Si queremos un México diferente tenemos que construirlo unidos. Por Esther Quintana
“Sólo puede haber amor a la patria donde el pueblo es artífice de sus leyes y de su política”. Juan Pablo Forner
En el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se establece que la gobernabilidad “comprende los mecanismos, procesos e instituciones que determinan cómo se ejerce el poder, cómo se toman las decisiones sobre temas de inquietud pública y cómo los ciudadanos articulan sus intereses, ejercitan sus derechos, cumplen sus obligaciones y median sus diferencias”, y de ella se generan las condiciones de vida digna, bienestar, paz y progreso a los que aspira un país para sus ciudadanos.
Subrayo la relevancia de este concepto porque es esencial para aspirar a un México ordenado en el que quepamos todos; no obstante, nuestras naturales y entendibles diferencias. ¿Cómo transitar hacia allá?
El respeto es un ingrediente sustantivo, cuando se abreva en él se puede llegar a consensos y acuerdos. Y esto no es utopía. Es real. Hace falta integrarlo al diálogo institucional para ir a aprendiendo a conjugar en plural. Nos guste o no, es necesario. Si nos importa el presente y el futuro de nuestro país, debemos de exigirlo a las diferentes fuerzas políticas, en nuestra calidad de ciudadanos.
Y va vinculado a ello el segundo elemento que hace que la democracia de cualquier tiempo, y hoy del nuestro, florezca y se fortalezca, se llama participación ciudadana, es fundamental en este siglo XXI, como lo expresa con claridad meridiana David Noel, el rector emérito del ITESM “… que los ciudadanos mexicanos maduren, se involucren, se preocupen por los problemas de la comunidad y dejen de lado la indiferencia”.
Compatriotas queridos, México sí es asunto nuestro, es de nuestra incumbencia cuanto acontece en la escena pública. Somos los destinatarios de cada acción venida de quienes gobiernan, hacen las leyes e imparten justicia.
Tenemos que cambiar nuestra mentalidad, mandar a paseo ese infausto valemadrismo que nos corre por las venas y nos “apergata” el cerebro.
El estado de cosas que hoy impera en este país nuestro es resultado en mucho de nuestra negativa reiterada a hacernos cargo de nuestras responsabilidades como mexicanos y como ciudadanos. Nos vale sorbete quienes llegan a los cargos públicos de elección popular.
Y les mentamos madres y toda suerte de improperios –aunque hay “compas” tan fríos que ni para eso les alcanza– y solo brincamos cuando la porquería de actuación de uno de esos sinvergüenzas e inútiles, nos afecta directamente. Pero no es así como se resuelve.
Ya no permitamos que arriben de esos. Está en nuestras manos impedirlo. La corrupción y la impunidad están arruinando cualquier expectativa de progreso a la vida de millones de mexicanos. Hagamos conciencia de ello.
Hoy día tenemos un gobierno federal que no respeta el estado de derecho, la ley le representa un incordio y quiere imponer la suya con base en puro decretazo. Ahora mismo que esto escribo está el debate en el Senado por la terna de incondicionales propuesta por el presidente para cubrir la vacante -que “dejó” su nuevo empleado- en la SCJN. Y le vale, porque puede mandar otra al rechazarle la primera, y como quiera se va a salir con la suya, porque envía una segunda y si la rechazan, entonces nombra directamente a quien se le dé la gana, porque así se establece en la propia Constitución.
Urge una reforma, lo reitero, para acabar con el cacicazgo del Poder Ejecutivo. Este individuo está determinado a convertirnos en una dictadura. Y me explico la pleitesía de quienes tiene agarrados con la “dádiva” y hasta el silencio de los súper ricos que se han beneficiado con el amasiato, pero el de los clasemedieros… no, no.
Señores de la clase media, por favor reaccionen, nos va a desintegrar si se lo permitimos. Un gobierno serio planifica y luego actúa sobre lo planificado, no por ocurrencias.
Las políticas públicas no se sacan de la chistera de un mago. Los gobiernos populistas no observan esta regla de oro. Todas las decisiones y acciones, de cualquier gobierno y de cualquier administración pública, deben tener como objetivo la solventación de necesidades de uno o más sectores sociales. Si no, no son políticas públicas.
Compatriotas, el panorama está del nabo y el futuro… no solo tenemos la violencia del crimen organizado avanzando sin control alguno, la crisis energética, la inflación.
El reto a enfrentar es bien complejo: la pobreza va al alza, la desigualdad y la discriminación se agravan, la violencia social crece día a día, los procesos de procuración de justicia no son accesibles para toda la población, la política de desarrollo social es insuficiente.
El individuo de Palacio no sabe, ni quiere saber, ni le importa, gobernar y administrar este país con responsabilidad. Su gestión es desastrosa. Ya tenemos que ponerle un hasta aquí. Un gobierno, aun electo por la vía democrática, pero incapaz de resolver los problemas prioritarios de una nación, deslegitima la democracia.
Tengamos como mexicanos, los arrestos de liberar a nuestro país de semejante lastre. Ahora es cuando nos tiene que salir lo patriota. No nos quedemos en gritones de 15 de septiembre.
El reto es el desarrollo integral en una democracia real que conjugue la riqueza de nuestras diversidades y haga posible nuestra vida en común. Somos mexicanos y punto.