EL PRIMER DEBATE PRESIDENCIAL… ¿QUÉ NOS TRAJO A LOS MEXICANOS? Por Esther Quintana
Seguí el debate de los tres aspirantes a convertirse en presidente de nuestro país, igual que lo hicieron 13 millones de mexicanos –no sé si esta es la cantidad definitiva, pero fue la primera que reportó el INE-, nomás compárela con los más de 100 millones de electores que somos en México. De entrada el interés no estuvo acorde con el número de quienes lo seguimos. Lo cual no tiene nada de extraordinario, toda vez que la mayoría de compatriotas estima que la política no es asunto de su incumbencia. Bueno, retomo, yo sí me senté a escucharlo.
¿Qué tuvimos en el debate?, ¿propuestas? Pues sí, de los tres aspirantes, también lo que se esperaba: provocación, ataques en lo personal, contraataques, ironía, sarcasmo. Si lo relevante hubiera sido el debate, si lo rico se hubiera aportado en lo expresado en sus propuestas, seguramente que eso hubiera traído el rompimiento de un modelo al que ya estamos acostumbrados, y se habría transitado por linderos realmente interesantes, como suele ser lo que se innova.
Privaron las descalificaciones personales, los comentarios sin sustancia, lo llevado y traído todos los días, nada que ignoremos de lo que acontece en este México al que todavía no llega un estadista, y en mucho porque los mexicanos no nos hemos aplicado como debiéramos para que así suceda. ¿Por qué no centrarse en las propuestas, compulsarlas con la fuerza de los argumentos, de la pasión impresa en la ponderación de lo que dicen que van a hacer de llegar al cargo por el que compiten?, ¿por qué no expresar las acciones y estrategias a seguir para SÍ solventar las necesidades que tiene HOY nuestro país? Me hubiera encantado escuchar los cómos, no tanto los qué. También me hubiera impactado conocerlos por boca propia, más allá de la imagen que cada uno tiene ya hecha. Era su oportunidad de plantarse de carne y hueso.
Tiene que cambiarse el formato, lo propongo respetuosamente. Sigue siendo acartonado, cansino, no está hecho para mover apatías, indiferencias y cambios de fondo. Faltan dos ejercicios, es necesario que se atrevan quienes los organizan, a romper paradigmas, y ofrecer al elector la posibilidad de cimbrarlo, de que asuma la responsabilidad que tiene consigo mismo, para empezar, y entienda el compromiso que conlleva elegir con cabeza fría a quien va a hacerse cargo del gobierno y la administración de un país que no está para ensayos ni ocurrencias, sino para tomar decisiones destinadas en primer lugar, a atender con INTELIGENCIA el grave problema de INSEGURIDAD PÚBLICA, de SALUD y de EDUCACIÓN. Si esto no se prima, seguiremos cargando marginación material e intelectual y cuanto esta deleznable condición provoca. La inequidad y la desigualdad no se combaten repartiendo asistencialismo ad perpetuam, sino generando condiciones para que la gente viva como gente. Esto es historia antigua, pero en México llegue Juan o llegue Pedro, sigue imperando tan infausta práctica. Y todo esto lo que alimenta es corrupción e impunidad, no nada más en la esfera pública, también en lo privado. Están pudriendo el tejido social desde hace décadas y no se extirpan.
Tenemos una grave crisis democrática en nuestro país, aunque tengamos elecciones periódicas. Y no la vamos a resolver mirándola de lejos. Necesitamos una democracia igualitaria y participativa. Apreciaría mucho que en el próximo debate abordaran cómo van a solventarla. La educación es un instrumento invaluable para eclipsar esa orfandad. Hoy día nuestros jóvenes no leen o leen muy poco. Estamos condenando a las nuevas generaciones a una inopia intelectual. Impera la desorientación informativa, están ausentes la profundización y el análisis de una realidad que les atañe en primerísimo lugar, porque ellos en un futuro no lejano van a hacerse cargo del país. Tenemos que convencerlos de ir a votar, su sufragio y el de las mujeres, es definitivo para cambiarle el rumbo al país.
Necesitamos debates presidenciales que sí constituyan un marco democrático que proporcione a los electores base sustantiva para definir su voto. Los tres aspirantes tendrán dos oportunidades más de demostrar a los electores de qué están hechos y qué se puede esperar de ellos de darse su arribo a la presidencia de la República. Los debates, afirman los estudiosos, no dan para cambiar de forma masiva la preferencia del voto, realmente es pequeña la proporción que alcanzan. No obstante, lo que sí espero es que convenzan a los indiferentes de que el 2 de junio tienen el deber de ir a las urnas a definir qué quieren para México. Si ocurre eso el ganador será México. Y vaya que necesitamos una victoria de ese tamaño.
Quienes aún no deciden por quién van a votar, deben estudiar las propuestas de los candidatos, insisto, con cabeza fría, es un deber hacerlo así. La ponderación debe ser objetiva, con sustento. México es nuestra casa, no tenemos otra, y la casa se cuida, se procura y se defiende. Hagámonos cargo.