“LA DUALIDAD DE LA MISERIA: UN REFLEJO EN EL SISTEMA DE SALUD MEXICANO” Por Éctor Jaime Ramírez-Barba
“La mayor miseria es la de los que no aman” Jean de La Bruyère
En el prólogo de “Los Miserables” (1862), Victor Hugo alza la voz contra la “condenación social”, esa amalgama tóxica de leyes y costumbres que engendra tres grandes problemas del pueblo: la degradación humana por la pobreza, la caída de la mujer por el hambre, y la atrofia del niño por la ignorancia. La obra, un espejo de las penurias humanas, finaliza con un eco que resuena a través de los siglos: “… mientras existan ignorancia y miseria, libros como este no serán inútiles”. Charles Baudelaire, con su mirada crítica, situó este clásico indiscutible en un pedestal, destacando aquellas páginas que ennoblecen no solo la literatura francesa sino el pensamiento humano universal.
La lengua española, en su crudo realismo, no se abstiene de señalar con precisión lo que es ser “miserable”: alguien ruin, canalla, y en su más oscuro matiz, perverso. Sinónimos no faltan para describir la vileza: abyecto, despreciable, desgraciado.
Hoy, bajo la sombra de estas definiciones, se perfila un panorama desolador en el sistema de salud mexicano, particularmente entre aquellos funcionarios del gobierno federal emanados del partido Morena. Estos individuos, descritos por críticos y ciudadanos como “verdaderos miserables”, han sido señalados por perpetrar actos que reflejan las dimensiones ya profetizadas por Hugo: una crisis social que ha sumido a más de 50 millones de mexicanos en la vulnerabilidad y la pobreza, cortesía de un acceso negado a servicios de salud vitales. La miseria no es solo una sombra que acompaña a los desfavorecidos; se ha convertido en su cruel cotidianidad, empujándolos hacia un abismo de desesperación que los torna más pobres, no solo en riqueza sino en esperanza.
La situación actual del sistema de salud mexicano evoca las palabras de Hugo y Baudelaire, cobrando una relevancia atemporal y trágica. Con más de la mitad de la población clamando por un cambio, por una salida de la oscuridad de la ignorancia y la miseria, la pregunta que resuena es: ¿Qué se necesita para transformar estas páginas de la historia en un capítulo de progreso y justicia social?
Quisiera invitarles, distinguidos lectores, a una reflexión crítica sobre la evolución de los precios en el sector farmacéutico desde 2019, basada en el meticuloso análisis de José Carlos Ferreyra y Enrique Martínez Moreno de INEFAM®. Utilizando su avanzado sistema de inteligencia artificial, AlphaDogs®, han evidenciado que la dinámica de precios en la farmacéutica es un reflejo de un cambio constante, un fenómeno que no deja indemne ni a la economía ni a la salud pública.
Este fenómeno repercute directamente en la disponibilidad de tratamientos, comprometiendo la salud y, en demasiados casos, la vida de los pacientes que dependen de fármacos continuos para enfermedades crónicas y de alto costo.
El análisis total de las compras desvela la verdadera magnitud de esta miseria administrativa: en 2018, se adquirieron 1,747,337,231 piezas de medicamentos por un importe de 67 mil 632 millones de pesos, con un precio promedio de $38.71 pesos; para 2023, se han comprado 902,725,284 piezas por 73 mil 385 millones de pesos, con un precio promedio de $81.29. Compramos menos y pagamos más del doble.
La escasez de medicamentos en el sector público es el resultado de una alarmante falta de coordinación, planificación y conocimiento de las necesidades reales. La gestión dejada en manos de BIRMEX (Farmaciota -sic- incluida), la cual ha visto su capacidad de entrega reducida drásticamente, es testimonio de ello.
Frente a esta situación, se visualizan alternativas concretas: el desarrollo y la implementación de sistemas informáticos avanzados para la gestión de la atención sanitaria, una planificación meticulosa de las compras públicas de medicamentos y la contratación de funcionarios públicos capacitados y expertos en la materia.
En su estudio, se destaca un incremento exponencial en el costo de medicamentos esenciales. Por ejemplo, el litio, esencial en el tratamiento de salud mental y psiquiatría (clave 3255), ha visto un alza de un inquietante 817.3%. Este patrón se repite en medicamentos como el timolol, para padecimientos oculares (clave 2858), con un aumento del 726.3%, y la claritromicina, un antimicrobiano (clave 2132), con un 441.3%. Ampliando la lente al conjunto de las 100 claves con mayores incrementos, el promedio de aumento es del 119%, reflejando una tendencia alarmante en el sector.
Estas cifras no son meramente estadísticas; representan una carga real para los más desfavorecidos. Los más afectados, aquellos que residen en las más de 197,930 localidades rurales y en las áreas marginales de las 1,461 localidades urbanas, se enfrentan a una miseria exacerbada por la duplicación del precio promedio de los medicamentos, fruto de asignaciones directas a empresas afines a los funcionarios actuales, que impide ellos tengan el acceso a las mismas.
Al comparar los precios promedio de 2019 con los más recientes, encontramos un incremento de $180.7 a $468.8 pesos mexicanos (2.6 veces). Esta variación porcentual es el espejo de una distorsión marcada por la falta de control y la opacidad en las compras públicas, a menudo justificadas por una supuesta urgencia derivada de una deficiente planificación.
Estableciendo colaboraciones estratégicas con distribuidores, podemos asegurar la entrega efectiva de medicamentos hasta el rincón más remoto del país. Además, fortalecer la producción nacional y los mecanismos de transparencia y rendición de cuentas es vital para recuperar la autonomía del Consejo de Salubridad General y asegurar la inclusión de medicamentos innovadores.
Implementando estas medidas, anticipamos impactos positivos significativos: garantía de tratamientos oportunos, un sistema de salud y compras públicas eficientes que generen ahorros y, en última instancia, una mejora en la salud y productividad que beneficiará a toda la nación.
Con medidas así, lo que se espera no es solo una reducción en la vulnerabilidad a la miseria por gastos de bolsillo, sino un sistema de salud robusto y sostenible. De esta forma, se empodera a las familias mexicanas, aliviando el peso económico y promoviendo un bienestar integral.
Es imperativo que las mañaneras y demás comunicados gubernamentales dejen de lado la demagogia y se enfoquen en presentar soluciones técnicas y viables ante los retos que enfrentamos. La salud de nuestra población no es un asunto de ideologías, sino de eficiencia, transparencia y, sobre todo, humanidad.
La transición hacia un modelo más justo y equitativo en la salud pública es una inversión en nuestro futuro. Es un llamado a la acción para todos aquellos involucrados en el sector, desde funcionarios hasta ciudadanos, para que juntos, trabajando de la mano y con la mente abierta a soluciones innovadoras, podamos superar la miseria que azota a los más desfavorecidos y construir un México más próspero y saludable.
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