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¿Asilar al político o proteger al socio?

Por Alejandro Díaz.- El asilo otorgado a Evo Morales ha desatado todo tipo de comentarios, desde los de apoyo hasta de quienes consideran indeseable al que haya venido a México quien fuera Presidente de Bolivia. El asilo a perseguidos es tradición que se remonta a la Antigua Grecia donde la entrada a los sitios sagrados permitía seguridad a quienes eran perseguidos. Con el paso de los años las formas de asilo tuvieron altas y bajas hasta que hace casi un siglo (La Habana, 1928) los países de América Latina acordaron formas jurídicas con las que un país podría dar acogida a perseguidos.

México tiene una larga tradición de asilo. El asilado más antiguo que todos recordamos es José Martí, quien tuvo que dejar todos los territorios españoles por buscar la independencia de la isla. Llegó en 1875 y sólo estuvo unos meses. Igual de conocido es León Trotsky, el revolucionario bolchevique que fue desplazado por José Stalin. Después de recorrer numerosos países, finalmente llega como asilado a nuestro país en 1936. Fue recibido por recomendación de Diego Rivera al Presidente Cárdenas y permanece en él hasta su asesinato en 1940.

Pero los asilos que más impacto han tenido en México son los colectivos: el español, el chileno y el guatemalteco. El primero trajo a nuestro país a aquellos que apoyaban la República Española, derrotada por Franco antes de la Segunda Guerra Mundial. Se asilaron multitudes comenzando con “los niños de Morelia”, hijos de combatientes republicanos que antes de que sufrieran prefirieron enviarlos lejos. Más tarde le siguieron legiones de escritores, artistas y políticos. Su impacto intelectual aún pervive en nuestros días en el Colegio dé México y el Fondo de Cultura Económica.

El exilio chileno trajo a México a intelectuales y académicos que apoyaban el régimen de Salvador Allende. Con el golpe de Estado de Pinochet en 1973 se acogieron a la protección de la Embajada Mexicana en Santiago. Tanto en la cancillería como en la residencia más de 750 personas estuvieron hasta que el embajador Martínez Corbalá les consiguió salvoconducto. Cinco aviones mexicanos los trajeron a nuestro país a lo largo de nueve meses. Sus académicos contribuyeron al desarrollo de varias universidades y tecnológicos del país. Muchos aún permanecen en México, pero la mayoría regresó a Chile a partir de 1989.

El exilio guatemalteco no fue visible a la mayoría de los mexicanos, sólo a los de la frontera sur. Alrededor de cincuenta mil campesinos se asentaron cerca de la frontera para escapar del ejército de su país. La más famosa de ellos, Rigoberta Menchú, vivió en México de 1980 a 1988 y fue galardonada en 1991 con el Premio Nobel de la Paz.

Aunque hubo otros exiliados notables como el Presidente argentino Héctor Cámpora o el Sha de Irán Reza Pahlevi, nunca había habido tanto rechazo a un asilado. No es por esa condición sino porque a él no se le aplica el principio de austeridad. A pesar de que nunca se acogió a la protección de la Embajada Mexicana en La Paz se le envió un avión para traerlo (a él sólo) y se le ofrece un apoyo monetario insólito. Además, a los rumores de una elevada fortuna personal guardada en bancos europeos se le añaden los de una intensa amistad con notorios narcotraficantes.

Si los rumores se prueban, no sólo Evo Morales estará en problemas, también el Presidente de México. La apresurada oferta de asilo, y de transporte, antes de que tuviera amenaza alguna o se refugiara en la embajada muestra una intensa relación ideológica y de negocios.

daaiadpd@hotmail.com