CÓMO CASTRAR LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA Por René Mondragón

Una tradición no muy lejana en el sistema político mexicano, en particular, consiste en citar para cualquier tipo de narrativa, panfleto, alocución, entrevista, editorial o discurso placero, la mentada “Participación Ciudadana”, como lo fue durante todo el priato aludir al “presidente de la república”, “al partido” o a “la bandera tricolor” para darle fuerza y consistencia al mensaje del líder supremo. Hoy, cambiaron un poco las cosas
IMPACTOS DE LARGO ALCANCE
El tema es harto interesante porque en el caso del Morenato, tiene un enfoque clavadamente electoral y una perspectiva que forma ciudadanos, por generaciones, en un clima de dependencia absoluta en donde se hace tradición esperar que el bondadoso y carismático líder del momento, se digne repartir las migajas que caen de su esperanzadora mesa presupuestal.
Ahí es en donde el PRI y MORENA convergen y se vuelven esclavos de facto, de la misma tradición clientelar. En análisis final, se castra la participación de toda la sociedad, lo que la deja en total estado de indefensión, inmóvil, inconsciente, sin autonomía y sin voz ni disensos. Y cuando esto se convierte en parte de la liturgia del régimen, basta que el carismático caudillo o caudilla tropical levanten la voz, para que eso sea suficiente a rin de que el estruendo, la amenaza –a semejanza del poblano Armenta- y el temor a ser silenciado o desaparecido, expatriado, perseguido o encarcelado, inhiban la participación y presencia social.
De esta forma, quedando unan sola voz, la impresión que se genera es que “todo el pueblo ha hablado y aprueba lo que dice el líder supremo, igual que en Nicaragua, Venezuela, Turquía, China o México.
DETALLANDO UN POCO
El maestro Juan Carlos López Rodríguez cita un texto de Enrique Krauze, mismo que el escribano procede a refritear.
Krauze describe una serie de costos históricos a los que cataloga como “máquina de destrucción” de la 4T, y tiene razón, porque muchos de ellos resultan una catástrofe, es decir, no admiten reversibilidad.
Y cita algunos ejemplitos: el número impresionante y criminal de una estrategia estúpida antes, durante y después del COVID; la no menos escandalosa estrategia de complicidad en nombre de los abrazos a los narcoterroristas. Los árboles y las especies arrasadas en la selva del sureste; la liquidación de un aeropuerto que jamás se hizo; los costos del que se construyó y que no funciona; o el tren que no es útil para transportar; la refinería muy bien iluminada en las noches, pero nada más o los espeluznantes subsidios a PEMEX o a la CFE.
LA PARTICIPACIÓN EN EL CENTRO DE LA MESA
De acuerdo con el estudio de la maestra Azucena Serrano (1) sin duda, la participación ciudadana y la democracia de cualquier tipo, caminan el mismo andar, porque (…) no importa que sea una democracia directa, representativa, deliberativa o participativa; cualquiera de éstas necesita de la participación de la gente.
En efecto, en la primera, para tomar decisiones y llegar a acuerdos; en la segunda, para formar los órganos de gobierno y elegir a nuestros representantes; en la democracia deliberativa, porque es la forma en que los ciudadanos se hacen escuchar en la toma de decisiones públicas; y en la última, para concurrir con el gobierno en la elaboración y evaluación de políticas públicas.
Este es el quid del tema. Porque de la otra cara del debate radica en la forma, en “los cómos” se propicia, se favorece y se impulsa la participación de las y los ciudadanos. Y ahí en dónde se encuentra también el vértice ético y moral de esta interacción entre gobierno y sociedad.
Vale el esfuerzo bucear un poco en algunas distinciones: La participación social donde asociaciones y organizaciones promueven y/o defienden los intereses de sus asociados. La participación comunitaria donde los ciudadanos y ciudadanas se organizan para hacer frente a las adversidades, o propiciar el desarrollo y bienestar dentro de la comunidad.. La presencia del Estado es prácticamente, de asistencia.
La participación política, por su lado, requiere el involucramiento de los ciudadanos en las organizaciones de representación social y en las instituciones del sistema político, donde también pueden ubicarse actos de protesta, reclamos, proclamas, paros y/o bloqueos.
Vale precisar que la participación ciudadana es donde la sociedad asume una injerencia y presencia directa con el Estado; asimismo, enfocándose más “a lo público, porque integra a los ciudadanos en la Res Pública. Aquí se puede ubicar la iniciativa de ley, referéndum, el plebiscito y las consultas ciudadanas, la revocación de mandato y la cooperación de los ciudadanos en la prestación de servicios o en la elaboración de políticas públicas.
¿QUÉ REVIENTA TODO ESTO?
Los miembros del Foro de Sao Paulo, en particular, tienen una gran trayectoria y un telón de fondo espléndido en estos manejos. Por ello mismo es prudente un nuevo ejercicio (2)
Inicialmente, es sustantivo comprender que por efectos de espacio, el escribano se limita a comentar algunas circunstancias donde los partidos políticos y sus dirigencias tienen la opción de distribuir beneficios a cambio de presencia y participación en diversas acciones como mítines, reuniones masivas, muestras de músculo frente a los adversarios o eventos de autoelogio, que desde luego golpean la calidad de la democracia, el desarrollo económico –como las amenazas de Armenta, el gobernador de Puebla- o también, el Estado de Derecho.
EL PROCEDIMIENTO
Sintetizando:
1.- Se compra la asistencia de los electores en actos masivos para evidenciar músculo y convocatoria.
2.- La evaluación siempre se realiza por la cantidad de electores movilizada al menor costo. El número es en función de cuántos votos se pueden captar para el partido. Lo demás es solo estrategia.
3.- En los espacios y colonias pobres, pero generosos en número de votantes, se concentra en combinar el tipo y número de bienes –tinacos, cobertores, material de construcción, uniformes o libretas para los chicos, despensas- a cambio de que los electores voten por la causa del candidato. Saber distribuir bien esos bienes, es elemento de éxito.
¿Cómo llevar los registros? Con las listas de asistencia.
Así es como el “clientelismo político” prostituye la política, abarata la construcción del bien común, castra la participación de las y los ciudadanos y acaba por generar una cultura de la dependencia, extraordinariamente difícil de eliminar.
Por esa razón, los esfuerzos permanentes para formar a las personas y llevarlas de “ciudadanos votantes” a “ciudadanos electores” es una labor urgente y continua.
(1) https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script La participación ciudadana en México – Citizen participation in Mexico – Azucena Serrano Rodríguez*
(2) Actos partidarios y clientelismo político en América Latina- NUEVA SOCIEDAD 240 / JULIO – AGOSTO 2012
https://nuso.org/articulo/actos-partidarios-y-clientelismo-politico-en-america-latina/