A ver si ya renunciamos a la indiferencia
Por Esther Quintana.- Yo no sé usted, pero yo ya estoy hasta más allá de la coronilla de lo que ocurre en nuestro país, derivado de la incompetencia, la arrogancia, el cinismo, la tozudez, y lo más que usted quiera agregarle, de este iluminati que en 2018 una mayoría electoral convirtió en presidente de la república. No voy a juzgar a ninguno de los que sufragaron a su favor, porque tengo bien claro que el voto es libre y que mi derecho termina en donde empieza el de los demás.
Pero jamás voy a estar de acuerdo con esa infausta costumbre de ir a sufragar desinformados, que padecen millones de mexicanos, y si a esto le suma el alto porcentaje de abstencionistas pues estamos aviados para seguir quejándonos de la clase de gente que llega a los cargos públicos, pero sin mover un dedo para que sea distinto. Usted, generoso, generosa leyente, ha de decir que, que bien jorobo con el mismo tema en mis columnas semanales, pero con todo respeto voy a seguir haciéndolo, porque estoy convencida de que el agua horada la piedra, y de que cada uno de nosotros debe de asumir su responsabilidad ciudadana en los asuntos de su competencia. Y México es asunto de todos los que hemos nacido, crecido y vivido aquí, y además porque tenemos el deber cívico de aportar al fortalecimiento de nuestra democracia, y en un régimen de esta naturaleza malhaya quien se quede parado viendo nomás como vamos como los cangrejos.
Apuntaba Al Gore, ex vicepresidente de los Estados Unidos, que es “la falta de participación política la que aporta poder a los corruptos”, y vaya que es cierto. No justifico con atenuante alguna los hechos realizados o solapados –que para el caso es lo mismo– en otras administraciones, y que aplaudiría que cada uno de esos sinvergüenzas que han defraudado la confianza de los mexicanos, y su ristra de cómplices, estuvieran pudriéndose en un centro penitenciario. Pero la aplicación de la ley aquí, es discrecional. La caterva de malandrines que se han enriquecido con dinero público andan sueltos y viviendo como marajás, ellos y su descendencia. Y si revisamos el círculo que rodea al “mandatario” en turno, pues no ha cambiado ni un ápice, hay unos con colas larguísimas, y entre esos y los de media cola y los incompetentes, nuestro país navega en las aguas más turbias de la corrupción y por supuesto de la impunidad. Y el iluminati se dedica a “justificar” sinvergüenzadas y burradas, con perdón de los burros. Y se encabrita si no se está de acuerdo con su “juicio”. Hágame el…
El país es un caos, y me quedo corta. La inseguridad que recorre la república, en un país en el que hubiera contrapesos, ya tendría al presidente en jaque, pero aquí no lo hay. El Poder Legislativo dominado por una mayoría de morenistas y adláteres, más los que se dejan comprar, está como la carabina de Ambrosio. El artículo 86 de la Constitución Federal establece que: El cargo de Presidente de la República sólo es renunciable por causa grave, que calificará el Congreso de la Unión, ante el que se presentará la renuncia. Por causa grave y quien la determina es el Congreso, y es ahí donde el cliente se congela.
Si otra fuera la mayoría, otro gallo nos cantaba. ¿Más causa grave que el des…barajuste que se está viviendo con la “china libre” que decretó el iluminati, para que la delincuencia organizada se apodere cada día de más territorio nacional? Colima, Zacatecas, Morelos, Baja California… sangre y más sangre y violencia. Están en todas partes, en el mayoreo y en el menudeo de la venta de drogas, en la trata de personas, en el lavado de dinero, en los asaltos a mano armada en las carreteras o la exigencia del pago de “derecho de piso” al que someten a comerciantes y prestadores de servicios. Quedan en ridículo el Ejército y la Guardia Nacional. Y los generalotes comprando pisos de millones de pesos y dándole la vuelta al mundo con toda su parentela, bien untados. ¿Eso no es causa grave? ¿Tampoco lo que ocurre en diversos hospitales del IMSS y del ISSSTE? Necesitan mantenimiento esos nosocomios, para que no ocurran accidentes como el de la niña que murió aplastada en un elevador y al que culparon de arranque fue al camillero, para que no haya áreas cerradas porque no hay oxígeno, para que no se inunden los pisos por las goteras enormes cuando llueve, para que no falten medicamentos para los derechohabientes.
¿Por qué tolerar a un individuo al que México le importa una pura y dos con sal, y que utiliza el cargo para colmar su méndigo ego que no tiene llenadera? Estoy hasta la ídem de que con nuestros impuestos exhiba sus miserias todas las mañanas y esté haciendo obras que no ncesitamos. Y me falta espacio para seguirle con el listado de perversiones y tiznaderas que nos receta un día sí y otro también. Me da vergüenza y rabia a la vez, como se pasa por debajo de las extremidades inferiores las leyes que regulan los procesos eleccionarios.
De verdad que el espectáculo de las corcholatas es denigrante, a más de ser un insulto a la inteligencia de los mexicanos. Si eso no es campaña, yo soy Albert Einstein. Y no pasa nada. Pero nosotros, los mexicanos tenemos la culpa, por indiferentes, por no estar enterados de lo que mandatan nuestras leyes, por desconocer las funciones de los poderes públicos y también de nuestros derechos y obligaciones y por callarnos. Los invito respetuosamente a quienes hacen favor de leerme que realicemos la parte que nos toca, y que en 2024 le pongamos punto final a esta pesadilla, con la fuerza de los votos y sobre todo con la determinación que nace del amor a nuestra patria.