HABLAR POR PALESTINA Por Alejandro Díaz
México ha estado mudo ante la tragedia bélica en Palestina. Olvida la tradición pacifista que por décadas dió brillo a nuestra política exterior. Ahora debe actuar de inmediato.
Más de cien días del conflicto Israel-Hamás han causado sufrimiento y dolor a ambos lados de la frontera con la Franja de Gaza. En esa zona, dominada por Hamás, grupo militante palestino impuesto políticamente al resto de los grupos y que decide en solitario, incluso en contra de las decisiones de la Autoridad Palestina que gobierna en el resto del territorio y con la que debiera colaborar para beneficio de la población.
Desde la creación del Estado de Israel en 1947, los palestinos debieran tener un Estado propio como dictaba la resolución de Naciones Unidas, pero desde entonces su territorio ha disminuido con cada conflicto armado. Los israelíes ocuparon cada vez más territorios, incluida Jerusalén, ciudad sagrada para las tres religiones monoteístas importantes. Así, los palestinos tienen cada vez menos acceso al territorio asignado, no sólo por el cambio de fronteras sino por los asentamientos ilegales realizados por colonos israelíes sin la autorización explícita de su gobierno.
Los más de setenta años de dominación israelí han dejado a los palestinos con muy baja autoestima. Por ello han surgido grupos militantes radicales entre los que destacan Hezbolá y Hamás que con afán buscan cambios revolucionarios. Ambos grupos son más combativos que lo que fuera la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), transformada en la Autoridad Palestina, grupo político mayoritario en el país.
Israel y la Autoridad Palestina han encontrado una solución pacífica para convivir en sus territorios entreverados lo que es inaceptable para Hamás y para Hezbolá, que de vez en cuando irrumpen en escena y lastiman tanto a la convivencia como a la paz. Estas afectaciones despiertan enojo entre los israelíes, incluyendo al actual gobierno y a su primer ministro Netanyahu.
En especial la más reciente incursión de Hamás que dio origen al actual conflicto. La inicial incursión del grupo terrorista causó un centenar de víctimas y el secuestro de decenas de israelíes, pero la reacción del país agredido desbordó toda proporción: van más de 25 mil muertos, en su mayoría civiles, y la destrucción de viviendas, hospitales y escuelas.
El apoyo mundial que obtuvo Israel en un inicio por ser el agredido lo perdió pronto por su respuesta, fuera de proporción. La molestia causada por Hamás se transformó en una masacre que debió anticipar; logró captar la atención y la solidaridad mundial por los excesos israelíes, pero ¿a qué costo? El sufrimiento de los habitantes de Gaza, y del resto de los palestinos, ha sido muy alto. Corren el riesgo de que su territorio se disminuya de nueva cuenta, Israel ocupe la Franja y concentre a todos en el territorio bajo la Autoridad Palestina.
La Unión Europea lanzó una propuesta para pacificar la región, insistiendo en el concepto de dos Estados, pero Netanyahu y sus extremistas aliados la rechazan tajantemente. Entre tanto los países musulmanes muestran su molestia, y algunos como Irán o la guerrilla hutíe en Yemen toman partido en forma beligerante.
La clave de la solución la tiene Estados Unidos que puede obligar a Israel a moderar su agresividad. Sin poner en peligro su integridad puede sumarse a la iniciativa de la Unión Europea en vez de reforzar la agresividad israelí. No hacerlo acerca al mundo al peligro de una guerra generalizada.
Es tiempo de actuar en favor de la paz, en especial moviendo a nuestro vecino a apoyar una solución pacífica aceptable en Medio Oriente.