Actuar es nuestra responsabilidad
Por Alejandro Díaz
En 1992 los distintos países de la Organización de las Naciones Unidas acordaron, para poder conservar el ambiente, estabilizar la generación de bióxido de carbono, causa principal del efecto invernadero. Muchos países avanzaron en la dirección correcta, pero como no todos lo hicieron, el deterioro del ambiente hoy es aún mayor. 27 años después, estamos a las puertas del desastre, quizá de la sexta extinción masiva.
Aunque haya dirigentes que se nieguen a ver el problema, hay hechos que no pueden conscientemente ignorar: los casquetes polares se derriten, los glaciares de las montañas desaparecen y las catástrofes metereológicas se multiplican. Los dirigentes que niegan realidades por ignorancia supina y voltean la vista para no encarar un problema que crece conforme se ignora ponen en riesgo a todo el planeta. Si en 1992 el problema era serio, en 2019 es cien veces peor y en 2030 será aún más grave. Tan grave que no podemos dejarlo a gobernantes que no quieren reconocer el problema, por lo que los ciudadanos tenemos que asumir el comienzo de nuevas maneras de proteger la naturaleza.
La semana pasada millones de jóvenes, acompañados por cientos de miles de adultos de todas las edades, se manifestaron para exigir respeto al planeta. No por una agenda partidista sino como iniciativa ciudadana que prendió en todo el mundo para dar viabilidad a generaciones futuras.
No debe detenerse el esfuerzo porque uno o varios mandatarios nieguen el deterioro. Hagamos algo aunque Trump desprecie al cambio climático o Bolsonaro niegue que la Amazonia es el pulmón del planeta, o nuestro mesías tropical prefiera consumir petróleo y carbón para producir electricidad. Antes de lo que piensan se darán cuenta que la naturaleza pasa factura cuando se le ignora. Quemar combustibles fósiles ha mostrado ser uno de las más nocivas prácticas de la civilización moderna.
En los últimos 20 años se han desarrollado fuentes alternas para producir electricidad, tanto eólicas como solares. Ambas son no contaminantes y respetuosas del ambiente. En más de un centenar de países -incluido México- ya son una realidad. Si bien en pocas naciones la generación “verde” de electricidad es mayor al 40% del total consumido, ya marcan pauta para el futuro junto con los vehículos eléctricos. No debiéramos de detenernos hasta que se generalicen en todo el planeta.
Aún si los gobiernos son ciegos y no hacen su parte, los ciudadanos debemos hacer la nuestra. Cada uno de nosotros podemos crearnos un entorno ecológico si seguimos reglas sencillas: usar al mínimo vehículos de combustión interna, preferir viajes a pie o en bicicleta; reducir el consumo eléctrico apagando aparatos que no se usan; si acostumbran consumos altos de electricidad, instalar celdas solares que sustituyen o disminuyan lo suministrado; en zonas cálidas, aislar térmicamente al menos las viviendas. E infinidad de otras posibilidades.
Estamos en una emergencia climática, no nos quedemos sin hacer algo o mucho por el bien de las generaciones futuras. La “huelga mundial” contra el cambio climático a la que llamaron los Premios Nobel en Mérida no es un simulacro, es obligación para cada ciudadano.
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