CALIDAD Y EFICIENCIA
Por Alejandro Díaz.- Pocas obras gubernamentales pueden presumir de estar bien hechas.
Muchas veces se prefiere el impacto mediático al servicio a la comunidad. Y no lo digo por las pocas obras terminadas en este sexenio sino porque así ha sido lo realizado por muchos gobiernos. Las prisas, el descuidado manejo del presupuesto, el amiguismo y la corrupción han dado al traste con las mejores intenciones políticas.
Sin embargo, hay que decirlo con todas sus letras: el gobierno del inquilino de Palacio y su partido han exagerado. No les interesa la calidad ni la eficiencia; hasta parece que las detestan. Han terminado pocas obras porque no hay interés en hacerlas; siguen sin terminar las iniciadas en el sexenio anterior como el Tren México-Toluca, varias carreteras e incluso el aeropuerto que se comenzaba a construir en Texcoco.
También se puede hablar mucho de la carencia de calidad y eficiencia de las obras insignia del régimen: el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas, el aeropuerto Felipe Ángeles y la poco publicitada del corredor ferroviario Transístmico.
Comencemos con el Tren Maya que ha sido criticado por la destrucción de la selva y del desprecio por la zona de cenotes y ríos subterráneos, pero no se ha mencionado la falta de profesionalismo que es no ser capaz de presentar un proyecto viable. No existe un plan maestro más allá del esbozo presidencial. No se previeron afectaciones a terceros, a zonas arqueológicas o a áreas de conservación. Tampoco se cuidó de utilizar el derecho de vía actual. Por razones no conocidas no se ha comenzado la obra en Palenque, la teóricamente tierra chica del inquilino de Palacio ni se ven grandes avances entre esa ciudad y la de Valladolid en Yucatán, dónde existe una vía y no hay dificultades importantes conocidas.
Por el contrario, se avanzó en un trazo a través de la selva como si ya se hubiesen resuelto los tramos “sencillos” del proyecto. Se arrasaron árboles del camellón de la carretera Cancún-Tulum para hacer un tramo elevado, y con ello evitar afectar la selva, pero ya avanzados, se desechó pronto la idea y se procedió a arrasar aún más selva. Aún no han resuelto cómo serán resueltos los cruces de carreteras con el trazo del Tren.
No se pueden comentar sobre el resto de este supuesto proyecto porque hay muchísimos puntos por divulgar sobre su construcción: la localización y el tamaño de estaciones, vías de acceso a ellas, áreas destinadas a servicios, a vivienda y al crecimiento de éstos; conectividad con zonas urbanas y turísticas; si serán locomotoras eléctricas o contaminantes como las que abundan en el resto del país. Si se beneficiarán a actuales hoteles o se construirán nuevos. Se guardan los detalles para que sólo sus cercanos puedan sacar provecho, pero es muy posible que a cause de esa secrecía se cometan errores garrafales.
Aunque se sabe de enormes erogaciones del plan Tren Maya, debido al frecuente aumento de dotaciones se desconoce cuanto costará cuando se termine (si se llega a terminar en vista de los numerosos amparos). Por ello tampoco se puede estimar su viabilidad económica, por más que muchos -comenzando con el inquilino de Palacio- se emocionen con las posibilidades.
Desgraciadamente por el desafecto de este gobierno a la calidad y a la eficiencia hacen pensar a muchos que se excederán los costos de los que inicialmente se habló, y se va a construir con múltiples errores. También es posible que una vez funcionando, sufra accidentes por una planeación y ejecución deficiente, tanto en la calidad de los materiales -como se verá cuando escriba sobre el corredor ferroviario Transístmico.
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