cargos importantes de la administración pública, a personas muy conocidas, como deportistas, comentaristas en medios o actores, las cuales se consideraba que podían jalar votos a su favor, de ellos y del partido principalmente. También las dirigencias partidarias invitan a presentarse como candidatos suyos a personas que por diversas razones abandonaron otro partido, los cuales muchas veces lo hacen por haber sido ignorados en sus aspiraciones políticas, pero no por identificarse con el partido que los recibe y empodera.
Todas esas personas no eran confiables respecto a su identidad de vida con los principios del partido que los acoge, y cuando se convierten en tránsfugas y se van a otro lado, eso no debería ser sorpresa alguna. Un buen dicho mexicano es el de que “no tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre” (aunque la verdad es que ambos tienen la culpa, el falsario y el tonto que lo abraza).
Desgraciadamente, muchos de los casos de tránsfuga y traición no deberían ser sorpresa, fueron errores de decisión (iba a decir “de juicio”, pero éste no lo hubo) de los dirigentes de un partido. Y en muchas de esas ocasiones, era evidente que se seleccionó a personas (esas que significan votos) que no iban a ser leales a quienes les postularon a cargos de elección popular. Y lo peor es que entre la misma militancia partidista hay evidente disconformidad y reclamaciones, con esos casos de invitación a personas ajenas a la doctrina del partido, y también entre el resto de la ciudadanía, en particular de analistas y comentaristas de la política, quienes manifiestan su descontento y señalan los errores de la dirigencia partidaria. “¡Se los dije!”, se escucha luego, tras hechos consumados y advertidos.
Insistamos, no debe de ser sorprendente cada caso de los empoderados que traicionan, pues no habían dado muestras previas de vida de tener los mismos principios y valores del partido que los lleva al poder y luego los ve partir, por simple deslealtad e intereses personales. Nunca se identificaron con el partido, aunque en algunos casos lo hayan manifestado convenientemente de palabra, pero sin embargo no de hechos, que son los que cuentan. Volvemos a la sabiduría popular, el indio “ladino” no era el que se debió hacer compadre.
Quienes llevaron al poder a los tránsfugas, no tendrán razón para rasgarse las vestiduras y decirse traicionados cuando sus elegidos traicionan ¡ellos los hicieron “compadres”! Moraleja: reflexionar, aprender de esos errores y no repetirlos; si dan votos, pero las traiciones cuestan muy caras y también perder votos futuros. Y aunque se dice que de los arrepentidos se vale Dios, los tránsfugas desleales que quieren regresar (cuando así les conviene) nunca serán confiables. Y ni hablar de los posibles candidatos internos que fueron ignorados y sus frustraciones.